La pugna electoral muestra dos caminos para el paí­s

Irán se polariza entre Ahmadinejad y Musavi

Nunca como hasta ahora Irán habí­a vivido una campaña electoral tan controvertida. La sociedad persa se polariza cada dí­a más en torno a los dos favoritos a la presidencia del paí­s. Por un lado el actual mandatario, el conservador Mahmmud Ahmadinejad, favorito en las zonas rurales y entre las clases más humildes, y de por otro lado el reformista Mir Hosein Musavi, con miles de seguidores especialmente entre la juventud y las clases medias. Detrás de la contienda no sólo se dirimen cuestiones acerca de la ampliación de las libertades y el relajamiento de las rí­gidas leyes del régimen de los ayatolás. Ahmadinejad y Musavi representan dos lí­neas para un paí­s, Irán, que se ha transformado en un influyente polo de poder en la región y en una potencia media cada vez más activa en el plano internacional.

El debate entre los dos rincipales candidatos –el primero televisado de la historia del país- mantuvo en vilo delante de la pantalla a la gran mayoría del país, y en especial a los decenas de miles de seguidores de uno y otro, que al acabar el duelo dialéctico, salieron en tromba a celebrar la victoria de su candidato. El choque fue intenso, mucho más de lo esperado. Ahmadinejad dijo que Irán era "víctima de una campaña de desprestigio sin precedentes", pero no sólo por parte de Occidente, sino de los reformistas, a los que llamó "elementos ajenos a la Revolución Islámica". El presidente iraní –haciendo algo que es tabú en la política persa- denunció con nombre y apellidos la corrupción de altos funcionarios cercanos a los reformistas, marcando a los hijos del ex-presidente reformista Hasemi Rafsanyani e incluso señalando veladamente a la propia esposa de Musavi.Musavi contraatacó tachando de “mentiroso” a su contrincante y señalando que el actual gobierno estaba creando una “cultura dictatorial” y que guiaba a Irán por la senda de la "inestabilidad, las ilusiones, la superficialidad, y los mitos heroicos”, y que la postura de su rival había contribuido a fortalecer la posición de los grupos de presión proisraelíes en Estados Unidos, dificultando la política de acercamiento de Washington, que el reformista es partidario de aprovechar. Ahmadinejad replicó que precisamente ha sido la firmeza de su gobierno la que ha logrado que "Estados Unidos haya abandonado su intención de derrocar" el régimen actual.Más allá del oportunismo mostrado por Ahmadinejad al señalar los males de la corrupción en campaña –cuando ha tenido ocho años de gobierno para atajarla-, el mero hecho de romper una norma no escrita en un régimen donde la corrupción (a distintas escalas) y el corporativismo en las elites políticas son norma, muestran el grado de enconamiento y de agudización de los dos rumbos que representan para Irán uno y otro. Aunque la campaña electoral en Irán se ha centrado en otras cuestiones -como la crisis económica que golpea gravemente a las clases populares, y que afecta a la popularidad de Ahmadinejad- han salido a relucir cuestiones clave y del máximo interés para las potencias occidentales, en especial para Washington, que observa entre bambalinas con enorme expectación. Además de la actitud del régimen ante los ofrecimientos diplomáticos de la superpotencia, el asunto nuclear también ha ocupado espacio en los debates.Partiendo de la premisa común de que Irán tiene derecho irrenunciable a poseer y desarrollar la energía nuclear, Ahmadinejad se ha reafirmado en que el debate atómico “está cerrado” con Occidente –es decir, con el grupo de los 5+1, que reúne a los cinco miembros del Consejo de Seguridad de la ONU más Alemania- , y cualquier discusión debe ceñirse al marco de la Organización Internacional de la Energía Atómica (OIEA). El grupo de los 5+1 acusa a Teherán de buscar dotarse de un arma nuclear, cosa que el régimen niega sin fisuras. Musavi ha criticado la rigidez del gobierno y ha insistido en su disposición a negociar con las potencias extranjeras –aunque en ningún caso renunciando a la energía-, y ha asegurado que la causa de la decisión de su país de retomar el enriquecimiento fue el deseo de Occidente de aprovechar la coyuntura para obligar a Irán a abandonar definitivamente sus ambiciones. Ha recordado que Irán acepta las inspecciones de la OIEA, aunque no que sean por sorpresa. El 12 de junio Irán celebra sus elecciones. En última instancia, tanto la proclamación de un nuevo presidente como un cambio sustancial en su política internacional o en materia nuclear estarán en manos del líder supremo de la revolución, el ayatolá Ali Jamenei, que tiene en cuestiones de Estado la última e irrevocable palabra. Sin embargo no es previsible que Jamenei vete ninguna decisión salida de los votos, a pesar de estar mucho más cercano a Ahmadinejad que a Musavi. Pero no sólo los Guardianes de la Revolución seguirán al minuto los resultados electorales. A muchos miles de kilómetros, en varios despachos de Washington tendrán información al instante de que línea se impone en las urnas.

Deja una respuesta