El Observatorio

Intelectualidad muda

Abro «El Paí­s Semanal», la revista de fin semana donde escriben algunos de los más prestigiosos intelectuales de izquierdas de este paí­s, buscando el efecto y la percepción que tienen sobre la actual crisis o alguna sesuda o sensata prospección sobre el mundo que nos aguarda tras los acelerados cambios que están teniendo lugar en todas las esferas de la vida. Más que decepción, el repaso me produce abiertamente «desconcierto». Y la pregunta que me suscitan es: ¿ha perdido toda esta gente definitivamente la brújula?

En la ágina 8, Maruja Torres, bajo el expresivo título de "La nave de los locos" nos cuenta su rechazo a participar en un "crucero" de esos que ahora se ofrecen a un precio tan bueno, ya que es incapaz de encerrarse con desconocidos en una embarcación. El rechazo se hace más firme, cuando conoce que el crucero tocará Cerdeña, el escenario de los escándalos de Berlusconi. La cita del presidente italiano ya basta, al parecer, para justificar el carácter "progresista" del artículo.En la página trece, Juan José Millas nos "sorprende" con su enésimo artículo sobre Camps y Fabra. Como es un ataque a dos "peperos" salpicados de corrupción, el autor ya cumple de partida los estándares de "progresismo" que le exige el periódico que le paga. Aunque el tema es manido, quiero decir, que ya deben haber escrito unos diez mil artículos similares en este grupo mediático, el escritor salva el expediente "veraniego" dándole una nueva vuelta de tuerca al tema: eso sí, sin profundizar en nada, ni iluminar en absoluto al lector sobre nada.Me voy a la parte final. Página 132. La columna de Almudena Grandes, que siempre promete un poco de caña. Se llama "Ida y vuelta". Una nueva decepción. Crónica personal de un amorío veraniego, la verdad sin fú ni fá. No hay cruceros, pero sí muchos aeropuertos y trenes y hasta un largo beso.Giro la página y, ya desesperado, busco la última página, la "Zona fantasma", de Javier Marías, de la que -lo confieso- soy un devoto lector. Pero tampoco Marías está por la labor de ceñirse al presente y se desvanece en la lejanía con una reflexión -que ya incluyó, mucho más desarrollada, en su expléndida e incomprendida "Negra espalda del tiempo"- acerca de su hermano "Julianin", muerto a los tres años y al que no conoció: "cosas que nunca terminan", dice Marías. Cierto.El caso es que, después de esta incursión dominguera, la cabeza se queda llena de interrogantes: entonces, la crisis, todo lo que está pasando, ¿carece de todo interés y de toda trascendencia? ¿es un "deja-vu" que no merece detenerse a pensar, porque es algo que ya sabemos y que no va a tener, en definitiva, ninguna influencia en nuestras vidas? ¿es que hablar de la crisis, incluso, es un tema de "derechas", que beneficia al PP? ¿O es que, definitivamente, la intelectualidad española "habita" ciertamente en otro planeta, en otra dimensión, que ya no es la de los mortales, una dimensión en la que, efectivamente (al menos de momento) la crisis no existe? ¿Han perdido, de alguna manera, la brújula y ya no saben donde estamos y adónde vamos? A mí, al menos, me producen esa sensación. El viejo orden mundial nacido de la última posguerra se tambalea y emerge un nuevo desorden planetario. La crisis hunde por doquier emblemas de la última centuria que parecían eternos. La crisis mileuriza las clases medias y abre abismos y contradicciones nuevas en las sociedades occidentales. Ni los estados de bienestar ni los sistemas democráticos parecen ya intocables en Europa. Internet revoluciona el mundo de los formatos y del acceso a la cultura y a la información.En medio de este ingente maremoto, nuestros intelectuales parecen estar literalmente "en Babia". Encerrados en su mundo, y ajenos al futuro. Sin pensamiento y sin deseo de arriesgar. Mala señal.

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