Selección de prensa internacional

Indeleble marca de la CIA

Quien crea que por la llegada de Obama a la Casa Blanca, la CIA, el Pentágono o el Consejo de Seguridad Nacional de EEUU no saben nada o no tienen nada que ver con el golpe de Estado en Honduras, es que está por caerse del guindo. Exactamente la misma táctica usada ya en abril de 2002 contra Chávez en Venezuela. Con la única diferencia de, en lugar de mantenerlo secuestrado y detenido en el interior del paí­s -lo que se convirtió en uno de los mecanismos que activó la respuesta popular que derrotó a los golpistas- se le embarca en un avión y se le manda a un paí­s vecino.

Por lo demás, odría rodarse una película sin necesidad de modificar el guión, sólo cambiando fechas y nombres de lugares y personajes. Como afirma el analista político argentino Atilio A. Borón en Pagina 12, “la brutalidad de todo el operativo lleva la marca indeleble de la CIA y la Escuela de las Américas”. Algo, por otra parte, nada sorprendente, teniendo en cuenta que en la década de los 80 Honduras y su ejército fueron completamente reestructurados por el virrey Negroponte (embajador de EEUU en el país nombrado por Reagan) con el único objetivo de convertirlo en la base de operaciones desde la que organizar y lanzar a la contra para acabar con la revolución nicaragüense o formar los escuadrones de la muerte que llevarán a cabo uno de los genocidios más sanguinarios de la historia en Guatemala o El Salvador. El presidente constitucional de un país ilegalmente destituido, detenido y expulsado, el toque de queda implantado, el ejército patrullando las calles… y la CNN hablando de “relevo presidencial forzado”, mientras el Wall Street Journal afirma con toda desvergüenza que “Honduras defiende su democracia”. Valiente democracia la de los golpistas, asesinos y torturados formados y amamantados durante décadas por Washington en la Escuela de las Américas. Argentina. Página 12 CON LA INDELEBLE MARCA DE LA CIA Atilio A. Borón La historia se repite, y muy probablemente concluya de la misma manera. El golpe de Estado en Honduras es una reedición del que se perpetrara en abril de 2002 en Venezuela y del que fuera abortado ante la fulminante reacción de varios gobiernos de la región en Bolivia el año pasado. Un presidente violentamente secuestrado en horas de la madrugada por militares encapuchados, siguiendo al pie de la letra lo indicado por el Manual de Operaciones de la CIA y la Escuela de las Américas para los escuadrones de la muerte; una carta de renuncia apócrifa que se dio a conocer con el propósito de engañar y desmovilizar a la población y que fue de inmediato retransmitida a todo el mundo por la CNN sin antes confirmar la veracidad de la noticia; la reacción del pueblo que consciente de la maniobra sale a la calle a detener los tanques y los vehículos del ejército a mano limpia y a exigir el retorno de Zelaya a la presidencia; el corte de la energía eléctrica para impedir el funcionamiento de la radio y la televisión y sembrar la confusión y el desánimo. Como en Venezuela, no bien encarcelaron a Hugo Chávez, los golpistas instalaron un nuevo presidente: Pedro Francisco Carmona, a quien la inventiva popular lo rebautizó como “el efímero”. Quien desempeña su rol en Honduras es el presidente del Congreso unicameral de ese país, Roberto Micheletti, quien juró ayer como mandatario provisional y sólo un milagro le impediría correr la misma suerte que su predecesor venezolano. Lo ocurrido en Honduras pone de manifiesto la resistencia que provoca en las estructuras tradicionales de poder cualquier tentativa de profundizar la vida democrática. Bastó que el presidente Zelaya decidiera llamar a una consulta popular –apoyada con la firma de más de 400.000 ciudadanos– sobre una futura convocatoria a una Asamblea Constitucional para que los distintos dispositivos institucionales del Estado se movilizaran para impedirlo, desmintiendo de ese modo su supuesto carácter democrático: el Congreso ordenó la destitución del presidente y un fallo de la Corte Suprema convalidó el golpe de Estado. Fue nada menos que este tribunal quien emitió la orden de secuestro y expulsión del país del presidente, prohijando como lo hizo a lo largo de toda la semana la conducta sediciosa de las Fuerzas Armadas. Zelaya no ha renunciado ni ha solicitado asilo político en Costa Rica. Fue secuestrado y expatriado, y el pueblo ha salido a la calle a defender a su gobierno. Las declaraciones que logran salir de Honduras son clarísimas en ese sentido, especialmente la del líder mundial de Vía Campesina, Rafael Alegría. Los gobiernos de la región han repudiado al golpismo y en el mismo sentido se ha manifestado Barack Obama al decir que Zelaya “es el único presidente de Honduras que reconozco y quiero dejarlo muy claro”. La OEA se expresó en los mismos términos y desde la Argentina la presidenta Cristina Fernández declaró: “Vamos a impulsar una reunión de Unasur, aunque Honduras no forma parte de ese organismo, y vamos a exigir a la OEA el respeto de la institucionalidad y la reposición de Zelaya, además garantías para su vida, su integridad física y la de su familia, porque eso es fundamental, porque es un acto de respeto a la democracia y a todos los ciudadanos”. La brutalidad de todo el operativo lleva la marca indeleble de la CIA y la Escuela de las Américas: desde el secuestro del presidente, enviado en pijama a Costa Rica, y el insólito secuestro y la golpiza propinada a tres embajadores de países amigos: Nicaragua, Cuba y Venezuela, que se habían acercado hasta la residencia de la ministra de Relaciones Exteriores de Honduras, Patricia Rodas, para expresarle la solidaridad de sus países, pasando por el ostentoso despliegue de fuerza hecho por los militares en las principales ciudades del país con el claro propósito de aterrorizar a la población. A última hora de la tarde impusieron el toque de queda y existe una estricta censura de prensa, pese a lo cual no se conoce declaración alguna de la Sociedad Interamericana de Prensa (siempre tan atenta ante la situación de los medios en Venezuela, Bolivia y Ecuador) condenando este atentado contra la libertad de prensa. No está demás recordar que las Fuerzas Armadas de Honduras fueron completamente reestructuradas y “reeducadas” durante los años ’80, cuando el embajador de EE.UU. en Honduras era nada menos que John Negroponte, cuya carrera “diplomática” lo llevó a cubrir destinos tan distintos como Vietnam, Honduras, México, Irak para, posteriormente, hacerse cargo del superorganismo de inteligencia llamado Consejo Nacional de Inteligencia de su país. Desde Tegucigalpa monitoreó personalmente las operaciones terroristas realizadas contra el gobierno sandinista y promovió la creación del escuadrón de la muerte mejor conocido como el Batallón 316 que secuestró, torturó y asesinó a centenares de personas dentro de Honduras, mientras en sus informes a Washington negaba que hubiera violaciones de los derechos humanos en ese país. En su momento, el senador estadounidense John Kerry demostró que el Departamento de Estado había pagado 800 mil dólares a cuatro compañías de aviones de carga pertenecientes a grandes narcos colombianos para que transportasen armas para los grupos que Negroponte organizaba y apoyaba en Honduras. Estos pilotos testificaron bajo juramento confirmando las declaraciones de Kerry. La propia prensa estadounidense informó que Negroponte estuvo ligado al tráfico de armas y de drogas entre 1981 a 1985 con el objeto de armar a los escuadrones de la muerte, pero nada interrumpió su carrera. Esas fuerzas armadas son las que depusieron a Zelaya. Pero la correlación de fuerzas en el plano interno e internacional es tan desfavorable que la derrota de los golpistas es sólo cuestión de (muy poco) tiempo. PÁGINA 12. 29-6-2009 México. La Jornada HONDURAS: ¿ESTÁ ESCRITO? José Steinsleger En los comicios presidenciales de 2005, en pleno escrutinio, el candidato Porfirio Lobo (Partido Nacional, conservador, oficialista) visitó al embajador de Washington en Honduras y le propuso que vigilara el conteo de votos. “Actúe con mesura. La tendencia demuestra que hay un ganador”, comentó Charles Ford. Cabizbajo, el presidente del Congreso Nacional abandonó la legación diplomática, aceptando los hechos: el liberal Manuel Zelaya, ganadero y directivo de la banca privada, sería el nuevo gobernante del país más pobre del continente, después de Haití. Nacional, liberal, “políticos corruptos”… ¿qué más da? Hitos del siglo veinte hondureño: en 1924, un milico de la United Fruit, Vicente Tosta, fue proclamado presidente provisional a bordo del buque de guerra estadunidense Milwaukee; en 1944, un tirano, Tiburcio Carías Andino, proclamó como “único candidato al ilustre patriota” Franklin D. Roosevelt (sic), y para hacerla corta, en el decenio de 1980, políticos y militares convirtieron a Honduras en una gran base de agresión militar contra los pueblos de El Salvador y Nicaragua sandinista. Llegó el nuevo siglo, y las cosas siguieron tal cual. Aunque no tan igual: 80 por ciento de pobreza, “éxitos” del trabajo semiesclavo en maquiladoras estadunidenses, notables récords en asuntos de explotación sexual infantil, y ejecución a mansalva de niños y jóvenes criminalizados como “pandilleros”. Tan sólo de 1998 a 2005, la institución Casa Alianza de Tegucigalpa contabilizó por lo menos 2 mil 720 asesinatos de adolescentes y jóvenes, entre 12 y 22 años. Simultáneamente, el pueblo hondureño se iba organizando: marchas y concentraciones masivas contra el desempleo y los salarios de hambre, protestas de fiscales contra la corrupción institucional y combativa solidaridad de pueblos, aldeas y comunidades perdidas que cerraron filas con los médicos cubanos hostigados por los “colegios de profesionales”. Lobo, Zelaya. Hijos del mismo tronco. Para la contienda, Lobo contrató a Mark Klugmann (ex consejero del presidente republicano Ronald Reagan), y Zelaya se entendió con Ted Devine, estratega de la campaña del demócrata John Kerry. Los empresarios hondureños, tranquilos. Limándose las uñas, la “democracia” respiraba en paz: ¡qué buen tratado de libre comercio tenemos con Estados Unidos! Y de súbito… el comandante mandó a…No, nada de comandantes. “Por arriba y desde la derecha”, Zelaya empezó a tomar distancia de la gente linda. Y cometió el gran error de preguntarse por qué si en los folletos de turismo Honduras es comparada con Suiza, el ingreso per cápita de un hondureño asciende a 2 mil 793 dólares anuales, y el de un suizo a 53 mil 352 dólares. Zelaya llegó a una conclusión obvia: siete millones de suizos, siete millones de hondureños. Está claro: Honduras no es Suiza. ¿Qué tal si hacemos una república socialmente integrada, y a tono con los grandes proyectos latinoamericanos de integración en marcha? Luego, el presidente cometió varios actos de “alta traición”: viajó a Cuba, se entrevistó con Fidel, y dijo: “vengo de la patria de Francisco de Morazán”. Viajó a Venezuela, se entrevistó con Chávez, y dijo: “vengo del país cuna del constitucionalista bolivariano José Cecilio del Valle”. Por enésima vez, un discurso que no encajaba con los manuales de izquierda: “soy liberal, pero socialista…” La oligarquía y lumpeburguesía hondureña, olfatearon que tan sólo ese discurso preanunciaba un camino sin regreso. Zelaya apuró el paso: Honduras ingresó a la Alternativa Bolivariana para las Américas (Alba), firmó acuerdos petroleros con Venezuela, se enfrentó a toda la partidocracia, aumentó el salario mínimo y profundizó su alianza con los sectores populares. En suma, hizo todo aquello que odian Washington, Madrid, y las áureas firmas de Vargas Llosa & asociados. Hace menos de un mes, en la histórica reunión de cancilleres de la OEA (San Pedro Sula), el presidente de Honduras dijo lo que ningún gobernante puede decir en las narices del imperio: “No podemos irnos de esta asamblea sin reparar la infamia contra un pueblo” (Cuba, “naturally”). Principio del fin. En la noche del viernes 15 de junio, a las 6 de la tarde, en la colonia Satélite del anillo periférico de Tegucigalpa, un par de tiros perforaron el vidrio panorámico del coche que llevaba al gobernante. Y ayer, en la madrugada, Zelaya fue derrocado por un golpe de Estado. Un día antes, el genio que conduce la OEA declaró al periódico Reforma de México: “a pesar de lo que se observa (sic), hoy en día hay instituciones. Y aunque en algunas partes son muy frágiles, no se pensaría en un retroceso de ningún tipo”. LA JORNADA. 29-6-2009 Ecuador. Alai HONDURAS: EL EQUIPO BUSH ACTÚA; OBAMA EN EL NO COMPROMISO Frida Modak Hace justamente 15 días llamábamos la atención sobre lo que estaba sucediendo en Honduras, donde el gobierno democráticamente electo del presidente Manuel Zelaya enfrentaba una embestida tanto de los grupos empresariales nacionales y extranjeros, así como de los sectores más retrógrado de su país, debido a su convocatoria a una consulta ciudadana. La consulta tenía una sola pregunta, si se estaba o no de acuerdo en que en la elección de presidente, parlamentarios, alcaldes y regidores del 29 de noviembre próximo se colocara una cuarta urna para que los electores manifestaran si estaban de acuerdo o no en que se convocara a una Asamblea Constituyente. Si en la consulta se aprobaba la idea de colocar la cuarta urna y en noviembre se optaba por convocar a la Asamblea Constituyente, esa Asamblea se elegiría cuando ya Zelaya hubiera terminado su período y funcionaría según las normas que entonces se fijaran. Esto despertó una feroz respuesta de los sectores que ya hemos señalado y salió a relucir un aspecto tragicómico de la constitución vigente, dictada en 1982 durante el gobierno de una dictadura militar y es que esa constitución es eterna, nadie la puede modificar y quien lo intente es considerado traidor a la patria. Los que la redactaron lo gritaron a diestra y siniestra en estas semanas. No se sabe que alguna otra constitución en el mundo tenga esas características, talvez por eso el Secretario General de la OEA comentó, según trascendió, ”Yo creo que en el mundo hay constituciones flexibles, constituciones rígidas y la constitución de Honduras.” En este contexto, la campaña contra la consulta adquirió características sólo comparables a las que se han desarrollado para desestabilizar gobiernos democráticos, como ocurrió en Chile contra Salvador Allende. También es similar a lo que se ha hecho contra el presidente Chávez en Venezuela, que incluyó el secuestro de ese mandatario por un grupo de uniformados y la juramentación de un presidente espurio, que duró muy poco en el cargo debido a la reacción del pueblo venezolano y de la mayoría de sus fuerzas armadas. No es coincidencia esta similitud como ya veremos luego. Más allá de las declaraciones de la oposición política, de las iglesias y de la campaña del miedo para que la gente se abstuviera de votar, había una clara disposición popular de participar en esta consulta. El respaldo al presidente Zelaya quedó de manifiesto cuando el mandatario pidió a los militares la entrega del material electoral y el destituido y luego repuesto comandante en jefe le dijo que no podía dárselos debido a los acuerdos de la Fiscalía. Zelaya le respondió: ”Entonces ordénele al general X(no tengo su nombre) que me mate, porque voy a ir a buscar el material”. Y fue, acompañado de miles de seguidores que en ese momento le manifestaban su apoyo frente a la sede del gobierno. Esto dio una idea de lo que podría suceder si se intentaba algo en contra del presidente, de ahí que se optara por secuestrarlo en horas de la madrugada, argumentando el cumplimiento de una orden de la Fiscalía. Mientras se reúne el Consejo General de la OEA, se convoca al Sistema de Integración Centroamericana y a la Alternativa Bolivariana para las Américas, Alba, hay fuertes declaraciones de repudio a este golpe de Estado. La Unión Europea, en una declaración de los 27 ministros de relaciones exteriores afirma que el derrocamiento del presidente Zelaya es una violación inaceptable del orden constitucional en Honduras, exige la liberación inmediata del presidente y un retorno a la normalidad democrática. En contraste el presidente Barack Obama dijo que estaba muy preocupado por lo sucedido, que cualquier conflicto y disputa deben resolverse pacíficamente a través de un diálogo sin interferencias externas y tal como lo había hecho la OEA antes del golpe, Obama le pidió a todos los actores políticos y sociales de Honduras respetar las normas democráticas y los principios de la Carta Democrática. Este no compromiso de Obama se corresponde con las declaraciones del embajador estadunidense en Honduras, quien recibió instrucciones del departamento de Estado y regresó en la víspera del golpe. Ese embajador, Pedro Llorens, es el que había designado Bush. A esto se agrega que en este episodio ha participado un viejo y desprestigiado conocido como Otto Reich, que fue subsecretario para América Latina de la administración Bush, por eso este episodio se parece al del secuestro del presidente Chávez, en el que también estuvo involucrado Reich. Sólo cabe agregar que la política de Obama de desentenderse del comportamiento pasado de su país y de mantener en sus puestos a quienes representan la política bushista está minando la cuota de poder que tiene, que no es mucha, y también su popularidad. El presidente Zelaya, desde Costa Rica, adonde fue llevado, le ha pedido que aclare “si está detrás de esto”. AGENCIA LATINOAMERICANA DE INFORMACIÓN. 28-6-2009

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