Ahora mismo Trump tiene «asegurados» 214 votos electorales. Si gana en todos los Estados donde parece que lidera -Alaska (3), Carolina del Norte (15), Georgia (16) y sobre todo Pensilvania (20), que está más en el aire, donde aún quedan unos 1,4 millones de votos por correo que escrutar hasta el viernes, algo que podría llevar a sorpresas- suma 268 compromisarios, dos por debajo. Para ganar -algo, recordemos, totalmente posible- necesita arrebatarle a su oponente Estados donde la ventaja parece para los demócratas
Mientras que la victoria de Biden en Wisconsin (10) y Michigan (16), ambas en firme, y su posición de favorito en Nevada (6), y Arizona (11), le dan bastantes números. Ahora tiene 253 asegurados. Biden está cogiendo fuerza en esta etapa final del recuento. Esto es debido a dos motivos. Se está contando el voto por correo y los distritos que faltan por contar son urbanos. Ambos factores benefician a los demócratas. Si todo se confirma, da la cifra de 270 que otorga la llave de la Casa Blanca.
Algunas conclusiones, gane quien gane
Es un ejercicio de enorme democracia por parte del pueblo norteamericano. Han ido a votar cerca de 140 millones de estadounidenses, más del 60% de los inscritos a votar, un porcentaje récord. A falta de saber la participación definitiva, sería la más alta desde 1908.
Gane o pierda, y tras meses de pandemia, de crisis económica, tensiones y protestas raciales, escándalos de corrupción, etc… y con todos los sondeos vaticinando una cómoda ventaja para su oponente demócrata, lo cierto es que Trump no sólo ha confirmado su base de votantes, sino que la ha ampliado desde los casi 63 millones de 2016 a los casi 67 millones. Tambien parece mejorar su porcentaje: en 2016 ganó con el 46% de los votos, ahora parece que se mantiene en un 48%.
Gane o pierda, Trump ha creado toda una inmensa base social “trumpista” extremadamente sólida en los Estados del centro y sur del país, en las zonas rurales, entre amplios sectores de trabajadores blancos, y en una parte del voto latino, principalmente de ascedencia cubana, venezolana o colombiana.
Gane o pierda, Biden es ya el candidato presidencial más votado -en términos absolutos- de la historia de Estados Unidos con 69,7 millones de votos. Más que Obama Obama en 2008 con 69,4 millones. Efectivamente ha movilizado a una enorme base de votantes, muchos de los cuales, dadas las características plebiscitarias de estas elecciones, más que por él, han votado «contra Trump».
Gane quien gane, estas elecciones dibujan un país extremadamente polarizado en prácticamente dos mitades, recorrido por enormes tensiones. Cualquiera de los dos candidatos que gane va a tener que lidiar con cerca de 70 millones de opositores muy movilizados y muy opuestos a su política.
La democracia y el Imperio
EEUU es un Imperio, pero también una democracia, un régimen democrático. Un país bajo el dominio de una clase dominante, pero debe hacerlo “convenciendo” a su pueblo -a un pueblo norteamericano muy celoso de sus libertades y derechos- a través de una legalidad democrática.
Cientos de millones de personas votando y participando en política para decidir el rumbo del paíes es un gran ejercicio de democracia. Pero hay una gran necesidad del Imperio, es decir, de cada una de las líneas y fracciones oligárquicas, por «torcer» y secuestrar la democracia y conseguir la llave de la Casa Blanca.
En estas condiciones de agudísima lucha de clases, donde la feroz lucha entre las dos fracciones/lineas de la BM yanqui está entremezclada con la contradicción burguesía monopolista-pueblo norteamericano, aún son posibles muchos giros en el resultado.
Hay una lucha por cada Estado, por cada distrito, por cada mesa electoral, por cada papeleta. Hay ejércitos de abogados de republicanos y demócratas examinando cada voto y dispuestos a impugnarlo a la mñinima anomalía.
En esa pugna sin cuartel, ha sido Trump -como hizo la línea Bush en 2000- el que parece más dispuesto a violentar la democracia, cruzando peligrosas líneas rojas.
Horas después de cerrarse las urnas, Trump ha acusado a los demócratas de fraude y se ha declarado ganador. “Están tratando de robar las elecciones. No se lo permitiremos”. “Esto es un fraude y una vergüenza. Hemos ganado estas elecciones. Vamos a acudir al Supremo”.
“Vamos muy por encima, pero nos están intentando ROBAR las elecciones. Nunca les dejaremos que lo hagan. ¡No se pueden emitir votos después de que las urnas estén cerradas!”. “¿Cómo puede ser que cada vez que cuentan lotes de votos por correo son tan devastadoras en su porcentaje y poder de destrucción?”, ha dicho en twitter
Luego ha endurecido sus mensajes, dirigiéndose a sus propios votantes. Una campaña en la que pide dinero para “defender la integridad de las elecciones”. Con el título de “los demócratas planean robar las elecciones”, el texto acusa al bando contrario de “estar dispuesto a hacer cualquier cosa con tal de manipular los resultados”.
Y por último ha presentado una demanda en la que solicita que se detenga el conteo de votos en Michigan. Los demócratas también se preparan legalmente para contrarrestar estas maniobras, que ya se esperaban semanas antes.
Si hay litigio, el resultado puede acabar decidiéndolo el Tribunal Supremo, un alto tribunal donde los republicanos tienen ya una super-mayoría de seis jueces conservadores contra tres progresistas. Semanas antes de las elecciones, y en medio de una gran controversia, Trump colocó a la jueza conservadora Amy Coney Barrett, tras el fallecimiento de la progresista Ruth Bader Ginsburg.
Hay que recordar el papel que jugó este aparato clave de poder en el escándalo de las papeletas de Florida de 2000, donde el Supremo acabó decidiendo el resultado, entregando la victoria al republicano George W. Bush contra el demócrata Al Gore por solo 527 votos tras un complicado recuento en Florida.
Carlos dice:
Buff, como me dice un colega «gane quien gane, nos van a dar por el ojals igual «,unos de forma mas dura y otros de forma mas blanda, con vaselina. Vamos, que tenemos Microsoft Windows en las computadoras si o si