75 aniversario de la muerte de Francesc Macií , primer presidente de la Generalitat de Catalunya

Impostores en el año Macií 

Hace exactamente 75 años, justo el dí­a de navidad, murió Francesc Macií , histórico dirigente del nacionalismo catalán, fundador de ERC y primer presidente de la Generalitat de Catalunya. José Montilla, actual presidente de la Generalitat, y Ernest Benach y Joan Puigcercós -representantes de ERC- participaron el dí­a de navidad en el tradicional homenaje a Francesc Macií , que esta vez inaugura todo un año en su memoria. Montilla afirmó que «es un buen momento para tener el referente de Macií «, y Benach remachó esperando que «el espí­ritu de Macií  nos acompañe e ilumine». Aparentemente, existe un hilo que encadena el fogoso nacionalismo de Macií  con la exacerbación nacionalista que se ha apoderado de la polí­tica catalana. ¿Pero es eso así­? ¿Realmente tienen derecho Montilla, Benach y Puigcercós para apropiarse del legado de Macií ? ¿O no son más que simples impostores?

Francesc Macià es el ejemlo más claro de cómo las reivindicaciones nacionalistas –aún las más radicales- pueden resolverse, si se tratan correctamente, para fortalecer la unidad de España. Miembro de una acaudalada familia de campesinos leridanos, Macià ingresa en la carrera militar donde alcanza el grado de coronel del ejército español. Participa en los movimientos catalanistas de su época como Solidaritat Catalana o la Lliga Regionalista de Cambó. Las irreverentes soflamas antimilitaristas de un semanario satírico catalán llevan a sus compañeros de armas a asaltar la redacción pistola en mano y a presionar al gobierno civil hasta que el semanario es prohibido. Con lágrimas en los ojos, Macià abandona el ejército en 1907, su discurso de despedida es una declaración pública de amor a España, pero por ello mismo no puede tolerar que se veje y se ataque de esa manera a Cataluña y lo catalán. Su catalanismo se va radicalizando. Durante la Dictadura de Primo de Rivera se exilia a Francia, funda Estat Català, un partido radicalmente independentista, muchas de cuyas actuaciones rozan abiertamente con el fascismo y protagoniza un disparatado intento de invasión de Cataluña desde los Pirineos con un grupo de anarquistas. Tras la caída de Primo regresa a España y junto con otros pequeños grupos funda ERC, que arrasa en las elecciones municipales del 14 de Abril de 1931. El deseo de un profundo cambio social y político que recorrió toda España ese histórico día, se plasmó en Cataluña en un masivo apoyo a las candidaturas de ERC Ese mismo día, Macià, desde el balcón de la Generalitat proclama “la República catalana como Estado integrante de la Federación Ibérica”, acabando con un llamamiento “por Cataluña y por los otros pueblos hermanos de España”. Inmediatamente, tres ministros del gobierno provisional republicano –Nicolau d´Olwer, Fernando de los Ríos y Marcelino Domingo– viajan a Barcelona, y tras largas horas de dura discusión, Macià acepta revocar su proclamación y acuerda la negociación de un Estatuto de Autonomía para Cataluña en las próximas Cortes Constituyentes. “Hoy –dijo Macià– hago el mayor sacrificio de mi vida, pero lo hago sabedor de su alcance y de su necesidad”. La conquista del régimen republicano, de un grado de democracia y libertad inconcebible para el podrido aparato político de la Restauración, permite abordar correctamente esta contradicción desde la unidad, ofreciendo a Cataluña -después se extenderá al resto de nacionalidades- un grado de autogobierno plasmado en la restauración de la Generalitat. Durante los dos años siguientes en que sería presidente de la Generalitat, la colaboración de Macià con el gobierno republicano será de franqueza y total lealtad. El Estatut de Núria fue aprobado en referéndum (con un 75% de participación y un 90% de votos afirmativos), y luego negociado en las Cortes españolas, donde se eliminaron o suavizaron los artículos que entraban en contradicción con la unidad. Macià aceptó los recortes. Consideraba un triunfo histórico la instauración del autogobierno, y puso por delante el fortalecimiento del régimen republicano que lo había hecho posible. Tras su muerte, los parlamentarios de los partidos republicanos de izquierda dirán de él que ha sido “símbolo, no sólo para los catalanes que veían en él la garantía de sus libertades, sino para todos los españoles que por su concurso sentíamos garantizado el concepto más amplio de la unidad patria”. Esta idea, la de una correcta articulación entre las libertades de las nacionalidades y el concepto más amplio de la unidad de España se convertirá hasta tal punto en la línea dominante en el nacionalismo catalán, que sus sucesores en la Generalitat, Companys, Irla y Tarradellas (estos dos últimos ya en el exilio) serán puntales de primer orden, primero en la defensa de la independencia de la República española, después en la lucha por la recuperación de las libertades en España. Fortaleciendo, en los momentos más difíciles, la unidad del conjunto del pueblo de las nacionalidades y regiones de España. Pero también dentro de ERC podemos encontrar a Josep Dencás, líder de Estat Català tras la muerte de Companys, que llegó a probar un acuerdo con la Alemania hitleriana para encontrar “un lugar para Cataluña” en el nuevo orden nazi. O a Carles Pi i Sunyer, dirigente de ERC durante la guerra civil, que colaboró con Inglaterra para forzar la rendición de Cataluña a las tropas franquistas, y luego intentó negociar con Londres la independencia catalana. Ejemplos que nada tienen que ver con las reivindicaciones o aspiraciones nacionalistas, y mucho con la intervención de potencias extranjeras para dominar España, azuzando para ello la división y el enfrentamiento interno. Los actuales dirigentes del nacionalismo catalán no tienen derecho a usurpar el legado de Macià, Companys o Tarradellas, que comprendieron que la autonomía y libertad de Cataluña sólo podría realizarse plenamente en unidad con el conjunto del pueblo español. Son, más bien, los hijos de Dencàs o Pi i Sunyer, que para convertirse en virreyes locales no tuvieron reparos en diseñar para Cataluña el destino de un Gibraltar sometido a las potencias de turno.

Deja una respuesta