Juicio político contra el presidente norteamericano

Impeachment y guerra de desgaste contra Trump

El impeachment contra Trump sigue avanzando. Los primeros testigos han lanzado acusaciones graves, como presiones a Ucrania a cambio de favores contra los demócratas, o de una «diplomacia paralela» en Kiev. Dada la mayoría republicana en el Senado, no hay muchas posibilidades de que acabe con la destitución de Trump. Se trata de una guerra de desgaste a un año de las presidenciales.

Después de salir airoso del «Rusiagate» -las acusaciones de injerencias del Kremlin en la pasada campaña electoral- el ahora llamado «Ucraniagate» puede costarle caro a un Trump que afronta un crucial último año de mandato antes de las presidenciales de noviembre de 2020.

Solo en contadas ocasiones -el Watergate contra Nixon y el escándalo Lewinski contra Clinton- las luchas de poder de Washington se han llevado al terreno del ‘impeachment’. Tras varios amagos, los demócratas han cruzado ese Rubicón

El pasado 25 de julio, el presidente Trump llamó a su recién elegido homologo ucraniano, Volodímir Zelenski. Lo que le «pidió» es ilegal según la Constitución: pedir la ayuda de un país extranjero para solicitar una injerencia en las próximas elecciones, o un favor contra un rival político. 

Según un informante de la inteligencia norteamericana, Trump coaccionó a Zelenski para que impulsara las acusaciones de corrupción en su país contra Hunter Biden, hijo del exvicepresidente Joe Biden, posiblemente el próximo oponente demócrata de Trump en las elecciones de 2020. El Washington Post ha publicado que -como mecanismo de presión- Trump ordenó bloquear pagos de casi 400 millones de dólares en ayudas militares a Ucrania antes de hablar con Zelenski.

Detrás del impeachment

El impeachment es la expresión de la disputa cada vez más aguda entre las dos fracciones en el seno de la clase dominante norteamericana, enfrentadas sin tregua por el rumbo que debe tomar una superpotencia que está en declive estratégico.

La división y el enfrentamiento en el seno de la clase dominante norteamericana ha dado un salto cualitativo, pasando de realizarse entre sus representantes políticos -republicanos vs. demócratas- a darse y exhibirse públicamente en los principales aparatos del Estado.

Esta batalla interna -que si el impeachment prospera, va a volverse aún más virulenta- afecta a la gestión de la hegemonía norteamericana, en unos momentos donde EEUU mantiene importantes frentes abiertos, desde la guerra comercial con China a focos de tensión en Oriente Medio o América Latina. 

Esta pugna en la cabeza del Imperio tiene determinantes repercusiones para todo el panorama internacional. Pero Trump tiene fuertes bazas -y apoyos en la clase dominante- para salir airoso y conservar su iniciativa.

A 12 meses de las presidenciales

El impeachment tiene sus tiempos. En esta primera fase, el Comité de Inteligencia llama a los testigos a declarar. En una segunda fase, el Comité de Asuntos Judiciales eleva su informe al pleno. En la tercera fase, la Cámara de Representantes -ahora mismo con mayoría demócrata- decide si «imputa» al acusado (el presidente) e inicia formalmente el impeachment. Pero la cuarta fase es la decisiva: depende del Senado decidir si se destituye o no al presidente.

Dada la mayoría republicana en el Senado, y que ni siquiera todos los congresistas demócratas están igual de convencidos de la conveniencia -electoral- del impeachment, de momento las probabilidades de que este juicio político acabe con la destitución de Trump no son muy altas.

Pero los demócratas esperan que el show sirva -si las pruebas y testimonios de las prácticas ilegales y desleales de Trump son contundentes- para agitar las aguas contra el presidente y restarle apoyo electoral. La sociedad norteamericana siempre ha estado fuertemente polarizada respecto a la figura de Trump: las encuestas dicen que un 48% apoya el impeachment y desea su defenestración; pero que otro 44% opina que es un montaje demócrata. Influir en esa balanza puede ser decisivo en estos 12 meses que quedan antes de la cita con las urnas.

Un juicio televisado

La estrategia demócrata es, por tanto, convertir el impeachment en un espectáculo público. Hasta ahora, las audiencias del Comité de Inteligencia con los testigos eran a puerta cerrada, pero ahora son delante de las cámaras. En los bares de Washington, como si de una Superbowl se tratara, la gente queda para ver las comparecencias en directo. Hasta 13 millones de espectadores han registrado las primeras declaraciones. Y de momento no han defraudado. 

Primero ha sido el turno de dos veteranos diplomáticos, el embajador interino en Ucrania, William B. Taylor, junto a otro alto diplomático, George Kent. Ambos han detallado todas las maniobras para lograr que el gobierno de Kiev investigase a los Biden. Han asegurado que las ayudas militares para Ucrania fueron retenidas poco antes de la conversación de Trump con Zelenski.

Luego ha declarado la ex embajadora de EEUU en Ucrania, Marie Yovanovitch, que fue cesada por no ceder a las órdenes de Trump que le exhortaba a presionar a Kiev para encausar a los Biden. El presidente ha tuiteado furiosamente contra ella tras su comparecencia.

Una de las pruebas concluyentes de este asunto -aún no hecha pública, al tratarse de un altísimo secreto- es la grabación íntegra de la conversación telefónica del pasado 25 de julio entre Trump y Zelenski, en la que el norteamericano le pide explícitamente la investigación… a cambio de un «quid pro quo».

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