10 años de Ibarretxe en el gobierno: La década ominosa (II)

Ibarretxe apunta, ETA dispara

La dictadura del terror impuesta en Euskadi es un Jano bifronte. Por un lado aparece ETA, ejecutando el tiro en la nuca, la amenaza, el chantaje o la exclusión. Por el otro, los jelkides más virulentamente etnicistas del PNV, justificando y alimentando permanentemente el terror, y beneficiándose polí­ticamente de él. ¿Pero qué papel cumple cada uno de estos dos factores? ¿Es Ibarretxe el cómplice de ETA, o ETA y el entorno del terror -desde Batasuna a ANV o EAHK- cumplen un papel subordinado y complementario, aunque decisivo, en la estrategia de Ibarretxe?

La década ominosa de los gobiernos de Ibarretxe tiene una artida de nacimiento: Lizarra. La camarilla nazifascista del PNV percibió la formidable movilización ciudadana en respuesta al asesinato de Miguel Angel Blanco como una amenaza a su poder. Y pactó con ETA para dar una vuelta de tuerca al terror.Arzallus se entrevistó en secreto con la dirección de ETA. Como puede leerse en las actas de las reuniones Arzallus pidió discreción, porque “esta reunión de hoy, por mi parte, es personal, no la conocen ni el EBB (Euskadi Buru Batzar, máximo órgano de dirección del PNV) ni José Antonio Ardanza (el entonces lehendakari). Si el diálogo continuara tendría que intercambiar con algunos miembros del EBB que están en actitud de diálogo con ETA”. Quien sí formaba parte de la reducida camarilla nazifascista que pactaba con ETA era Ibarretxe, futuro lehendakari.Los términos de la alianza con ETA fueron establecidos por Arzallus: “No conozco de ningún pueblo que haya alcanzado su liberación sin que unos arreen y otros discutan. Unos sacuden el árbol, pero sin romperlo, para que caigan las nueces, y otros las recogen para repartirlas. Antes, aunque sin un acuerdo explícito, había un cierto valor entendido de esta complementariedad”.La “complementariedad” entre el terror de ETA y el poder de los etxekojaunchu (señores del caserío) aparece con claridad.El carácter nazifascista del proyecto de los Ibarretxe y Arzallus exige que se busque la fractura y la división, una línea de fragmentación social, de división étnica, de enfrentamiento cívico. Pero si, como en el caso de España, la unidad se asienta en sólidos lazos creados durante siglos de convivencia, cruce y mestizaje, entonces se hace necesario multiplicar la ferocidad para provocar el desgarro. Y obliga, al mismo tiempo a dotarse de un brazo armado como complemento indispensable de la estrategia política. En tanto que sólo puede imponerse por la fuerza y el terror sobre la parte de la población que se opone a ella, es preciso utilizar métodos nazis, inculcando en la sociedad una ideología y una cultura nazis.Unos “arrean” el árbol, y otros “recogen las nueces para repartirlas”.La llegada de Ibarretxe a la presidencia del gobierno vasco coincidió con una nueva ofensiva terrorista de ETA. Era eso exactamente lo que Arzallus había negociado en Lizarra con los terroristas. La imposición del plan Ibarretxe a la sociedad vasca así lo exigía.Los Ibarretxe y Arzallus marcan el camino al terror de ETA. Primero señalando los blancos a eliminar. Resucitando las teorías más reaccionariamente racistas de Sabino Arana para señalar quien es vasco y quien no, excluyendo –como pretendía hacer el plan Ibarretxe- a la mitad de la población vasca, la de origen inmigrante, del censo de vascos de pleno derecho. Fomentando el odio a España y a todo lo español, tanto en sus declaraciones como a través del control de los centros de enseñanza, de las ikastolas, y la amplia red de entidades «culturales» de todo tipo, azuzando el enfrentamiento entre los vascos y de éstos con el conjunto del pueblo de las nacionalidades de España. Esta es la cantera desde la que se incorporan los jóvenes primero a la kale-borroka y luego como pistoleros de ETA.Justificando el terror de ETA como consecuencia lógica del «conflicto político» que vive Euskadi. Y su actuación como algo inevitable por la actuación intransigente de los del Gobierno de Madrid, que no permiten “decidir” al Pueblo Vasco.Incluso el posible final de ETA pretende rentabilizarlo la camarilla nazifascista de Ibarretxe en propio beneficio. Mezclando la disolución de la banda terrorista con la satisfacción de los objetivos políticos etnicistas, encubiertos bajo el tramposo “derecho a decidir” (¡cómo va a decidir una sociedad mientras una pistola le amenaza!) negociados en una “mesa política” donde no estaría presente ETA, pero sí Ibarretxe.

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