El Observatorio

í‰tica

El fútbol es muchas cosas. Un juego, que puede llegar a ser muy bello y seductor. Una pasión colectica, que arrastra multitudes. Una fuente de mitologí­as, con sus í­dolos y sus villanos. Una forma moderna y civil de confrontación entre ciudades, entre paí­ses y aún entre continentes. Pero hoy en dí­a, además de todo esto, el fútbol (profesional) es dos cosas: un impresionante negocio (o mejor, un medio en el que se ejecutan y dirimen negocios de enorme envergadura) y, por otro lado, un espectáculo de masas que cumple a la perfección la misión de «nuevo opio del pueblo»: los domingos ya no se va a misa, se sigue la jornada de liga. Son estos nuevos ingredientes los que explican las impresionantes luchas de poder que se producen para estar a la cabeza de los grandes clubes de fútbol europeos.

Esas luchas han dado ie a que, en los últimos años, veamos aparecer al frente de los clubes de fútbol desde a destacados miembros de las oligarquías europeas (Berlusconi en Italia al frente del Milan, Abramovich en Inglaterra al frente del Chelsea, Florentino Pérez en España al frente del Real Madrid, por citar a tres de los más importantes clubes de Europa) hasta personajes salidos de los pelotazos inmobiliarios recientes o incluso "mafiosos", no de guante blanco, como muchos de los anteriores, sino de armas tomar, como el famoso Jesús Gil, del Atlético de Madrid.Ni que decir tiene que la presencia de estos personajes al frente del mundo del fútbol arrastra poderosas consecuencias, que tienen ya muy poco que ver ni con la nobleza del juego, ni con su mitología ni con la pasión popular. Consecuencias que afectan a la economía de los clubes (que se convierten en foco de operaciones económicas opacas y tráfico de comisiones ilegales sin fin, que están dejando a los clubes con endeudamientos astronómicos: Madrid y Barça deben más de mil millones, el Valencia 500…), así como en una creciente alteración de las "reglas del juego", donde se hace perceptible el creciente peso de los poderosos y la verificación del dicho popular de que "quien paga manda". La presencia al frente del fútbol europeo (la UEFA) del famoso "mafioso corso" Michel Platini es otro síntoma de por donde van las cosas.Instalados ya desde hace tiempo en esta vorágine, y acostumbrados al rosario de escándalos que sacuden a este mundo (hace no tanto que se demostró que el "calcio" estaba manipulado, que muchos árbitros europeos son habitualmente comprados, etc), parece que ya nada puede sorprendernos ni escandalizarnos. Pero no es así. La realidad siempre es capaz de generar y ofrecernos aspectos inéditos y todavía más chocantes.Y la prensa deportiva de estos días nos regala uno de esos "picos" insuperables en la orografía del disparate. Y es que, en la lucha de poder por el control del Real Madrid que se desató tras la dimisión de Calderón (recuerdan: el que manipuló una asamblea del club para lograr aprobar las cuentas: otra "novedad" en el universo de delitos del fútbol actual), ha aparecido una candidatura, que auspicia el retorno del "galáctico" Florentino Pérez, que se autodenomina nada menos que "Ética Madridista". Confieso que en los últimos tiempos he visto a la palabra "ética" en muchas situaciones comprometidas (por ejemplo, en esa nueva rama que se denomina "ética de los negocios"), pero verla arrastrada hasta este cenagal no deja de producirme cierta desazón. Que una batalla de oligarcas, constructores y mafiosos para dominar la cabeza de un club de futbol se coloque bajo la bandera de la "ética" es algo así como presentar la reciente invasión de Irak bajo el estandarte del pacifismo. La prostitución del lenguaje llevada a su máxima expresión. Y la desvergüenza de los protagonistas elevada al cubo.En los años treinta y cuarenta el boxeo era el deporte rey en EEUU. Cuando las mafias económicas lo dominaron y lo convirtieron en un tongo perpetuo para controlar las apuestas, el boxeo se hundió. La ambición y la codicia mataron la gallina de los huevos de oro. ¿Ha empezado a caminar el fútbol en la misma dirección?

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