Distribuidoras monopolistas imponen precios por debajo del coste

Hundir a los agricultores, abusar de los consumidores

Los precios de la fruta de verano en origen han experimentado un total hundimiento en las últimas semanas, con unas cotizaciones, según las organizaciones de productores por debajo de costes. Lorenzo Ramos, el secretario general de la Unión de Pequeños Agricultores (UPA), considera que no hay razones objetivas para este hundimiento de los precios. La única causa que existe para él es la presión a la baja que están ejerciendo las cadenas comerciales para tener un mayor margen de maniobra y permitirse el ofrecer productos más baratos a los consumidores en un tipo de oferta donde no existe la posibilidad de generar las llamadas «marcas blancas». Todo ello es consecuencia del control monopolista que imponen las grandes distribuidoras europeas sobre el mercado de productos agrí­colas.

La osición de la UPA es compartida por la Federación de Productores y Exportadores de Frutas y Hortalizas (Fepex), que conoce y sufre el sistemático descenso del precio de sus productos y por eso afirma que la mayor presión bajista correspondería a los grandes grupos de distribución comunitarios. Se ha llegado a que las producciones de calibres más bajos no tengan prácticamente precio; y las de calidad superior tienen precios tan bajos que las cotizaciones se sitúan en 0,40 euros por kilo para nectarinas y melocotones; 0,55 euros para la ciruela o 0,10 para la sandía.Hay que parar esta imposición monopolista que destruye nuestra agricultura y abusa de los consumidores. Como reivindican las asociaciones de agricultores, deben fijarse precios mínimos para los productos agrarios en origen. No sólo no pueden ser menores que los costes sino que deben permitir la obtención de una mínima ganancia. Como reivindican las asociaciones de consumidores, deben fijarse precios máximos de los productos en su venta, evitando los movimientos especulativos de los grandes monopolios europeos de la distribución comercial. Porque estos monopolios, como sanguijuelas de doble cabeza, chupan de los agricultores y de los consumidores.

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