Hostilidad y rebelión global

Posiblemente, la mejor sí­ntesis y balance del tablero internacional en el año que ahora termina nos la ha proporcionado un viejo conocido, Zgnieb Brzezinski, antiguo consejero de Seguridad Nacional con Carter, fundador de la Trilateral con Rockefeller y en la actualidad cercano asesor de Obama en cuestiones de polí­tica exterior.

Hace apenas unas semanas, en una conferencia dada en su país natal, Polonia, Brzezinski reconocía abiertamente que “el incremento del activismo populista en todo el mundo prueba ser hostil al dominio externo del género que prevaleció en la era del colonialismo y el imperialismo, por lo que la resistencia populista persistente y altamente motivada de pueblos políticamente despiertos y resentidos históricamente al control externo ha probado ser crecientemente difícil de suprimir”.Bajo la apariencia de un enrevesado argumento, es imposible no advertir la lucidez política de uno de los más brillantes estrategas en la defensa de los intereses globales de la superpotencia norteamericana. «La conquista de la soberanía es una tendencia imparable que el hegemonismo ya no es capaz de detener» Traducidas políticamente, las conclusiones de Brzezinski son sumamente reveladoras.Lo que el califica, desde su punto de vista de forma peyorativa, como activismo y resistencia “populista”, no es otra cosa que la lucha y la resistencia cada vez más activa de los pueblos frente a las políticas hegemonistas de agresión, intervención y saqueo. De ahí que se vea obligado a reconocer que esta lucha la protagonizan “pueblos políticamente despiertos”, es decir, conscientes de sus intereses y del camino que deben tomar para defenderlos.Pero no sólo, aprecia perspicazmente Brzezinski, eso. Además son pueblos “resentidos históricamente al control externo”. Es decir, hartos de que las grandes potencias imperialistas quieran imponerles sus políticas y decidir sus destinos.Por eso es un activismo que resulta, como reconoce con pesimismo, “hostil al dominio externo” que, bajo el poderío de un pequeño puñado de potencias imperialistas –y a lo largo de los siglos XIX y XX, “la era del colonialismo y el imperialismo”– se ha enseñoreado del mundo. Una hostilidad, resistencia y lucha que, como está comprobando la superpotencia en su ocaso imperial “ha probado ser crecientemente difícil de suprimir”.Lo que Brzezinski está diciendo, en definitiva, es cómo la lucha de los pueblos en defensa de su soberanía y por la conquista de la independencia nacional es una tendencia imparable en el mundo de hoy que el hegemonismo yanqui ya no es capaz de detener.A medida que EEUU se enfrenta a unas necesidades económicas acuciantes para poder mantener su supremacía mundial, su voracidad para saquear al resto del mundo se multiplica. Unas crecientes necesidades, con la deuda y el saqueo que generan, que en realidad son el origen de toda la crisis que vivimos una parte del planeta.Pero, al mismo tiempo, Washington observa, y ese es el motivo profundo de las palabras de Brzezinski, cómo sus planes se enfrentan a dos formidables obstáculos.En primer lugar, la aceleración del crecimiento de las potencias emergentes, quitándoles a pasos agigantados pedazos cada vez mayores de la “tarta” de la riqueza mundial. Y la conquista de la soberanía nacional por un número cada vez mayor de países, achicándoles progresivamente el espacio del que disponen para explotar y saquear a su antojo.Y en segundo lugar, la rebelión de los pueblos que recorre todo el planeta, desde Iberoamérica hasta Oriente Medio pasando por el sur de Europa.

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