El presidente francés, François Hollande, trata de convencer a la canciller alemana, Angela Merkel, de la necesidad de postergar las políticas de rigor y control del déficit para dar prioridad a las de estímulo con las que relanzar la demanda europea. Si Angela Merkel cuenta con el apoyo explícito del presidente del Gobierno español desde el acuerdo alcanzado el lunes en Santiago de Compostela, Hollande tratará de conseguir por su parte el sostén de sus socios, los socialistas europeos.
Pese a que se ha producido un cambio de tono en el Gobierno francés en su trato con Alemania tras la destitución del ministro de Economía, Arnaud de Montebourg, las diferencias entre París y Berlín se mantienen.
Hollande llegó al poder con la promesa de promover en Europa un pacto por el crecimiento, pero no solo no lo ha conseguido hasta el día de hoy, sino que ve como aumentan las amenazas deflacionistas en Europa, y muy en especial en España.
Entre los analistas anglosajones se apunta precisamente como razón principal de los bajos costes de las emisiones de deuda de los países de la zona euro que los mercados están descontando que, a medio y largo plazo, a 5 y 10 años, la eurozona sufrirá el ‘mal de Japón’; es decir bajos tipos acompañados de crecimiento nulo.
Así, los diferenciales de la prima de riesgo a favor de los países del euro frente a las emisiones de Estados Unidos lo que reflejan no es una confianza en las nuevas medidas de estímulo del Banco Central Europeo y en la posterior recuperación económica de la zona, sino las dudas de que la deflación se instale por mucho tiempo en Europa. De ahí las dudas que han empezado a mostrar los mercados este mismo jueves con el futuro de la economía europea.
Para resolver el dilema, el presidente francés ha anunciado en su discurso anual de política exterior ante los embajadores franceses reunidos en París que va a convocar una cumbre extraordinaria de los líderes de la eurozona para relanzar su economía e «ir más allá» en la creación de un plan de crecimiento que el anunciado por el nuevo presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, en el que comprometió 300.000 millones de euros para proyectos de inversión.
En respuesta al discurso del 20 de agosto de Angela Merkel en Lindau, en el que pidió establecer sanciones contra los países que no cumplan sus compromisos de control del déficit, Hollande propone que la cumbre extraordinaria apruebe «la plena utilización de la flexibilidad para el ritmo del ajuste presupuestario que manda en la eurozona, mientras los países se esfuerzan en reducir su déficit”.
El presidente galo, que ha rechazado el enfrentamiento abierto con Alemania que defendía su ex ministro de Economía, exige en cambio mayor libertad de acción para conseguir el cumplimiento de su objetivo de alcanzar el equilibrio presupuestario, pese a las reticencias de Bruselas y Berlín.
Hollande admite la necesidad de aplicar las reformas estructurales de las que hablan Bruselas, Berlín e incluso el Banco Central Europeo, pero también quiere que se aplique la segunda parte de las propuestas de Draghi, aquellas que hablan de movilizar Europa con políticas fiscales y no solo con las anunciadas nuevas medidas de política monetaria que dependen del Banco Central Europeo.
Queda muy poco tiempo hasta la celebración de la cumbre europea de mañana sábado en Bruselas como para que se pueda producir algún acuerdo que cambie la actual política de austeridad. La cumbre tiene como objetivo principal decidir los nombres de las personas que han de ocupar los altos cargos todavía pendientes de nombrar en las instituciones comunitarias.
Pero los riesgos de deflación y la necesidad de recuperar la iniciativa del presidente francés de cara a su electorado han reabierto un debate sobre el futuro de Europa que coge a España claramente de por medio.