Crisis industrial. Cierre de Wrigley en Tarazona (Zaragoza)

Historia de un despieze programado.

Hace cuatro años, cuando Wrigley cerró la planta de Alcarrás, en Lleida, una de las trabajadoras afectadas que llevaba 25 años en la empresa denunció que el traslado a Tarazona era sólo una excusa: «Los americanos pagaron más de 200 millones de euros, simplemente para deshacerse de nosotros y, dentro de un tiempo, harán lo mismo en Tarazona». Sus palabras eran proféticas.

Era 2004 y la multinacional norteamericana Wrigley movía sus fichas ara expandirse hacia Europa, India y China. Pero su paso por España ha sido devastador. No había pasado un año de la compra de Joyco al grupo catalán Agrolimen, cuando en marzo de 2005 la planta de producción de goma de mascar de Alcarrás, en Lérida fue cerrada y deslocalizada a China y Tarazona (Zaragoza). El 80% de la plantilla vivía en el pueblo (5500 habitantes) y el 75% estaba integrado por mujeres que no aceptaron ir a Zaragoza. Parte de la planta de goma base de Barberà del Vallès (Barcelona) también se trasladó a China. Una reorganización que, supuestamente, aseguraba la viabilidad "a largo plazo" pero que, cuatro años después, se ha mostrado como un paso en su estrategia de adueñarse del mercado español desguazando su capacidad productiva a conveniencia. Por un lado, La planta de Tarazona, que producía los caramelos Solano, pasó a especializarse en goma de mascar (la principal marca del grupo americano es Orbit) junto con plantas chinas, dejando más al margen el caramelo. Ahora, la caída en ventas de chicle es, dicen, el motivo de despedir a 160. Aquella deslocalización a tan sólo 200 kilómetros buscaba salarios un 20% más bajos y ayudas del Gobierno Aragonés (a diferencia de Cataluña, Aragón estaba incluida en diversos programas de subvenciones europeas). En tercer lugar, el cierre de Tarazona ha sido precedido en tan sólo unos meses, en julio, al del centro de I+D que la multinacional tenía en Sabadell, cuya actividad fue trasladada, una parte a Chicago, sede central de la empresa, y otra a Praga. Las marcas de Joyco (chicles Boomer, Trex o Bang-bang, caramelos chimos y Solano entre otras) se vendían en 70 países Con el cierre de Tarazona se pone punto y final a Joyco en España, la heredera de General de Confitería creada en 1977. En 2002 facturaba unos 300 millones de euros (el 75% de sus ventas fuera de España). Era propiedad de Agrolimen, el imperio de alimentación de la familia Carulla (Gallina Blanca). En el momento de su venta sus marcas (chicles Boomer, Trex o Bang-bang, caramelos chimos y Solano entre otras) se vendían en 70 países y empleaba a 3600 trabajadores en catorce fábricas (España, China, India, México, Filipinas, Polonia, Rusia y EE.UU). Wrigley se hizo, por tan sólo 215 millones de €, con sus posiciones en mercados tan estratégicos como China o India y con el negocio de bases para chicles y gominolas. La familia Carulla se desprendió de Joyco para capitalizar su expansión internacional. En 2007 la facturación de la empresa era de 209 millones, casi un 30% menos que en 2002. Joyco no ha sido sólo víctima de los Carulla y Wrigley, sino sobretodo de la dejación de unos gobiernos, nacional y autonómico, que han subvencionado y permitido el desmantelamiento productivo en España. La necesidad de condicionar las ayudas a las multinacionales a la reinversión de un mínimo de los beneficios conseguidos para mejorar las instalaciones y aumentar la contratación, la necesidad de que las cuentas de cómo se reinvierten estos beneficios sean públicas, de que los trabajadores accedan a una cuota cada vez mayor de gestión de la empresa (cambio de horas o rebaja salarial por acciones) y que tengan planes de viabilidad propios para hacerse cargo de los centros productivos. En definitiva, son necesarias medidas que permitan ahorrar y redistribuir la riqueza que ahora concentran unos pocos para invertirla en empresas productivas, y es necesario un poder político en España autónomo de los intereses monopolistas, con voluntad de invertir en creación de riqueza y empleo para salir de la crisis. Tarazona, una zona ya castigada por varias deslocalizaciones, es testigo y víctima.

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