Hoy me gustaría recordar que la primera celebración del 8 de marzo como Día Internacional de la Mujer Trabajadora en España fue después de la victoria del Frente Popular en febrero de 1936, con dos actos de masas en Barcelona y Madrid. Dolors Bargalló, de ERC, en la Ciudad Condal, y Dolores Ibarruri, del PCE, en la capital, estuvieron unificadas en reivindicar el papel fundamental que jugaban las mujeres en impedir la guerra que ya urdía la Alemania nazi.
Ocho décadas después, Fraser, Arruzza y Bhattacharya, tres líderes feministas estadounidenses, introducen su Manifiesto de un feminismo por el 99% con Madrid y Barcelona como punta de lanza de este movimiento. En concreto, la huelga de 2018 contra la alianza de patriarcado y capital, abogaba “por una sociedad libre de explotación, opresión y violencia machista”. Las autoras exponen que la protesta abre un camino para el feminismo enfrentado al de Sheryl Sandberg, ejecutiva de Facebook, y su “los problemas en el mundo se solucionarían si la mitad de las empresas estuvieran dirigidas por mujeres». Oh, el feminismo burgués, siempre cuidando de todas.
El feminismo español estaba yéndose de madre. No dudaba en señalar que el indispensable matrimonio entre capitalismo y patriarcado se encuentra en la base de nuestra opresión, explotándonos así más y mejor. La reina huele el jaque justo cuando entra en juego en el tablero una histórica discusión: Las mujeres trans, ¿Mujeres o el horrocrux?
El debate monopoliza y divide conversaciones, asambleas, y consignas: ¡Mujeres con pene, mujeres con vagina, hay muchas más mujeres de las que te imaginas! cantaba la cabecera de la manifestación del año pasado. ¡En esta mani, nos sobran penes, el feminismo es para las mujeres! respondían las abolicionistas. Las ganas de luchar se enquistan y se retuerce el sano debate ideológico para poner el foco en uno de los sectores más atacados de la sociedad: las mujeres trans. Se las retrata como hombres peligrosos que se disfrazan para invadir nuestros espacios. Suena bastante factible. A la última mujer trans que conocí le recortaron el sueldo un 60% después de salir del armario.
Siguiendo con las mujeres de mi alrededor, el otro día una amiga me decía que cada vez estaba más desencantada con el feminismo, y que no tenía ganas de participar en el 8M. El sectarismo nos desalienta y nos confunde de enemigo. Sin embargo, la realidad es que, después de un año en el que las mujeres hemos estado en primera línea de fuego en centros sanitarios, residencias y comercios, vemos que la brecha salarial aumenta a niveles de 2013. Es entonces cuando uno de los movimientos feministas más organizados y conscientes del mundo se diluye en disputas sobre el sexo de los ángeles. Solo la unidad y la solidaridad salvarán el feminismo y nos permitirán seguir abriendo camino junto a nuestras compañeras de todo el mundo. ¡Hermana, que no nos dividan!