La guerra interna desangra al PP (1)

Herederos

Justo cuando TVE concluye Herederos, la historia de una saga familiar atravesada de intrigas, chantajes, dosieres, corrupción y crí­menes, el PP decide inaugurar la suya propia. El detonante ha sido la batalla por el control de Cajamadrid, la cuarta institución financiera del paí­s y núcleo de muchos grandes negocios en la comunidad más dinámica y próspera de España. Pero la larvada guerra intestina vení­a de mucho antes. El PP, huérfano de liderazgo, carente de lí­nea definida y sin un claro patronazgo internacional ni nacional, se desangra en una feroz batalla interna cuyas peores consecuencias están seguramente todaví­a por llegar.

Prácticamente sin exceción, todo el mundo sitúa la fiera rivalidad entre Esperanza Aguirre y Alberto Ruiz Gallardón por suceder al débil y dubitativo Rajoy, como la causa última de la guerra de dosieres, tramas de espionaje, denuncias y golpes bajos que sacuden inmisericordemente al PP desde hace dos semanas. Y aunque, efectivamente, la ambición contrapuesta de ambos personajes es parte no menor en el asunto, atribuir exclusivamente a Aguirre y Gallardón la capacidad de paralizar y hundir al segundo partido del país, alternativa al gobierno Zapatero y con 10 millones de votos, revela tanta perspicacia como creer que Felipe González cayó gracias a la sagacidad y audacia investigadora de El Mundo. Lo que está poniendo de manifiesto la guerra del espionaje en el PP de Madrid es la multiplicidad de tramas, intrigas e intereses que atraviesan al principal partido de la oposición y representante por excelencia de la derecha española. ¿Dónde está el patrón? No es posible explicar, ni entender, nada de lo que ocurre en el PP sin hacerse previamente la pregunta del millón de dólares; ¿a quién representa hoy, en términos de clase, de poder de clase, el PP? Nada mejor para comprender las claves que este enigma encierra, que situarnos en la orilla opuesta, el PSOE de Zapatero. Ahí emerge con claridad su sentido más profundo. Para nadie era un secreto a la altura de 2003, que la línea de Zapatero representaba un alineamiento total y completo con las posiciones y los intereses del eje franco-alemán, comandado por aquel entonces por el tándem Chirac-Schröder. El giro radical en política exterior que propugnaba (oposición a la guerra de Irak, cierre de filas con la “Vieja Europa”, reconocimiento de la supremacía franco-alemana en la UE,…), era el contrapunto ideal y la alternativa perfecta frente a un Aznar que se había convertido tras su alianza con Bush y sus continuos enfrentamientos con el eje París-Berlín, en un auténtico quebradero de cabeza para éstos. La llegada de Zapatero al frente del PSOE en el año 2000 es inseparable de este patronazgo internacional franco-alemán. Pero, ¿y el PP de Rajoy? ¿A qué o a quiénes representa? ¿Cuáles son sus “patrones” en la escena internacional? En otra palabras, ¿dónde están sus Chirah o Schröder? El espectáculo dado por la dirección del PP en las pasadas elecciones norteamericanos es significativo de lo que decimos. Una parte de ellos, cerrando filas con McCain. Otra parte inclinándose por Obama. Esperanza Aguirre en la convención de los republicanos. Jorge Moragas en la de los demócratas. Aznar diciendo que Obama es un “exotismo histórico”. González Pons afirmando que es el futuro. Y en medio de todos ellos, Rajoy, al que fue imposible sacarle una sola palabra acerca de por quién se inclinaba. Aunque se precipitara pocas horas después del triunfo de Obama en enviarle una carta de felicitación. ¿Es pensable una vacilación, una indefinición, un cruce de alineamientos de este tipo en una fuerza llamada a dirigir un Estado plenamente instalado en la asimétrica órbita dual de dominio de Washington y las potencias centrales de la UE? El talón de Aquiles del PP Pero si eso ocurre en el frente externo, 5 años después de su llegada al gobierno, todavía es menos dudoso que en el frente interno Zapatero ha contado con el apoyo completo y el sostén explícito de Botín, dueño del mayor poder financiero del país y cabeza visible del sector hegemónico de la clase dominante española. La simbiosis entre Botín y Zapatero en estos años ha sido tal, que nunca antes en la historia se había visto –ni en España ni fuera– a un gran banquero dirigir en público tantos elogios y tan repetidas muestras de apoyo a un gobernante. ¿Y Rajoy? ¿Dónde están las alabanzas de los círculos de poder económico hacia él? O, lo que es lo mismo, ¿con qué sectores de la clase dominante se “engarza” su alternativa política y económica? ¿En qué consiste su proyecto?Resulta difícil de explicar cómo es posible que un partido con 10 millones de fieles votantes sea incapaz de rentabilizar política y electoralmente los continuos traspiés de uno de los gobiernos más incompetentes e insustanciales que ha tenido la democracia española. Ni la negociación con ETA, ni las reformas autonómicas, ni la dimensión de una crisis negada hasta ayer mismo por el gobierno, han servido para acercar al PP al poder. Desde luego que en ello han influido los propios errores internos, la pusilanimidad del liderazgo de Rajoy, sus continuos tumbos y escoramientos hacia las posiciones derechistas y clericales más extremas. Tema del que nos ocuparemos mañana. Pero aún siendo todo esto una suma cumplida de debilidades e inconsecuencias, no sirven todavía para explicar la larga travesía del desierto de la derecha española. Su verdadero talón de Aquiles está en el enemigo que tienen enfrente: el gobierno Zapatero, es decir, el gobierno de Botín. A través de la gestión de Zapatero, Botín y los sectores de la clase dominante aliados tras él han diseñado la política económica española de estos años, conduciéndola y poniéndola al servicio de su objetivo de crecer y expandirse por Europa. Mientras tanto, la atención de la mayoría del país era desviada –como en el juego de las bolitas de los trileros– hacia las grandes y polémicas medidas sociales del matrimonio gay, el divorcio exprés o la educación para la ciudadanía. ¿Qué proyecto alternativo para la clase dominante –o para alguno de sus sectores más importantes– tiene Rajoy? ¿Lo conoce alguien? ¿Lo sabe él mismo?Y ello constituye su segunda mayor debilidad. El fértil humus en que la ambición de personajes como Aguirre y Gallardón para emerger como alternativas con un proyecto definido –y antagónico– para el PP puede crecer y exasperarse hasta el límite.

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