Amós García Rojas, presidente de la Asociación Española de Vacunología

“Hay que mezclar optimismo y cautela”

En las últimas semanas, varias noticias han llenado de esperanza a la opinión pública mundial. Si la semana pasada la noticia era el anuncio, por parte de Pfizer y BioNTech, que  su vacuna ha demostrado más de un 90% de eficacia en ensayos clínicos, ayer mismo se anunciaba que la de Moderna tiene más de un 94%. 

Hablamos de todo ello con Amós García Rojas, epidemiólogo, Jefe de Servicio de Epidemiología y Prevención del Servicio Canario de Salud, y presidente de la Asociación Española de Vacunología, y sobre las expectativas de la disponibilidad, en un horizonte de meses, de las primeras vacunas en España.


Las últimas noticias sobre las fases avanzadas de varias vacunas -Pfizer, Moderna, la Sputnik V- han despertado la esperanza. ¿Cuánto debemos tener de optimismo y cuánto debemos reservar a la cautela?

Pues posiblemente tengamos que mezclar las dos cosas. Lógicamente la noticia que ayer dio la empresa Moderna es el segundo comprimido de optimismo que recibimos tras el primero, que notificó Pfizer. 

Son noticias que hablan de una eficacia muy elevada, superior al 90% en los dos productos. Pero siempre hay que tener cautela. Estamos hablando de resultados en el contexto de un ensayo clínico avanzado, con decenas de miles de personas, pero luego habrá que monitorizar la eficacia de cómo esas vacunas funcionan en la realidad, cuando se empiece a administrar en la ciudadanía. 

Yo me creo los resultados, estamos hablando de empresas muy sólidas. Pero hay aspectos que deberíamos tener presentes, porque así no se deben escenificar los logros de un producto. Se ha hecho a través de una nota de prensa, cuando lo riguroso es hacerlo publicando esos logros en revistas científicas de alto impacto, para que puedan ser revisados por pares, etc… Este es el modelo razonable para algo de tanta trascendencia sanitaria y científica.

En el caso de la vacuna rusa, la Sputnik V, ni siquiera ha sido por una nota de prensa del instituto científico, sino directamente el presidente Putin. La secuencia de esta escenografía no me gusta. Primero la de Pfizer anuncia por la prensa un 90% de eficacia, al día siguiente Putin dice que la de Rusia tiene un 92%, y pocos días después sale la de Moderna, también por la prensa, asegurando un 94% y que no necesita frío.

Insisto, no pongo en duda lo que dicen. Yo me lo creo y son excelentes noticias. Pero a mí me preocupa esta forma de escenificar los avances de la lucha contra el Covid, porque da la imagen de una carrera propagandística, donde lo que importa es quién llega primero. Y esto puede generar recelos y desconfianzas entre sectores de la ciudadanía, que en vez de ver la búsqueda de un remedio a este grave problema de salud pública, perciben una competición entre empresas o países. Hay que hacer las cosas con rigor para no generar desapego entre la opinión pública.

¿Es usual que las «primeras versiones» de una vacuna, desarrolladas además muy deprisa, tengan ese nivel de eficacia?

Sí es posible, en función de la tecnología que puedas utilizar. Quiero insistir que estamos hablando aún de ensayos clínicos. Luego habrá que modular la eficacia real de esas vacunas cuando empiecen a tener recorrido poblacional. Pero sí, es posible este grado de efectividad a la primera. 

La vacuna de Pfizer ha sido probada en 43.500 personas, la de Moderna en más de 30.000 y hasta el momento no han ocasionado respuestas adversas. Pero muchos se preguntan cómo es posible acelerar el proceso de elaboración de una vacuna, que antes llevaba muchos años y ahora se ha tenido que hacer en menos de un año, sin que se pierda en seguridad…

También eso es posible. Es cierto lo que dices, el proceso de elaboración de una vacuna suele tardar bastantes años. Lo que ha ocurrido en este caso es que estamos ante una situación grave para la salud pública mundial, y se ha buscado tener cuanto antes un instrumento que permita mitigarlo. 

La aceleración se ha hecho de dos formas. Una que todo el proceso de investigación se haya centrado en la búsqueda de la vacuna, con muchos miles de equipos trabajando en un mismo objetivo. Y en segundo lugar, aunque el protocolo de investigación de la vacuna se ha respetado, siguiendo las mismas etapas (una etapa preclínica y tres etapas clínicas), las fases clínicas se han solapado unas con otras. Es decir, estamos en Fase 1 y antes de tener los resultados definitivos, empezamos la Fase 2 y la Fase 3 (con más número de personas). Las fases de seguridad se cumplen, pero están superpuestas, lo que permite acelerar.

Sobre la seguridad, hay dos aspectos importantes sobre el proceso de elaboración de estas vacunas contra el Covid-19. Una es que ha sido completamente transparente, con toda la atención pública mundial muy pendiente, examinando cada proyecto. A diferencia de otras vacunas, nos hemos enterado de todo lo que ha acontecido, de los detalles de cada avance o cada contratiempo. Nos hemos enterado que la vacuna de Oxford ha tenido dos accidentes espontáneos, y que la de Jansen tuvo uno. 

Y otro elemento que es subrayable, es que además de la transparencia, se ha sido cuidadoso con la seguridad. Ante esos incidentes espontáneos de voluntarios donde se estaba ensayando alguna vacuna, sin que estuviera establecida relación de causalidad alguna entre las vacunas y los trastornos que aparecieron (que entre 30.000 voluntarios alguno tenga un problema de salud, puede ser casualidad), solo la aparición de dos o tres casos sospechosos hizo parar todo el proceso, investigar esos casos en concreto, hasta descartar el fármaco como causa. Mediante las mismas empresas y una comisión científica independiente, evaluando al detalle, verificando caso por caso.

Y hay un tercer elemento de seguridad. Cada uno de los productos, de las vacunas, ha de ser autorizado por las autoridades sanitarias pertinentes y las agencias controladoras, como la Agencia Europea de Medicamentos o la FDA norteamericana. Y si esas agencias tienen la más mínima duda sobre la seguridad de un producto, o del proceso de investigación y testeo, lo echan atrás. 

De confirmarse las buenas noticias, tanto la de Pfizer/BioNTech como la de Moderna son las primeras vacunas de una tecnología nueva, las vacunas de ARN mensajero. No usan virus atenuados, ni siquiera «trozos» de virus, sino que inyectan las instrucciones (el ARNm) para que nuestras propias células sinteticen la proteína de la espícula del coronavirus y desencadenen la respuesta inmune. ¿Abre esto la puerta a una nueva forma de elaborar vacunas, más rápida, más efectiva y más segura?

Sin duda, efectivamente. Y si además se consolida como anuncia la de Moderna, una temperatura de conservación más adecuada (necesita -20ºC, la temperatura de un congelador normal, frente a los -80ºC de la de Pfizer, solo disponible en ultracongeladores), si tenemos un uso más fácil y podemos esquivar los problemas logísticos, estamos ante una revolución en el mundo de las vacunas. Ofrece la posibilidad de elaborar vacunas nuevas, ante nuevas enfermedades, en un tiempo no excesivamente largo. Pero hay un inconveniente: va a encarecer el producto, porque es una tecnología cara, por sus requerimientos de conservación. Es posible que las vacunas que ofrezca solo sean asequibles al principio para los países desarrollados.

Los precios que se están barajando para las vacunas de Moderna y de Pfizer oscilan alrededor de los 20-30 euros por dosis, un 40-45% más caras. Y se requieren dos dosis por persona. La vacuna de Oxford/AstraZeneca, en principio aseguran que van a venderla a su precio de costo, unos 2-3 euros por dosis. 

Contando estas dos hay 10 vacunas contra el Covid en fase 3, y cerca de 200 en diferentes etapas de ensayos. En España tenemos unos 10 grupos. Además de la eficacia y la seguridad, hay un factor que sólo se podrá evaluar con el tiempo, y es si las vacunas generan inmunidad duradera y permanente. Por eso muchos expertos dicen que es bueno que vayamos a tener tantas vacunas contra el Covid. ¿Es así?

Coincido con esa opinión, y no solo por razones científicas, sino porque al haber más oferta, disminuyen los precios, algo muy importante para hacer accesible estas vacunas a la población mundial. Cuantas más vacunas hayan, mucho mejor.

Y además es posible que se puedan complementar unas con otras. Es posible que haya algunas que sean más apropiadas para generar respuesta protectora en determinados sectores de la población, por ejemplo mayores de 65 años, y otras vacunas que funcionen mejor en jóvenes, o en adultos con patologías de base. 

No estoy hablando de intercambiar vacunas, de que se pueda administrar dos o más vacunas a un mismo paciente. Para eso hay que hacer estudios de intercambiabilidad que no podemos tener ahora. Pero sí distintas vacunas, con características idóneas para cada tipo de población.

Es razonable pensar que en cuestión de medio año empezaremos a tener un arsenal de vacunas disponibles. ¿Qué plazos razonables podemos manejar los españoles para saber cuándo nos podremos vacunar? 

Creo que el primer semestre del 2021 es un plazo razonable para tener disponibles un cierto número de dosis, pero no para tener dosis suficientes para vacunar a toda la ciudadanía. Ojalá haya para todos, pero lo veo difícil. Se necesitan dos dosis por persona, es decir, que de las dosis que reciba nuestro país (que compra la UE y se adjudican a España por volumen de población), la mitad han de ser para esa segunda inyección.

A lo largo de la primera mitad del 2021 podremos empezar a tener dosis. No para todo el mundo, pero sí, conforme avance el año, para cubrir un 50-60% del total de la ciudadanía, un porcentaje con el que ya podríamos hablar de cierta inmunidad de grupo. 

No hay certezas. Lo que habrá es que priorizar en función del número de dosis disponibles. El Ministerio de Sanidad está trabajando en un plan para ello, en colaboración con las CCAA y las sociedades científicas, pero te doy mi opinión. ¿Qué es lo que más me gustaría eliminar cuanto antes de la pandemia? La cara más amarga de la misma: los fallecimientos, los ingresos en UCI, el enorme sufrimiento que produce eso. ¿A quién afecta ese escenario tan tremendo? A los más vulnerables: a las personas ancianas, especialmente a las de las residencias. Yo por una cuestión de pura ética, vacunaría en primer lugar a ese colectivo y por supuesto a los sanitarios, a los trabajadores de la sanidad, fundamentales para la sociedad y la lucha contra la pandemia. Y también otros colectivos vulnerables, con patologías de base que les exponen a sufrir complicaciones graves con la Covid (diabetes, enfermedades coronarias, etc..).

Resumiendo, el primer semestre de 2021 es razonable pensar que podrá empezar a vacunarse a los grupos más vulnerables. Para la vacunación del resto de la población, el plazo puede ser más largo, quizá el segundo semestre de 2021 o más allá, es difícil decir.

Para darle un hachazo definitivo a la pandemia hay que llegar a un 70% o más de inmunización, de cobertura vacunal. Entonces podremos empezar a decir adiós a la Covid-19.

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