De los Goya a los Oscars

Hay buen cine Y es español

Los Goya demostraron que el cine español puede ser tan radical como comercial. Mientras que los Oscars premiaron la lectura polí­tica que a EEUU le interesa difundir de sí­ mismo.

Los Goya

¡Viva el cine libre!

Precisamente Pablo Berger, el director de “Blancanieves” una apuesta radical y arriesgada, fue quien defendió con mayor vehemencia el papel del cine como industria.

Al recoger el Goya al mejor director, Berger recordó que “somos una industria, y como tal tenemos que seguir haciendo películas, producirlas para nuestro público, familias y nosotros mismos. Viva el cine libre”.

Esta aparente contradicción no es tal, y define mejor que cualquier explicación la sustancia de los Goya de este año, que han ofrecido una imagen de nuestro cine muy alejada de los estereotipos simplones, siempre falsos.

Hubo denuncia. Con la desgarradora intervención de Candela Peña, conectando con la realidad que todos vivimos al denunciar como vio morir a su padre en un hospital sin mantas a causa de los recortes. O el ingenioso y punzante alegato de Maribel Verdú, utilizando diálogos de “El Capital”, la película de Costa Gavras, para explicar como “se roba a los pobre para dárselo a los ricos”.

Y a la que se sumó el presidente de la Academia, Enrique González Macho, un productor alejado de los sectores “más izquierdistas” de nuestro cine, pero que no pudo hacer otra cosa que denunciar como el salvaje incremento del IVA a los productos culturales –impuesta por Bruselas- es una puñalada al cine español.

Pero sobre todo hubo cine. Del bueno. Y español.

Los Goya quisieron premiar con diez estatuillas a “Blancanieves”, el fascinante cuento rodado por Pablo Berger. El éxito de “The Artist” abrió la puerta a la realización de la locura de filmar, en España, una película muda y en blanco y negro.

Pero “Blancanieves” tiene una fuerza expresiva, muy enraizada en la cultura española, que “The Artist”, excesivamente sobrevalorada por determinada crítica, carecía.

No es solo “muy española” por haber imaginado una Blancanieves torera, sino porque esa mezcla de amor y muerte, de felicidad y terror, entronca con una sensibilidad muy enraizada en nuestra cultura.

Pero los Goya también premiaron a “Lo imposible” y a “Las aventuras de Tadeo Jones”, dos de las películas más taquilleras de la historia del cine español. Excelentes ambas, cada una en su género. Y que, sobre todo, demuestran que podemos competir con el gran cine norteamericano en su propio terreno.

Una superproducción sobre desastres naturales y superación humana, como “Lo imposible”, o una película de animación como “Las aventuras de Tadeo Jones”.

Han conquistado al público español, y se disponen también a tomar el mercado internacional.

¿Quién ha dicho que el cine español no puede competir con Hollywood?

Hemos demostrado que podemos rodar, mejor que nadie, historias radicales y rupturistas, en fondo y en las formas, como “Blancanieves”. Pero, como muy bien recordó Pablo Berger en su discurso, si queremos seguir haciendo nuestro cine, a nuestra manera, necesitamos dotarnos de una industria potente e independiente, que no esté sometida a los dictados de las grandes majors norteamericanas.«“Argo” presenta justamente la cara que la superpotencia norteamericana puede ofrecer sobre sí misma al mundo»

Los Oscars

Una mentira muy bien contada

Cuando, plena ceremonia, se anunció la conexión con la Casa Blanca para que Michelle Obama anunciara el Oscar a la mejor película, George Clooney, uno de los productores de “Argo”, respiró. Como confesó con sinceridad, en ese momento supo que “Argo” ganaría.

Porque “Argo” es precisamente lo que Washington necesita contar hoy al mundo.

Es lo suficientemente “progresista” para que su mensaje llegue a todo el mundo, al denunciar la intervención de Washington en Irán, organizando el golpe que acabó con el gobierno nacionalista de Mossaddeq, o el apoyo cerrado que Washington prestó a la tiranía del Sha.

Pero que luego centra la mirada en la exitosa y rocambolesca operación de la CIA que consiguió sacar del país a seis diplomáticos norteamericanos que huyeron del asalto a la embajada.

Una actuación de la CIA “limpia”, sin violencia, torturas, asesinatos… Y ejecutada al servicio de “una buena causa”, la de liberar a un grupo de inocentes retenidos.

A nadie se le escapa que Washington, y especialmente la CIA, denostada a lo largo y ancho del planeta, necesita muchas raciones de “dosis optimistas” de propaganda como este.

Hollywood todavía no se ha atrevido a rodar la verdadera película sobre la intervención de la CIA en la “crisis de los rehenes” iraní. Aquella donde cuente las maquinaciones de la agencia para hacer fracasar una operación de salvamento. Y que dio la puntilla a Carter y su línea de “apaciguamiento” de la URSS, permitiendo el arrasador triunfo de Reagan en las elecciones, con una estrategia mucho más agresiva frente a Moscú.

Las necesidades propagandísticas de la superpotencia norteamericana han mediatizado los Oscars. Dando, eso sí, cobijo a “La vida de Pi”, del siempre estimulante Ang Lee, pero que resulta mucho más convincente y estimulante cuando bucea en el lado oscuro de la realidad, en lugar de abordar, como esta vez cuentos metafísicos excelentemente narrados pero que no tienen el poder de fascinación de sus anteriores películas.

Hollywood se ha permitido despreciar lo mejor del cine estadounidense, ese “Django desencadenado”, auténtica demostración de la imaginación visual y las saludables dosis de “mala leche” que Tarantino destila en cada película.

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