¡Hasta aquí­ hemos llegado!

Mientras la atención de la opinión pública permanece distraí­da con las demagógicas invectivas del ministro de Industria contra los bancos, un sincronizado movimiento de fondo se ha puesto en marcha para presionar al gobierno con el objetivo de aplicar un drástico plan de ajuste sobre las condiciones de vida de la mayorí­a del pueblo trabajador. Ajuste cuya dureza permita aumentar bruscamente y con prontitud la tasa de ganancia empresarial como medio para salir de la crisis lo más rápidamente posible.

Como obedeciendo a una misma orden, desde la gran atronal hasta los principales medios de comunicación se han lanzado los últimos días a una auténtica ofensiva reclamando al gobierno abandonar los paños calientes con los trabajadores, dejar de lado medidas que consideran insuficientes y pasar a aplicar de forma urgente un “Plan B”. Aprovechando las dramáticas cifras de paro del mes de enero y desde dos frentes aparentemente no relacionados entre sí –la patronal madrileña haciendo de altavoz de la CEOE y los diarios del Grupo Prisa convertidos en portavoces de la oligarquía financiera– se daba el pistoletazo de partida a esta ofensiva. Que hoy ha elevado su tono con la editorial de El País donde se denuncia el “desorden de la política económica”, y se critica al gobierno de falta de “dirección política y de autoridad”. Quieren otro orden, otra dirección. Y sobre todo, más autoridad. ¿En qué consiste este “Plan B”? ¿Y a quién va dirigido? Pese a lo drástico de las medidas que se proponen, el plan es muy sencillo de entender. Aplazamiento inmediato para las empresas durante todo este año de la liquidación del IVA y moratoria de tres meses sin recargo de los pagos a la Seguridad social. Reducción del impuesto de sociedades desde el 30 hasta el 25% y recorte de un 5% en las cotizaciones empresariales. Medidas que de aplicarse exigirían a su vez un recorte sustancial en los servicios básicos (sanidad, educación,…) y las prestaciones sociales del Estado (pensiones, desempleo,…), so riesgo de llevar el déficit público a una situación insostenible. Flexibilización del mercado de trabajo, abaratamiento del despido de los trabajadores fijos hasta equipararlo con el de los eventuales. Nuevas y todavía mas flexibles normas de contratación. Extensión de los contratos basura y el empleo precario. Reformas estructurales y de mercado que por un lado reduzcan los costes de producción y por otro permitan a las grandes empresas quedarse con determinados servicios que hoy prestan profesionales de los sectores liberales o el Estado. Congelación salarial durante los dos próximos años y aplicación del llamado “contrato de crisis”, por el que los trabajadores deben aumentar su productividad sin reclamar aumentos salariales a cambio de que las empresas mantengan el empleo. En la presentación de resultados del banco Santander en 2008 –“los mejores de toda su historia”–, Botín ya ha advertido que nadie espere una reactivación del crédito durante bastante tiempo. En consecuencia, la recuperación de la cuota de ganancia empresarial no va a venir por la vía de la inversión, la aplicación de nueva maquinaria y tecnología ni el aumento del capital constante. Se disponen a hacer recaer sobre la fuerza de trabajo todo el peso de la crisis. Es momento de que la clase obrera y el pueblo trabajador empecemos a tomar conciencia de la gravedad de la situación en la que estamos y la dureza de la ofensiva que preparan. Y procedamos en consecuencia. El catastrófico aumento del paro en el último año no sólo es uno de los medios principales para hacer pagar la factura de la crisis sobre las espaldas de millones de trabajadores, sino que también actúa como una amenaza sobre otros tantos millones, paralizándolos ante el temor a perder su puesto de trabajo y haciéndolos proclives a aceptar rebajas salariales y un más que notable empeoramiento en sus condiciones de vida con tal de mantener el empleo. Actitud tanto más comprensible cuanto que el clamoroso silencio y pasividad de los sindicatos mayoritarios está dejando a la clase obrera española desarmada frente a sus enemigos aun antes de empezada la batalla. Ya es hora de ponerse a preparar la respuesta. Entre los trabajadores, entre el pueblo, entre las fuerzas sociales, políticas y sindicales de izquierdas y progresistas existe voluntad, energía y capacidad más que sobrada para organizar la respuesta a la ofensiva que nos preparan. Banqueros, monopolistas y gran patronal están poniendo en tensión todas sus fuerzas, preparándose para la batalla. Nada podemos esperar de un gobierno tan débil ante sus presiones como complaciente ante sus exigencias. Es hora de que las clases populares empecemos a hacer oír nuestra voz, defender nuestros intereses y plantear nuestras demandas. Ninguna flexibilización más del mercado laboral más flexible de Europa. Ni una nueva rebaja de los salarios más bajos de toda la UE. Ningún recorte social en el Estado europeo que menos invierte en necesidades sociales por habitante. ¡Hasta aquí hemos llegado!

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