Primero fue el descubrimiento de la existencia de dos topos de la CIA en el BND -servicios secretos alemanes- y en los altos escalafones del Ministerio de Defensa, trabajando activamente y pasando no sólo información, sino hasta los mismos sistemas de encriptación utilizados por la inteligencia germana.
¿Descubrimiento o sería más adecuado hablar de decisión de desenmascararlo públicamente? Pues parece altamente improbable que los servicios de inteligencia alemanes desconozcan el grado de penetración norteamericana en su seno. Sea como fuere, el resultado inmediato ha sido la expulsión del jefe de la estación CIA en Berlín, mientras el portavoz de Merkel señalaba en rueda de prensa que las relaciones entre EEUU y Alemania habían llegado a su punto más bajo y habló por primera vez de “profundas diferencias de opinión” entre Berlín y Washington. Un lenguaje diplomático nada sutil que revela poderosas ondas de choque políticas y tácticas en el núcleo central del sistema de alianzas norteamericano en Europa Occidental. «Las dos potencias centrales europeas han puesto en cuestión dos de los elementos centrales sobre los que se levanta la hegemonía norteamericana» En medio de estas turbulencias germano-estadounidenses, otra carga de profundidad salía de la boca, nada menos, que del gobernador del Banco Nacional de Francia, Christian Noyer, miembro a su vez de la junta directiva del Banco Central Europeo. El cual, en una entrevista a la agencia informativa Bloomberg declaraba a raíz de la multa de 7.000 millones de euros impuesta por las autoridades estadounidenses al BNP-Paribas por sus tratos comerciales con Irán y Cuba: “este caso anima a la diversificación del dólar como moneda de reserva mundial. Un movimiento de diversificar las monedas utilizadas en el comercio internacional es inevitable. El comercio entre Europa y China no tiene por qué utilizar el dólar y puede ser totalmente nominado y pagado en euros o en yuanes. Caminando hacia un mundo multipolar es la política monetaria natural, ya que hay varios grandes conjuntos de naciones con gran potencia económica y monetaria”. No estamos ni en una “película de espías” ni ante una reacción “airada” dictada por el lógico enfado ante una multa astronómica. En ambos casos, lo que las dos potencias centrales europeas han puesto en cuestión son dos de los elementos centrales sobre los que se levanta la hegemonía norteamericana sobre Europa. Y lo han hecho, además, sugiriendo que disponen de alternativas cada una de las cuales supone una amenaza capaz de quebrar todo el entramado de relaciones políticas y económicas en el que se asienta el dominio de EEUU en el Viejo Continente, y más allá, desde el fin de la IIª Guerra Mundial.En el caso germano, es el posible viraje de Berlín hacia un acercamiento a Moscú lo que tiene la capacidad de disparar todas las alarmas en Washington. Como dice Bzrezinski en El Gran Tablero Mundial: “Alemania es cada vez más consciente de su estatus especial de Estado más importante de Europa en tanto que locomotora económica del área y líder emergente de la Unión Europea (…) Alemania tiene incluso, a causa de su situación geográfica —al menos en teoría—, la importante posibilidad de llegar a un acuerdo bilateral especial con Rusia”. Que según una reciente encuesta los alemanes partidarios de establecer una alianza especial con Rusia estén prácticamente empatados con los partidarios de mantener la relación prioritaria con EEUU y que el 57% crean que su país debe ser más independiente de Estados Unidos en política exterior es algo más que un síntoma.Toda una advertencia de que Berlín ha extendido sus alas desde la reunificación, y quizás ya no está dispuesta a ser tratada como el país intervenido y controlado por Washington hasta la médula de sus propios centros de poder político.En el caso francés, las declaraciones del gobernador del Banco Nacional de Francia van mucho más allá de unas simples palabras, sobre todo teniendo en cuenta que, simultáneamente a ellas, se celebraba una reunión de alto nivel entre los banqueros centrales y los ministros de finanzas de Rusia y China para concretar un sistema de intercambio rublo-yuan, proceso al que han sido invitados el resto de países BRICS (Brasil, India y Sudáfrica) con el objetivo declarado de crear una alianza de países dispuestos a romper la hegemonía del dólar. Que en apenas unas semanas y desde frentes tan cualitativos como Alemania, Francia o los BRICS se hayan puesto en cuestión -o amenazado con hacerlo- desde la recomposición del sistema de alianzas central de la superpotencia hasta la vigencia del sistema monetario internacional con el dólar como núcleo indican la profundidad y la aceleración del retroceso y el declive de la hegemonía yanqui, así como el resquebrajamiento del viejo orden mundial surgido de la postguerra fría al que nadie ya parece capaz de contener. La pelota está cada vez más en el tejado de EEUU. Y de su capacidad de respuesta depende el desarrollo de los acontecimientos.