Zapatero recibe al presidente palestino, Mahmud Abbas

Hace falta algo más que gestos

El presidente palestino, Mahmud Abbas, ha hecho escala en Madrid, procedente de Nueva York, donde se ha dirigido a los miembros del Consejo de Seguridad de la ONU, y antes de recalar en Egipto para entrevistarse con Hosni Mubarak, muñidor junto a Sarkozy de un plan de paz para Gaza. Una decisión que, en un momento crí­tico para Palestina, evidencia las enormes posibilidades españolas para intervenir e influir para paralizar el genocidio israelí­. Zapatero ha expresado «la solidaridad del pueblo español» con Palestina, y ha hecho pública su «condena rotunda» de los bombardeos israelí­es. Pero, dada la gravedad de la situación, no es suficiente con los gestos. El gobierno español está obligado a hacer algo más.

Días desués de iniciarse la invasión israelí, el presidente francés, Nicolás Sarkozy, inició una gira por Oriente Próximo, con el objetivo de obtener un triunfo diplomático que incrementara la influencia gala. Paralelamente, Zapatero decidía suspender el viaje a Siria y Líbano programado para el 4 y 5 de enero. Un experto en la zona explicaba que “Sarkozy y Zapatero tienen objetivos distintos. Uno quiere presentarse como mediador [no por solidaridad con el pueblo palestino, sino para rentabilizar políticamente la acción] y otro no aspira a tal cosa” ¿Pero por qué Zapatero renuncia a impulsar cualquier acción diplomática? ¿No tiene España los privilegiados con todo el mundo árabe? ¿No fue Moratinos durante años embajador de la UE en Oriente Próximo? ¿Entonces por qué no pone el gobierno español todo ese capital al servicio de paralizar la agresión israelí? Zapatero está atrapado entre la necesidad de condenar el genocidio israelí (otra cosa sería inaceptable para la sociedad española), y la exigencia de no enfrentarse a la vergonzantemente tibia respuesta de la UE, y no enemistarse con la futura Casa Blanca encabezada por Obama. Por eso Zapatero, jugando con las palabras, califica de “respuesta desmedida” el genocidio perpetrado por Israel. Y, cuando condena los ataques israelíes, Zapatero tiene mucho cuidado de enturbiarla con la condena de las “conductas irresponsables” de Hamas. Zapatero podía haber tomado alguna medida política contra Israel, más allá de las palabras. Podía haberse enfrentado al presidente del turno de la UE, el representante checo, cuando calificó los asesinatos israelíes de niños y ancianos como “respuesta defensiva”. O podía haber elevado la voz contra el inhumano bloqueo impuesto durante 18 meses sobre Gaza, calificado por el observador de la agencia de la ONU para los refugiados en Palestina como un “preludio al genocidio”. Pero no hizo nada de esto, porque hubiera significado enfrentarse con Alemania, Francia y EEUU.

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