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Guindos como medida del poder europeo de Rajoy

El fútbol, la renovación socialista, las euforias macroeconómicas, los escozores catalanes y el desastre de Jenaro Gowex, ocupan el primer plano de la actualidad desplazando asuntos tan relevantes como el reparto de poderes y papeles en la Europa que tiene que salir de la renovación del Parlamento y de los relevos inminentes en el Consejo, la Comisión y demás instancias de la Unión. Las sesiones del Parlamento Europeo esta semana y el Consejo Europeo del miércoles-jueves confirmarán a Juncker y a buena parte de la distribución de responsabilidades para los próximos cinco años.

Es bastante incorrecto utilizar el reparto de asientos para medir la influencia de cada país o grupo político, porque los nuevos comisarios y demás cargos se deben a su responsabilidad europea y no a los intereses de su país de origen, pero es inevitable y además tiene bastante sentido.

La Unión es resultado de pactos y, siempre, de equilibrios y repartos compensatorios. Del primer reparto de cargos en las comisiones del Parlamento sale un triunfador claro: Alemania, que es la potencia principal. Hay dos países que ganan terreno: Italia, cuyo gobierno salió fortalecido de los comicios, y es segundo en el grupo socialista; y Polonia, que además de su papel estratégico cuenta con una posición firme en los grupos socialista y popular. Francia y España pierden posiciones por sus propios deméritos. Y los británicos saben buscarse la vida y la influencia desde su posición periférica y protestona.

En el caso español el retroceso durante la última década es evidente y preocupante. Zapatero fue irrelevante y Rajoy sigue el mismo camino hacia atrás, aunque sus ministros hacen declaraciones pomposas (“España ha vuelto”, “somos el asombro de todos”) que no se corresponden con la realidad. España ha ido perdiendo posiciones internacionales por despiste y por incapacidad. Perdió el asiento en el BCE por empecinarse en una alternativa de partido que no gustó ni a Draghi ni a los alemanes. Tampoco anduvieron listos los de Rajoy con Juncker, aunque han disimulado bien. Y el candidato Arias Cañete tampoco parece la mejor alternativa para un puesto relevante.

Habrá comisario español porque así está escrito, pero no en una de las comisarías mayores. Y toda la apuesta de Rajoy está centrada en colocar a Guindos en el Eurogrupo, lo cual depende de varias carambolas. Se ha sobrevendido esta alternativa y no hay retirada posible, pero si Guindos no obtiene el puesto al que aspira, el fracaso de Rajoy será palmario. Apostar solo a una carta tiene demasiados riesgos y en este caso, otorga una renta escasa.

De ser el país más europeísta y uno de los más simpáticos y bien recibidos en Bruselas España ha pasado a ser uno más, que tiene más problemas que soluciones y que carece de apoyos porque no ha cultivado a los demás socios, ni ha acreditado que es capaz de ayudar y de componer. España tiene que recomponer su posición europea y, sobre todo, devolver a los ciudadanos la idea de que Europa forma parte de la solución, que no es el problema, ni ese ogro que dicta la austeridad y los recortes. Guindos no puede ser la medida del poder de Rajoy; deslizarse por esa pendiente es engañar al personal, privatizar la política.

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