Devaluación por sorpresa de la moneda china

Guerra de divisas y tensiones geopolí­ticas

De manera totalmente inesperada, el gobierno chino despertaba de su sopor veraniego a los mercados mundiales al decretar una triple devaluación consecutiva de su moneda, el yuan, que en tres dí­as se ha depreciado frente al dólar un 4,6%.

Además de provocar una caída abrupta en las bolsas de todo el mundo y acelerar el pronunciado descenso de la materias primas, la depreciación del yuan frente al dólar ha sido duramente criticada en EEUU como el inicio de una “guerra de divisas” capaz de incrementar tensiones geopolíticas.

La cosa suena a broma cuando fue EEUU quien inició la devaluación artificial del dólar durante los años posteriores a la caída de Lehman Brothers, a fin de incrementar sus exportaciones para recuperar su quebrada economía, movimiento que en los dos últimos años ha sido replicado casi miméticamente por Japón y la zona euro. Y que ahora, en un movimiento inverso, está elevando también artificialmente el valor del dólar para que Wall Street capte masivamente los capitales fugados del planeta. «La devaluación de la moneda china representa un dilema difícil para el gobierno de Obama»

En unos momentos en que la persistencia de la crisis en las grandes economías desarrolladas y el cambio del modelo de desarrollo chino –desde uno basado casi exclusivamente en las exportaciones a otro donde el consumo interno tenga un mayor papel– está provocando una desaceleración del crecimiento chino, la medida de dejar de anclar el yuan a un dólar artificialmente en alza tiene toda la lógica del mundo. Más bien pronto que tarde, el crecimiento de las exportaciones chinas estimulará el comercio regional asiático, lo que a su vez redundará en impulsar la economía global.

El nuevo axioma del siglo XXI decreta que cuando la economía china estornuda, el resto del planeta se constipa. Mientras, si, por el contrario, China crece, el mundo crecerá con ella. Justamente la otra cara de la moneda de lo que está haciendo Washington desde el inicio de la crisis. Decretando una elevación de los tributos a sus Estados vasallos y utilizando arteramente el papel del dólar como núcleo del sistema monetario internacional y principal moneda de reserva, el crecimiento de EEUU mediante políticas monetaristas y fiscales que, según su conveniencia, devalúan o elevan artificialmente el dólar a expensas ajenas, se traduce en que el resto del mundo decrece.

Sólo unos meses después de la creación del Banco Asiático de Inversiones en Infraestructuras –sostén financiero del gigantesco proyecto de la nueva Ruta de la Seda– la devaluación del yuan es el segundo choque frontal económico y geopolítico de Pekín con EEUU. Pues, en efecto, además de sus consecuencias económicas, la devaluación tiene importantes implicaciones geopolíticas.

La medida del gobierno chino se produce también como respuesta, apenas una semana después, a la decisión del FMI de descartar la inclusión del yuan en la canasta de cuatro divisas – el dólar, el euro, la libra esterlina y el yen japonés– que conforman los derechos especiales de giro del Fondo, una especie de “súper-moneda” aceptada internacionalmente como moneda de uso en los intercambios comerciales y financieros.

Una nueva limitación norteamericana que se suma a su negativa a otorgar a las potencias emergentes –en particular a China, pero también a Rusia, Brasil o la India– los votos en el seno del FMI que se corresponden con su aportación de capital real, manteniendo así EEUU el número suficiente de votos para poder vetar cualquier decisión trascendente en el Fondo para la que se requiere una mayoría cualificada de los dos tercios.

Como recogían en sus crónicas de urgencia los corresponsales del New York Times en Pekín y Hong Kong, la devaluación de China representa un dilema difícil para el gobierno de Obama. El Tesoro de EEUU ha tratado de utilizar una diplomacia tranquila en los últimos años para alentar a China a liberalizar sus políticas monetarias, para lo cual ha debido enfrentarse a los esfuerzos de bloqueo de la mayoría republicana – acompañada por algunos demócratas– en el Congreso para castigar a China por su intervención en los mercados de divisas para frenar la subida del yuan. Muchos congresistas acusan a China de manera injusta de construir su gran industria manufacturera a expensas del empleo en EEUU por la infravaloración del yuan. La devaluación china no hará más que extender y endurecer esas críticas. De hecho, los halcones de la Reserva Federal venían exigiendo una revaluación del yuan de por lo menos 30%, con el objetivo de que China asumiera una parte considerable de los costes de la crisis norteamericana. Pero con lo que se han encontrado es con un movimiento en un sentido totalmente contrario a sus dictados hegemónicos. «En esta competición económica de largo alcance, Pekín tiene todas las de ganar»

Aun moviéndose de forma cautelosa, Pekín ha enviado un mensaje claro a Washington: si EEUU sigue adelante con su nociva política para el resto del mundo de revaluar artificialmente el valor del dólar para atraer capitales, esta devaluación inicial puede convertirse en el inicio de otras que vayan en paralelo con el alza del dólar.

Devaluación que, si bien puede significar una importante fuga de capitales del mercado chino, las colosales reservas de dólares que posee el gigante asiático –calculadas en tres billones setecientos mil millones, 26 veces más de las que dispone el propio EEUU– pueden paliarla sin mayores problemas. En esta competición económica de largo alcance, Pekín tiene todas las de ganar.

Pero no estamos simplemente ante un asunto de devaluaciones competitivas y guerra de divisas. Es mucho más profundo lo que está en juego: un nuevo orden mundial para el siglo XXI que será multipolar o será un caos de impredecibles consecuencias.

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