SELECCIÓN DE PRENSA NACIONAL

Grecia es un problema de todos

El día después -en términos de mercado- de la reforma financiera aprobada el viernes por el Gobierno se ha visto enturbiado por el recrudecimiento de la crisis griega y por sus posibles consecuencias para la eurozona. Los riesgos del nuevo escenario político griego, surgido tras unas elecciones que no han hecho más que elevar la incertidumbre dentro y fuera del país, disparaban ayer no solo la prima de riesgo española, sino también la de otros vecinos europeos.

En realidad, lo ocurrido en Atenas tras los comicios constituye un ejemplo del riesgo que conlleva negociar con un interlocutor débil o, cuanto menos, provisional. Antes de la cita electoral de mayo, la troika integrada por la CE, el FMI y el BCE apostaba por un resultado que facilitase la continuidad del rescate y proporcionase, además, una cierta estabilidad a la zona. El tablero de ajedrez que se manejaba entonces contaba con la formación de un gran Gobierno de coalición tutelado a ser posible por un tecnócrata capaz de granjearse la confianza de Bruselas y los mercados. Pero aquellos planes se hicieron sin contar con la pieza más importante del juego -la propia población griega- y con su capacidad soberana para decidir el destino del país. Una soberanía cuyo ejercicio legítimo ha sumido a Atenas en una nueva y virulenta crisis política por la imposibilidad de los dos grandes partidos de contar con mayoría suficiente para formar un Gobierno estable y por la amenaza de tener que convocar nuevas elecciones que podrían dinamitar las condiciones del rescate. La reunión del Eurogrupo celebrada ayer en Bruselas, durante la cual España reclamó una respuesta común que inste a Atenas a garantizar el cumplimiento de sus compromisos, no ha hecho más que evidenciar que en estos momentos el conflicto griego continúa en un statu quo muy delicado y difícil de resolver.

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