Naturaleza primate (I)

Gracias por todo, Jane Goodall

Tras la reciente pérdida de Jane Goodall, abrimos un serial dedicado a las mujeres que revolucionaron la forma en que entendemos a los grandes primates.

La conmoción por el fallecimiento de la etóloga ha sobrepasado los círculos científicos y académicos. Las valiosas aportaciones de Goodall abrieron brecha en el estudio del comportamiento animal y son una guía para nuevas generaciones de hombres y mujeres de ciencia. Su compromiso con la defensa del mundo salvaje y la protección del medio ambiente es una inspiración para quienes creemos que otro mundo es posible.

.

Una científica poco ortodoxa

Jane se crió en una granja y su sueño, desde que era niña, era trabajar con los animales. Sin embargo, no pudo costearse la universidad, por lo que tuvo que dejar los estudios y empezar a trabajar muy joven.

Gracias a la invitación de una amiga pudo viajar a Kenia con apenas 23 años, donde conoció al paleontólogo y arqueólogo Louis Leakey. Él estaba convencido de que el estudio del comportamiento de los grandes simios arrojaría luz en la comprensión de la conducta de los primeros homínidos. Necesitaba a alguien que hiciera el arduo trabajo de campo y la valentía, curiosidad y paciencia de Goodall hacían de ella una magnífica candidata.

Así fue como, en 1958, la joven británica empezó su investigación en la Reserva del Río Gombe (Tanzania), donde pasaría más de treinta años. Era la primera vez en la historia que se realizaba un estudio sistemático y continuado del comportamiento de los chimpancés en su medio natural. La formación autodidacta liberó a Goodall de ciertas normas rígidas de la ciencia académica. Así, decidió llamar por nombres (en vez de números) a los ejemplares de chimpancé que estudiaba y analizó la personalidad de cada uno de ellos. Sus descubrimientos fueron reveladores.

En 1977, fundó el Instituto Jane Goodall, dedicado a apoyar la investigación en Gombe (a día de hoy, continúa su labor). A partir de ese momento y hasta el final de sus días, dedicó su vida a la conservación del medio ambiente y la preservación de la vida salvaje. Su trabajo se expandió por el mundo con múltiples iniciativas para abordar la educación ambiental, la salud y la defensa de los derechos animales. Goodall llegó a viajar 300 días al año para reunirse con representantes, grupos comunitarios, escuelas,… Nos enseñó que lo que hacemos tiene un impacto, y a nosotros nos corresponde decidir qué tipo de impacto queremos tener sobre el mundo.

Jane Goodall fue la primera en estudiar a los chimpancés en su medio

La humanidad de la etóloga ha quedado reflejada en las declaraciones del paleontólogo Juan Luis Arsuaga sobre su último encuentro con ella: “yo esperaba que hablase de los chimpancés, pero habló de Gaza”.

.

Lo que el chimpancé nos enseñó

A diferencia de lo que mucha gente cree, el ser humano no “viene del mono”. Compartimos historia evolutiva (y antecesor común) con los todos los primates, que no es lo mismo. En concreto, los humanos somos primates homínidos, y pertenecemos a la misma familia que orangutanes, gorilas, chimpancés y bonobos.

La cercanía evolutiva con los chimpancés hace que los descubrimientos de Goodall tengan repercusión no solo en la comprensión del comportamiento animal, sino en el propio estudio de la naturaleza humana. Veamos algunos de estos descubrimientos.

Goodall describió la estructura social de los chimpancés, denominada “fisión-fusión”, grupos comunitarios de 15 a 100 individuos que se dividen y reagrupan dinámicamente. Entre ellos se dan conductas afiliativas – abrazarse, besarse, jugar, cooperar – y agonísticas – amenazas, agresiones, demostraciones de fuerza –. Existe un complejo sistema de comunicación entre chimpancés, que incluye vocalizaciones (más de 30 descritas), expresiones corporales y faciales. Gracias a ellas expresan, por ejemplo, saludo, juego, afecto, dominancia o peligro.

El amor de madre no es solo humano

Los chimpancés nos enseñaron que el amor de madre no es exclusivamente humano. Los vínculos materno-filiales son muy fuertes y se mantienen durante toda la vida. Las crías son dependientes hasta los 6-9 años de edad; las madres aseguran alimento y protección y les transmiten conocimientos. Si una cría queda huérfana, algún hermano o hermana -o incluso un chimpancé sin parentesco- la adopta y la cuida. Además, estos animales hacen duelo cuando muere uno cercano.

En contraste, Goodall reportó conflictos territoriales entre dos comunidades vecinas en Gombe, prolongados durante 4 años. Los machos de un grupo eliminaban a los de la comunidad rival; era el primer descubrimiento de violencia organizada en un grupo no humano.

Sin duda, el mayor hito en los hallazgos de la etóloga ocurrió en noviembre de 1960 cuando realizó la primera observación de un animal utilizando una herramienta. Goodall observó cómo un chimpancé macho (David Greybeard) introducía una hierba en un termitero y se la llevaba a la boca, estaba “pescando termitas”.

Los chimpancés utilizan ramas, piedras, hierbas u hojas para conseguir termitas, hormigas, miel, nueces o agua, para limpiarse o como arma. Además, se han descubierto diferencias regionales en el tipo de herramientas utilizadas, lo que hace que se hable de “culturas” dentro de los chimpancés.

Aunque todavía tenemos mucho que aprender de ellos, como afirmó Goodall, “los chimpancés, más que cualquier otro ser vivo, nos han ayudado a comprender que, después de todo, no existe una línea nítida entre los humanos y el resto del reino animal”.

Deja una respuesta