Ibarretxe pierde la mayorí­a en el Parlamento de Vitoria

GOODBYE IBARRETXE, adiós, agur…

Una eléctrica sacudida de alegrí­a recorrió anoche la columna vertebral de todo el paí­s. Miles de ví­ctimas, decenas de miles de exiliados, centenares de miles de vascos ofendidos, acosados y perseguidos respiran hoy satisfechos. La rebelión democrática ciudadana contra el fascismo, puesta en marcha hace poco más de 8 años con la histórica manifestación de Basta Ya en San Sebastián, tiene a su alcance conquistar uno de sus objetivos cualitativos: echar del gobierno vasco a Ibarretxe, condición indispensable para poder empezar a desmantelar el régimen nazifascista construido a lo largo de estos 30 últimos años.

Lo sucedido ayer en las elecciones vascas tiene un significado histórico ara Euskadi y para España. Para el pueblo vasco y para el resto del pueblo español. Lo que se exhibía como imbatible ha sido batido, lo que parecía inamovible ha sido removido, lo que se afirmaba eterno ha mostrado su fecha de caducidad. A lo largo de 3 décadas, una parte sustancial del núcleo dirigente del PNV –no la inmensa mayoría de sus bases o sus cuadros intermedios que, en lo principal, están en él para luchar por unas justas reivindicaciones contra la opresión nacional– ha creado, valiéndose de las instituciones de la autonomía vasca un régimen propio. El régimen de quienes se consideran a sí mismos los etxekojaunchus (los señores del caserío) de Euskadi. Sobre este régimen, o para ser más exactos, desde dentro de él, ha venido forjándose desde mediados de los años 90, coincidiendo con la aparición del proyecto germánico de la Europa de los Pueblos, una línea nazifascista. Línea que, encabezada por los Arzallus, Ibarretxe o Egibar, no ha dudado en servirse del terror de ETA para ir avanzando en su objetivo de fragmentar a Euskadi y dividir España. Presidido por la idea-matriz de kosovizar Euskadi para balcanizar España, han alentado el terror para recoger ellos las nueces mientras otros sacudían el árbol. Han inoculado el odio a España y lo español desde la enseñanza y los medios de comunicación públicos. Señalando objetivos, discriminando, acosando y persiguiendo, humillando, ofendiendo e injuriando a todos aquellos que valientemente se han atrevido a denunciarlos y oponerse a sus designios. Actuando en todo este tiempo con la insolencia y la impunidad de quienes se consideran los dueños de Euskadi, los únicos depositarios de sus esencias. A todo esto es a lo que la noche del 1 marzo la mayoría de los vascos han dicho ¡basta ya! ¡Ya está bien de tanta iniquidad e ignominia! Euskadi exige un cambio e Ibarretxe debe abandonar inmediatamente Ajuria Enea. Y con él debe desmantelarse todo un régimen basado en la opresión como norma y el terror como ley. En esto consiste la dimensión histórica del valiente paso adelante dado por la mayoría del pueblo vasco, en la posibilidad de empezar a cerrar de una vez por todas la sangrante herida abierta en un rincón de España. Ahora corresponde a las fuerzas políticas en que esa mayoría del pueblo vasco ha depositado sus esperanzas de cerrar toda una época negra, llevar adelante con firmeza, sin vacilaciones ni ambigüedades esta tarea. En septiembre de 2003, y para reforzar su campaña de referéndum por un Estado Libre Asociado, la maquinaria de propaganda goebelssiana de los Arzallus, Ibarrtxe y Egibar puso de moda el, en apariencia, ingenioso lema de “goodbye, España”. Cinco años después, la mayoría del pueblo le ha respondido con un contundente: GOODBYE, IBARRETXE, AGUR, ADIÓS

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