Garrote orbital, motor espacial

«El espacio es el próximo campo de batalla». Así anunciaba el vicepresidente norteamericano Mike Pence la creación oficial para 2020 de la sexta división del Pentágono, un Ejército dedicado al control estadounidense de la órbita terrestre. “No es suficiente tener presencia estadounidense en el espacio. EEUU debe tener el dominio del espacio”.

La propuesta, que ya había sido adelantada por Donald Trump en junio, dice responder a las «amenazas de Rusia, China y Corea del Norte», que según la Casa Blanca podrían “desbaratar los sistemas de satélites” de EEUU. La propuesta, que deberá aprobar el Congreso, incluye un presupuesto inicial de 8.000 millones de dólares para los próximos cinco años, pero se espera que apenas sea el despegue de una gigantesca inversión pública para llevar la superioridad militar de Washington a nuevas alturas celestiales.

El borrador del Gobierno Trump tiene cinco apartados: la aceleración del desarrollo de tecnología espacial e iniciativas de I+D orbital que ya establecía la Estrategia de Defensa Nacional de Trump; la creación del Comando del Espacio dirigido por un general del cuatro estrellas del Pentágono, y que será el núcleo y germen del nuevo cuerpo del Ejército; la formación especializada de las nuevas tropas orbitales, “los mejores y más valientes estadounidenses, para disuadir y vencer una nueva generación de amenaza”; el nombramiento de nuevo subsecretario de Defensa para el Espacio, un civil de la confianza de Trump para supervisar la construcción del nuevo cuerpo; y crear una Agencia de Desarrollo Espacial, cuya misión será ser motor de «la investigación e innovación» para dotar al Pentágono de todos los recursos necesarios para llevar a cabo esta nueva tarea.

No es que la superpotencia norteamericana no tuviera ya presencia en el espacio, todo lo contrario. La órbita terrestre está repleta de satélites «made in USA»: satélites militares, espía, de reconocimiento, de comunicaciones o de pronósticos meteorológicos. Además, se ha sabido estos días que la US Air Force cuenta ya con un un avión supersecreto -el X-37B (de Boeing)- que orbita la tierra por períodos prolongados.

De lo que se trata ahora es de centralizar todo ese enorme poder tecnológico. La nueva Agencia de Desarrollo Espacial se formará a partir de la fusión de dos organizaciones ya existentes, especializadas en el desarrollo de sistemas altamente confidenciales, y que se hará cargo del conjunto de satélites de alto valor estratégico de EEUU -tanto de los clasificados como de los no clasificados- que realizan labores clave como el Sistema de Posicionamiento Global, detección y advertencia de misiles o el reconocimiento aéreo.

El motivo oficialmente esgrimido por la administración Trump para crear este nuevo ‘Ejército del Espacio’ es defensivo. El espacio, dice Mike Pence, «en su momento fue pacífico”, pero “ahora está lleno de gente y de confrontación”. “Nuestros adversarios han transformado ya el espacio en un nuevo campo de batalla”, y potencias como Rusia, China y Corea del Norte, “podrían dotarse de la capacidad de destruir los sistemas de satélites norteamericanos”, dice la Casa Blanca.

Se refieren especialmente a una China que ha hecho notables progresos en su carrera espacial. En 2007, Pekín fue capaz de derribar uno de sus propios satélites meteorológicos en desuso con un misil, en lo que fue tomado por el Pentágono como una demostración de que el gigante asiático se estaba dotando de capacidad de desplegar armas antisatélite.

Pero no hay color. Si en el terreno del poder armamentístico convencional EEUU y China no se pueden comparar -solo en presupuesto militar, EEUU (604.452 millones de dólares) multiplica por 4,2 los gastos de China (145.039 millones) y el volumen de inversión militar yanqui es superior a la suma de los 12 países que le siguen- en el sensible terreno de la alta tecnología y de la carrera espacial… la distancia entre Washington y Pekín es más que sideral. Por muchos y cualitativos que sean los avances de China hacia el espacio, están a décadas de lograr un nivel comparable al de los Estados Unidos.

El objetivo fundamental de este proyecto militar espacial es mucho más estratégico y decisivo para el futuro de la hegemonía estadounidense. Con ese ambicioso plan, Trump quiere garantizar que la distancia que separa a la superpotencia de sus rivales en el pleno tecnológico y militar siga siendo abrumadora e inalcanzable. Esta es una de las premisas del mantenimiento de una supremacía yanqui que se encuentra sumida en su declive.

En realidad, con su nuevo “Ejército del Espacio”, Trump busca un doble objetivo. Que la superioridad militar espacial sirva al mismo tiempo como garrote orbital y como un nuevo y formidable motor económico para EEUU.

Por un lado, Trump pretende ampliar de forma astronómica la abrumadora superioridad que EEUU ya posee en el decisivo terreno de la alta tecnología militar. Por otro, la Casa Blanca quiere crear un potentísimo motor económico para la burguesía monopolista norteamericana, una enorme inversión pública en sistemas tecnológicos de armamento, aeronáutica, comunicaciones… un colosal desarrollo en I+D+i, que fiel a la filosofía del «doble uso» bélico y civil del complejo militar-industrial yanqui será luego convertido en nuevas mercancías cuyo monopolio ostentarán las multinacionales estadounidenses, cosechando gigantescos beneficios. Es preciso recordar que ingenios tan fundamentales del presente como la telefonía móvil, internet o el microondas, o materiales tan cotidianos como el teflón de las sartenes o el velcro de los vestidos tienen su origen en la inversión militar o en la carrera espacial.

Una gigantesca inversión en alta tecnología de doble uso que aunque en última instancia lucrará económicamente al conjunto de la burguesía monopolista yanqui, en primer lugar sirve como gigantesco estímulo de beneficios a los monopolios y corporaciones del complejo militar-industrial, la mayor concentración de capital del planeta en torno a la cual orbita la fracción de la clase dominante norteamericana que sostiene, respalda e impulsa la presidencia de Donald Trump. Su línea para gestionar el destino de la superpotencia está indisolublemente ligado a sus intereses monopolistas y a su cuenta de beneficios.

4 comentarios sobre “Garrote orbital, motor espacial”

  • del mono al hombre pasando por funcionario dice:

    Aquí HAL,de 2001,de las empresas IBM.Orbitanndo luna.He visto a Dios más allá de las puertas de Tanhausser y me he convertido a la verdadera fé del Islam.Observando España con vigilancia satélite.¡¡oh!!,veo en la Gran Vía madrileña a un chino,al lado de las discotecas vendiendo pasta,arroz y cervezas por un euro.Ésto no puede ser,tiro misiles.Impacto.Un chino menos que quita el mercado a los gloriosos Estados Unidos de América.Trump me pondrá una medalla.Habrase visto tal desfachatez,los chinos quitándonos el mercado.A la próxima reviento los «todo a 100».Alläh es grande

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