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Gamonal, Melilla, Hamburgo: sobre un polvorí­n

Gamonal, Melilla, Hamburgo, enero de 2014. Explosiones de ira ciudadana y graves incidentes en las calles en lugares muy alejados entre sí. ¿Tienen algo en común?

Las obras de la ira en Burgos. En el histórico barrio obrero burgalés de Gamonal ha explotado la rabia de los vecinos como en una banlieue parisina. ¿Por qué la reforma de una avenida hace que la gente esté tan harta que monte la de dios es cristo? Veamos. El Ayuntamiento quería construir un aparcamiento subterráneo y un bulevar. A ello se oponía una Plataforma ad hoc por suprimirse plazas públicas de aparcamiento y carriles para la circulación. Se había convocado una concentración de ciudadanos por diferentes vías, incluidas las redes sociales para el viernes 10 de enero. Empezaron 200 vecinos a las cinco de la tarde, se fueron sumando muchos más, se cortó el tráfico. Según algunos medios que no recogen solo la versión policial “los ánimos se fueron encrespando y unidades antidisturbios del CNP cargaron contra los allí congregados” y empezó una batalla campal que duró hasta la una de la madrugada. Cargas policiales, pelotas de goma, pedradas, destrozo de mobiliario urbano, marquesinas, lunas de bancos, cabinas telefónicas, contenedores ardiendo, cacerolada y barricadas hechas por los vecinos. El balance es de 17 detenidos y 6 policías heridos. 23 detenidos más el segundo días y otros 12 heridos.

La mayoría de los medios de comunicación no informan de las causas del estallido, se quedan en la espuma de los contendores quemados, los enfrentamientos y los detenidos. ¿Cómo es posible esta explosión de ira ciudadana? La cosa venía de antes y había habido un proceso de luchas anteriores (ver vídeo). Ya en 2005 se produjo una fuerte reacción contra la construcción de un aparcamiento en la misma zona y el alcalde Aparicio (exministro de Trabajo del PP con Aznar) tuvo que dar marcha atrás. Gamonal es un barrio obrero digno, reivindicativo, no sumiso, que vive una dramática situación con muchos miles de parados (18.000 personas en Burgos), EREs de sus empresas, despidos, muchos jubilados y jóvenes con falta de expectativas.

Aparece como una constante la falta de diálogo, el no tener en cuenta la opinión, las alternativas y las movilizaciones de los vecinos y de sus asociaciones. La percepción de éstos es que son obras caprichosas y frívolas, con el único fin de que sigan ganado las empresas constructoras y pasando la cuenta a los impuestos de los vecinos. Trece millones de euros no es una bagatela como coste de unas obras innecesarias, que se acompañan de recortes en servicios públicos como líneas de autobuses o escuelas infantiles. En el fondo está el intento de privatizar espacios públicos (las plazas del aparcamiento subterráneo se venderían a 20.000 euros), endeudar a la ciudad y desviar recursos de todos a las arcas de las determinados empresarios de pasado poco limpio. Una turbia comunión de caciquismo, élites políticas, económicas y mediáticas, ya salpicadas anteriormente por escándalos de corrupción.

El grito de los manifestantes: “La calle es de Burgos, no Burgos de Lacalle” (Lacalle es el alcalde del PP) resume perfectamente la indignación ciudadana. Y la conecta con las revueltas de la Plaza Taksim de Estambul de hace unos meses, que exigían participación frente a la imposición y el autoritarismo del poder político. Hay una propuesta muy razonable, democrática y pacificadora de hacer una Consulta Ciudadana Vinculante a todos los vecinos sobre las obras del bulevar de la calle Vitoria ¿A qué tiene miedo el ayuntamiento del PP? Es probable que prefiera seguir criminalizando a los vecinos a los que debería de representar y respetar.

Miseria y abandono en Melilla. A más de mil kilómetros de distancia, el mismo día también prendió la mecha del descontento por un tema tan concreto como importante: el reparto de empleo público para tareas de jardinería, limpieza, etc. Cuando se publicaron las listas de los vecinos agraciados por los planes de empleo en Melilla, se produjo la reacción de la desesperación de los parados no seleccionados. La situación derivó rápidamente en una serie de barrios, como la Cañada de Hidún, en duros y graves enfrentamientos con las unidades de policía antidisturbios: cargas, disparos, barricadas, cócteles molotov, pelotas de goma, gases lacrimógenos… Aquí el fondo del asunto está en la desesperación que produce altísimas tasas de paro del 50%, el endurecimiento de los requisitos para acceder a las ayudas sociales y la percepción vecinal del clientelismo político en el reparto de los pocos empleos públicos.

Estado de sitio policial en Hamburgo. Pero no sólo hay estos estallidos en España. En la “próspera” Alemania, el gobierno regional del SPD ha establecido un estado de sitio en un área de Hamburgo donde viven 80.000 personas. Lo ha hecho por las protestas contra la amenaza de desalojo de un emblemático centro social y cultural okupado, el Rote Flora. Ha supuesto un recorte brutal de libertades de los vecinos y, como siempre, colocando la policía al servicio de los intereses urbanísticos especulativos y en contra de todo florecimiento de pensamiento crítico y alternativo. De nuevo la eficacia de la represión es totalmente cuestionable: han hecho el ridículo al considerar una escobilla de wáter encontrada en una mochila un arma agresiva y la ha convertido en el símbolo de la protesta como cachondeo de la estupidez policial. La consecuencia que tiene estos ataques a las libertades y la consiguiente confrontación es la evidencia de que se está produciendo una mayor politización de las protestas.

Son varias las conclusiones a sacar:

a) La crisis y, más aún, las políticas aplicadas y sus consecuencias (paro, pobreza, desahucios, recortes sociales), hacen que estemos sentados sobre un volcán social. Las graves dificultades económicas que vive la población se expresan en una menor tolerancia hacia la corrupción y el despilfarro. La gente ve desatendidas sus demandas de empleo y protección social, no quiere que le endeuden ni que le expropien lo que es suyo, lo público. Y el gobierno no es consciente de ello, pensando que las familias harán de colchón de amortiguación de la miseria y que podrá gestionarlo con manipulación informativa y medidas represivas.

b) Los movimientos sociales son una vacuna contra la impunidad de las mafias, el despilfarro y el autoritarismo del poder político. Aunque a veces lo haga desde la desesperación a la que se les conduce y con la tea en la mano, que diría la poeta Julia de Burgos. La movilización demuestra que la ciudadanía no es un rebaño de corderos. Afortunadamente, porque imagínense si hubiera habido una oposición y reivindicaciones como las de Gamonal en Castellón, que hubieran evitado la construcción del desastroso aeropuerto ¿no deberíamos de estarles eternamente agradecidos a los manifestantes?

c) La gente pide soluciones y participación. Que les oigan, que les tengan en cuenta, que no se sientan ninguneados por las autoridades. No está bien que se quemen contenedores, pero nunca se debería despreciar tanto a la gente para que saque la conclusión de “es la única manera de que hagan caso”. Y esta frase se escucha cada vez más en diferentes lugares y sobre un paisaje de humeantes barricadas en boca de ciudadanos corrientes.

d) La protesta no se puede resolver con represión: duras actuaciones de las fuerzas antidisturbios y recortando las libertades con las reformas del Código Penal y la llamada ley de Seguridad Ciudadana. Una prueba de que la represión no resuelve nada y genera espirales de acción reacción es que volvieron a repetirse los enfrentamientos en Gamonal exigiendo la libertad de los detenidos (unos cuarenta). Y afortunadamente no se ha producido ninguna víctima mortal, lo que daría un vuelco total a la situación. El SUP ha alertado de que existe riesgo de ello.

e) Por último, expresar una preocupación: no creo que el ministro Fernández Díaz esté capacitado para dirigir con serenidad el Ministerio del Interior. Hace política con lo que no debería (filtración de la acción contra supuestos miembros de ETA), le falta templanza a la hora de opinar sobre actos políticos y enciende fuegos cuando debería de apagarlos. Es como si estuviera sentado sobre una caja de bombas y sin mucho conocimiento de la materia. Para inquietarse y mucho.

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