Literatura

Frí­as flores de marzo

El recién elegido Premio Prí­ncipe de Asturias de las Letras 2009, el escritor albanés Ismaí­l Kadaré, es, amén de uno de los grandes escritores europeos del presente, un extraordinario testigo y cronista de la realidad de su paí­s, cuyos latidos más profundos sabe interpretar en claves que van mucho más allá de simples pinceladas superficiales. Kadaré se adentra sin miedo en los túneles más oscuros de la realidad e ilumina sin tapujos la decepcionante evolución de la «nueva» Albania.

La caída de la dictadura resagiaba la llegada, de la mano de Europa, del progreso y de la modernidad, pero sin embargo lo que Kadaré constata es lo contrario: una vida regida por la búsqueda ávida del dinero (que fomenta las mafias, la corrupción o la prostitución de las propias esposas), en el marco de una sociedad sin valores, lo que estimula el retorno del país a los atavismos más retrógrados, la resurrección de tradiciones sanguinarias casi olvidadas y supersticiones de toda calaña. La prometida “primavera” albanesa se ha quedado “congelada”. Esto es lo que captura Kadaré en “Frías flores de marzo”, una gran novela breve, en la que el escritor albanés (permanente candidato al Premio Nobel de literatura) eleva la anécdota a categoría de símbolo, y construye un gran relato sobre la cruda realidad que emerge al despertar de un sueño que, en apenas diez años, se ha transformado en amarga pesadilla. Mark Gurabardhi es un pintor que vivió las represalias del tiránico régimen anterior y ahora es un oscuro y decepcionado funcionario de “cultura” en una pequeña ciudad del norte montañoso de Albania, donde mantiene una secreta relación amorosa con una joven, que intenta arrastrarlo al “purgatorio” de la modernidad. Pero ese “halo” de modernidad es una capa de barniz barato a la que se van adhiriendo poco a poco restos de cosas mal imitadas, vicios nuevos, herencias no purgadas del pasado inmediato y, paso a paso, conforme esa capa superficial se descascarilla y se borra, los atavismos milenarios de un país desnortado y sin rumbo. La mescolanza es a la vez irrisoria y temible. Kadaré, que siempre ha hurdido sus relatos como una mezcla de sueños y realidad, de mito y leyenda, de pasado y presente, está verdaderamente en su elemento cuando reconstruye la leyenda de la mujer obligada por su familia a casarse con una serpiente o cuando recrea magistralmente la recuperación del rito ancestral del Kanun y sus inapelables “deudas de sangre”, que hay que cobrar y pagar. O cuando da pábulo a esa otra “leyenda” de la dictadura: la de los Archivos secretos del Estado, escondidos en una cueva de las montañas. Crónica de un país descosido, roto, que navega sin brújula entre dos barbaries, “Frías flores de marzo” es un relato de hondas implicaciones en todos los sentidos: alerta a los albaneses de la trágica deriva que está tomando el país, pone de relieve la superficialidad y retórica de “Europa” y su supuesto proyecto “civilizador” (que obtiene, en los hechos, lo contrario de lo que se propone), y en definitiva es una llamada de atención sobre la barbarie que sigue amenazando los frágiles cimientos en que se asienta la realidad del presente. Pero, además, como todo relato de Kadaré, la cosa va a ún más lejos y es más compleja de lo que la simplicidad del relato aparenta. No en vano Kadaré bebe constantemente en las aguas de Homero, de los trágicos griegos y de la literatura fundacional de la cultura occidental.El De Verdad digital también lo haces tú: Contribuye con la calidad del De Verdad digital puntuando este artículo y enviando tu comentario. El 31 de octubre se realizará un sorteo de entradas para los mejores conciertos y estrenos de cine, teatro y espectáculos de la temporada navideña entre los lectores que hayan participado opinando sobre cualquier artículo. Solo hace falta dejar tu email.

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