«Ambos han enviado el jueves una carta conjunta al Presidente del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy y el presidente de la Comisión, José Manuel Barroso. Silencio sobre los desacuerdos, incluyendo la posibilidad de dejar caer a un gobierno de la zona en la bancarrota o reestructurar su deuda, la iniciativa refunda un mínimo denominador común y demanda la profundización de la gobernanza económica de la zona euro.»
Nada se dice, sin embargo, sobre la osibilidad de expulsar a un Estado de la zona del euro en quiebra o de reestructurar su deuda en su totalidad. "Este no es el propósito de esta carta", dice el Elíseo. Sobre este punto, el desacuerdo franco-alemán es profundo. Sarkozy rechaza cualquier posibilidad de suspensión de pagos, que conduciría según él a nivel estatal un cataclismo comparable a la quiebra del banco de inversión Lehman Brothers. También sería un gran desastre para los bancos franceses, particularmente expuestos en Grecia y el sur de Europa. (LE MONDE) L’ORIENT- LE JOUR.- Puede resultar útil analizar los problemas del euro desde una perspectiva global. Estados Unidos se ha quejado de los superávits (comerciales) de cuenta corriente de China; pero, como porcentaje del PIB, el superávit de Alemania es aún mayor. Supongamos que el euro se creó para que el comercio en la eurozona en su totalidad fuera, en términos generales, equilibrado. En ese caso, el superávit de Alemania implica que el resto de Europa está en déficit. Y el hecho de que estos países importen más de lo que exportan contribuye a sus economías débiles. Estados Unidos se ha quejado de la negativa por parte de China de permitir que se aprecie su tipo de cambio en relación al dólar. Pero el sistema del euro implica que el tipo de cambio de Alemania no puede aumentar en relación a los otros miembros de la eurozona. Si el tipo de cambio aumentara, a Alemania le costaría más exportar, y su modelo económico actual, basado en exportaciones fuertes, enfrentaría un desafío. Al mismo tiempo el resto de Europa exportaría más, el PBI aumentaría y el desempleo se reduciría. THE KOREA HERALD.- India parece preocuparse más que nunca por la evolución de China. El papel clave de China dentro del G-20, junto con la declinación relativa, si no absoluta, de las potencias occidentales, parece haber reforzado a los defensores de la línea dura en Pekín y el nacionalismo de una China que parece menos dispuesta que nunca a aceptar cualquier crítica de sus antecedentes en materia de derechos humanos. A los ojos de Nueva Delhi, la visión de una China razonable, prudente y, en última instancia, satisfecha -la visión que le "vende" al mundo el ministro mentor de Singapur, Lee Kuan Yew- no parece tan obvia. Francia. Le Monde Las propuestas de Merkel y Sarkozy para salvar a Europa Arnaud Leparmentier Defender la zona euro en situación de riesgo, mientras la crisis griega amenaza con propagarse a Portugal y España: Angela Merkel y Nicolas Sarkozy han hecho un frente común en la víspera de la cumbre de la zona euro el viernes, 7 de mayo. Ambos han enviado el jueves una carta conjunta al Presidente del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy y el presidente de la Comisión, José Manuel Barroso. Silencio sobre los desacuerdos, incluyendo la posibilidad de dejar caer a un gobierno de la zona en la bancarrota o reestructurar su deuda, la iniciativa refunda un mínimo denominador común y demanda la profundización de la gobernanza económica de la zona euro. La carta comienza por excluir la idea de expulsar a un estado miembro de la unión monetaria, diciendo que los dos líderes están "plenamente comprometidos" para preservar "la unidad de la zona euro". A continuación, señala que la moneda única es una causa común y que no es cuestión de dejar que cada uno gestione solo sus propios asuntos. "Todos los Estados miembros son responsables de la estabilidad de la zona euro en su conjunto." Ya que, en el fondo, la Canciller alemana y el presidente francés nunca han estado tan en desacuerdo: Sarkozy quería actuar con rapidez y decisión, detectado un ataque de los especuladores. Merkel, frente a su opinión pública, quería castigar a los griegos, culpables de mentir y de laxitud fiscal, y respetar los tratados. “Un cuadro robusto” Nunca los dos dirigentes han tenido que hacer tan gran esfuerzo para evitar las desavenencias públicas. Hacía falta encontrar medios para evitar que la crisis griega se repita. Sarkozy y Merkel quieren que el consejo de dirigentes de la zona euro, que se reúnen en Bruselas el 7 de mayo, dé lugar a un fortalecimiento de la gobernanza económica en la zona. Proponen crear "un marco sólido para la resolución de la crisis respetando el principio de responsabilidad fiscal de cada Estado miembro". Traducido por el Elíseo, los europeos deben encontrar una manera de eludir la prohibición impuesta por los tratados de rescatar a un Estado fallido. Para salvar a Grecia, los Estados han recurrido a la ayuda bilateral. Los alemanes necesitaban legalmente la intervención del FMI, lo que demostraba la extrema urgencia de la crisis, para justificar ante su Tribunal Constitucional la necesidad de intervenir. Será necesario, pues, como propone el ministro de Finanzas alemán, Wolfgang Schäuble, imaginar un Fondo Monetario Europeo. Nada se dice, sin embargo, sobre la posibilidad de expulsar a un Estado de la zona del euro en quiebra o de reestructurar su deuda en su totalidad. "Este no es el propósito de esta carta", dice el Elíseo. Sobre este punto, el desacuerdo franco-alemán es profundo. Sarkozy rechaza cualquier posibilidad de suspensión de pagos, que conduciría según él a nivel estatal un cataclismo comparable a la quiebra del banco de inversión Lehman Brothers. También sería un gran desastre para los bancos franceses, particularmente expuestos en Grecia y el sur de Europa. Reforma de los Tratados Ante el Bundestag, el miércoles, Merkel dijo que quiere "desarrollar un procedimiento estándar de suspensión de pagos." La canciller también explicó que está comprometida "con fuerza" para una reforma de los Tratados, incluso si es "larga y laboriosa". Los franceses son escépticos sobre la idea de reformar el Tratado de Lisboa. Haría falta revisar toda la Unión Económica y Monetaria, confeccionada en un período liberal, la década de 1990, habría de ser ratificada por los 27 Estados miembros. Sería más fácil revisar el Pacto de Estabilidad, que regula el funcionamiento del euro. "No nos oponemos a un cambio en el pacto de estabilidad", dice el Elíseo. Escrito en términos franco-alemanes, el texto pide “sanciones más efectivas para los procedimientos de déficit excesivo”. Los procedimientos de sanciones incluidas en el pacto quedó caduco a finales de 2003, cuando París y Berlín, inmersos en una deriva fiscal, se negaron a cumplirlo. Alemania desea que los países con laxitud presupuestaria puedan ser privados de cierta subvenciones de la UE y de su derecho a voto. Si no es posible revisar el pacto, el Elíseo señala que el Tratado de Lisboa permite a los miembros de la zona euro organizarse entre ellos. Por último, conviene prestar atención a la economía y no sólo a los presupuestos. La carta franco-alemana llama al "reforzamiento de la vigilancia sobre los problemas estructurales, la competitividad y los desequilibrios". La reforma de la gobernanza económica debe ser profundizado por el Presidente del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy, que se debe revelar la composición de un grupo de trabajo sobre este asunto. En el pasado, el pacto de estabilidad ha mostrado sus límites. Para el Eliseo, el problema griego es más un problema de competitividad, sobre el que los europeos no se han pronunciado, que un problema de déficit. Durante años, Irlanda y España fueron citados como modelos porque su deuda era baja. Nadie prestó atención a la explosión de la deuda privada, impulsada por la especulación inmobiliaria. Hoy, la quiebra del alumno modelo español provocaría una catástrofe. LE MONDE. 6-5-2010 Líbano. L’Orient Le Jour ¿Se puede salvar al euro? Joseph Stiglitz La crisis financiera griega puso en riesgo la supervivencia misma del euro. En el momento de la creación del euro, a muchos los preocupaba su viabilidad a largo plazo. Cuando todo salió bien, esas preocupaciones pasaron al olvido. Pero el interrogante sobre cómo se aplicarían los ajustes si parte de la eurozona resultaba afectada por un fuerte shock adverso perduró. Corregir el tipo de cambio y delegar la política monetaria al Banco Central Europeo eliminó dos recursos primordiales a través de los cuales los gobiernos nacionales estimulan sus economías para evitar la recesión. ¿Qué podía reemplazarlos? El premio Nobel Robert Mundell estableció las condiciones según las cuales una moneda única podía funcionar. Europa no cumplió con esas condiciones en su momento; y sigue sin hacerlo. La eliminación de barreras legales para el movimiento de trabajadores creó un mercado laboral único, pero las diferencias lingüísticas y culturales hacen que la movilidad laboral al estilo norteamericano resulte inalcanzable. Es más, Europa no tiene manera de ayudar a aquellos países que enfrentan problemas serios. Consideremos el caso de España, que tiene una tasa de desempleo del 20% -y más del 40% entre la gente joven-. El país tenía un excedente fiscal antes de la crisis; después de la crisis, su déficit aumentó a más del 11% del PIB. Pero, según las reglas de la Unión Europea, España ahora debe recortar su gasto, lo cual, probablemente, exacerbe el desempleo. Conforme su economía se ralentiza, la mejora de su posición fiscal puede ser mínima. Algunos esperaban que la tragedia griega convenciera a los estrategas políticos de que el euro no puede andar bien sin una mayor cooperación (asistencia fiscal incluida). Pero Alemania (y su Corte Constitucional), en parte a raíz de la opinión popular, se ha opuesto a darle a Grecia la ayuda que necesita. Para muchos, tanto dentro como fuera de Grecia, era una situación peculiar: se habían invertido miles de millones en salvar a los grandes bancos, pero evidentemente salvar a un país de once millones de personas era un tabú. Ni siquiera resultaba claro que la ayuda que Grecia necesitaba debiera ser catalogada como un rescate: si bien resultaba poco probable que los fondos otorgados a instituciones financieras como AIG fueran recuperados, un préstamo a Grecia a una tasa de interés razonable probablemente sería saldado. Una serie de ofertas a medias y de vagas promesas, destinadas a calmar al mercado, resultaron un fracaso. De la misma manera que Estados Unidos había improvisado a toda prisa una asistencia para México 15 años antes combinando ayuda del Fondo Monetario Internacional y el G-7, la UE diseñó un programa de asistencia junto con el FMI. El interrogante era: ¿qué condiciones se le impondrían a Grecia? ¿Cuán grande sería el impacto adverso? Para los países más pequeños de la UE, la lección es clara: si no reducen sus déficits presupuestarios, existe un riesgo elevado de un ataque especulativo, con pocas esperanzas de una ayuda adecuada por parte de sus vecinos, al menos no sin limitaciones presupuestarias pro-cíclicas que resultarán dolorosas y contraproducentes. A medida que los países europeos adopten estas medidas, sus economías probablemente se debiliten, con consecuencias desdichadas para la recuperación global. Puede resultar útil analizar los problemas del euro desde una perspectiva global. Estados Unidos se ha quejado de los superávits (comerciales) de cuenta corriente de China; pero, como porcentaje del PIB, el superávit de Alemania es aún mayor. Supongamos que el euro se creó para que el comercio en la eurozona en su totalidad fuera, en términos generales, equilibrado. En ese caso, el superávit de Alemania implica que el resto de Europa está en déficit. Y el hecho de que estos países importen más de lo que exportan contribuye a sus economías débiles. Estados Unidos se ha quejado de la negativa por parte de China de permitir que se aprecie su tipo de cambio en relación al dólar. Pero el sistema del euro implica que el tipo de cambio de Alemania no puede aumentar en relación a los otros miembros de la eurozona. Si el tipo de cambio aumentara, a Alemania le costaría más exportar, y su modelo económico actual, basado en exportaciones fuertes, enfrentaría un desafío. Al mismo tiempo el resto de Europa exportaría más, el PBI aumentaría y el desempleo se reduciría. Alemania (al igual que China) ve sus ahorros elevados y sus proezas exportadoras como virtudes, no vicios. Pero John Maynard Keynes decía que los superávits conducen a una débil demanda agregada global –los países que tienen superávits ejercen una “externalidad negativa” en sus socios comerciales-. De hecho, Keynes creía que eran los países con superávits, mucho más que los países con déficits, los que planteaban una amenaza a la prosperidad global; incluso llegó a recomendar un impuesto a los países con superávits. Las consecuencias sociales y económicas de los acuerdos actuales deberían ser inaceptables. No debería obligarse a los países cuyos déficits han aumentado como resultado de la recesión global a caer en una espiral mortal, como sucedió con Argentina hace una década Una solución que se propone es que esos países pergeñen el equivalente de una devaluación –una disminución uniforme de los salarios-. En mi opinión, esto es inalcanzable, y sus consecuencias distributivas son inaceptables. Las tensiones sociales serían enormes. Es una fantasía. Existe una segunda solución: la salida de Alemania de la eurozona o la división de la eurozona en dos subregiones. El euro fue un experimento interesante, pero, como el casi olvidado mecanismo de tipo de cambio (MTC) que lo antecedió y se desintegró cuando los especuladores atacaron la libra británica en 1992, carece del respaldo institucional necesario para que funcione. Existe una tercera solución –y tal vez Europa llegue a darse cuenta de eso- que es la más promisoria de todas: implementar las reformas institucionales, incluyendo el marco fiscal necesario, que deberían haberse implementado cuando se creó el euro. No es demasiado tarde para que Europa implemente estas reformas y, así, estar a la altura de los ideales, basados en la solidaridad, que subyacen la creación del euro. Pero si Europa no puede hacerlo, entonces quizá sea mejor admitir el fracaso y pasar a otra cosa en lugar de pagar un precio elevado en materia de desempleo y sufrimiento humano en nombre de un modelo económico fallido. L’ORIENT-LE JOUR. 6-5-2010 Corea. The Korea Herald El ascenso cauteloso de India Dominique Noisi Algunos países se sienten naturalmente a gusto con el concepto y la realidad del poder estratégico. Ese fue claramente el caso de Francia durante el reinado de Luis XIV, del Rey Sol en el siglo XVII y hoy de China, cuyo liderazgo se siente cómodo con los juegos de equilibrio de poder de la Europa clásica. India está claramente en una categoría diferente. En términos económicos, la confianza de India se vio estimulada por la manera en que hoy la ve el mundo occidental, con una mezcla de respeto y codicia: "¿Qué tipo de acuerdos puedo cerrar con un mercado emergente de este tipo, cuya población pronto será la mayor de cualquier país del mundo?" Sin embargo, para entender la relación política y diplomática de India con el mundo exterior, la comparación más esclarecedora es con Estados Unidos en 1920. Al igual que Estados Unidos después de la Primera Guerra Mundial, India se está dando cuenta de que su estatus y su papel en el mundo han sufrido profundas transformaciones en las dos últimas décadas. Y, al igual que Estados Unidos entonces, India no se siente naturalmente a gusto con la noción de ejercer el poder global. La historia y la cultura de India, desde Asoka, su emperador mítico en el siglo III a.C, hasta Gandhi, la llevan a enfatizar la ética y considerarse una nación "excepcional" en su relación con el mundo. A diferencia de China, a India le cuesta adaptarse a su condición de "gran potencia" emergente. Por supuesto que sería una exageración burda hablar de un "complejo de inferioridad" indio. Y aún así India constantemente se mide contra China, sigue obsesionada con Pakistán y recientemente comenzó a analizar con mirada más crítica su relación con Estados Unidos. Es natural que India proclame su superioridad "democrática" ante China al mismo tiempo que reconoce que en todos los frentes estratégicos no está en la misma liga. Pero, ¿acaso es posible trazar una comparación entre lo que un académico indio ha llamado el "chino robotizado" y la vasta diversidad humana de India? India parece preocuparse más que nunca por la evolución de China. El papel clave de China dentro del G-20, junto con la declinación relativa, si no absoluta, de las potencias occidentales, parece haber reforzado a los defensores de la línea dura en Pekín y el nacionalismo de una China que parece menos dispuesta que nunca a aceptar cualquier crítica de sus antecedentes en materia de derechos humanos. A los ojos de Nueva Delhi, la visión de una China razonable, prudente y, en última instancia, satisfecha -la visión que le "vende" al mundo el ministro mentor de Singapur, Lee Kuan Yew- no parece tan obvia. En lo que concierne a Pakistán, India tampoco parece tener confianza. En todos los frentes -demográfico, económico, militar y político-, India está muy por encima de Pakistán. Pero India no parece saber cómo lidiar con su vecino del norte, y mucho menos con quién tratar en su gobierno. La mayor democracia del mundo no puede decir abiertamente que casi prefería la dictadura militar del general Pervez Musharraf al caos de la situación actual. En realidad, lo que prevalece en India es una profunda sensación de frustración con Pakistán. Los intentos de acercamiento de India al gobierno de Pakistán en general no obtuvieron respuestas, y cuando los funcionarios indios expresan su malestar, Estados Unidos, si no la comunidad internacional, los acusan de comportarse de manera irresponsable. Si al parecer India no cree que Estados Unidos y sus aliados pueden realmente "tener éxito" en Afganistán, tampoco está dispuesta a resignarse a un retorno de los talibanes al poder, lo que a su vez conduciría a la talibanización de Pakistán. Sin embargo, India parece comportarse de una manera muy "europea" en Afganistán; está dispuesta a enviar dinero y expertos, pero no tropas. Las preocupaciones y frustraciones de India en Afganistán y Pakistán se traducen en una mezcla de desilusión e irritación con Estados Unidos que, visto desde Nueva Delhi, se deja manipular por las autoridades paquistaníes. Los indios no pueden dilucidar del todo si los norteamericanos son simplemente " ingenuos" o tramposos; en cualquier caso, no están tranquilos. Como sea, el actual calentamiento de las relaciones entre India y Rusia, simbolizado por la reciente visita del primer ministro Vladimir Putin, no se traduce en una gran transformación de las alianzas, como lo fue el rompimiento de India con Rusia en los años 1990. Los intercambios de India con Rusia representan apenas una quinta parte de lo que son con China. Lo que prevalece hoy en día en Nueva Delhi y Moscú es puro pragmatismo. Si bien hay espacio para Europa en la visión que tiene India del mundo, para India (así que como para China), Europa es por sobre todo una realidad económica más que política. En lo que se refiere a la política, prevalecen las relaciones bilaterales, y desde ese punto de vista Francia y Alemania parecen más importantes que Gran Bretaña. La era del Raj puede ser visible en los edificios de Nueva Delhi y en los uniformes del ejército indio, pero Gran Bretaña perdió cualquier arista competitiva que alguna vez haya tenido en India. El pasado quedó verdaderamente en el pasado. El malestar de India sobre el poder estratégico, y su semejanza con una Unión Europea gigantesca unida sólo por el idioma inglés, refleja su búsqueda en curso de una nueva identidad internacional. En esta búsqueda, India corre con la desventaja de su falta de práctica en el ejercicio del poder a gran escala. India no está por convertirse en una segunda China -carece de los medios y de la ambición-. Esa es una razón más para que Occidente se comprometa e invierta en India. THE KOREA HERALD. 30-4-2010