El Observatorio

¡Francófilos, explí­quense!

Nuestro paí­s destaca por la reconocida y pública francofilia de una parte, no pequeña, de sus élites. Sin ir más lejos, el mismí­simo ministro de Asusntos Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, se declaró en una entrevista, no ya francófilo, sino directamente «afrancesado». Lo mismo hizo la vicepresidenta, De la Vega, cuando, en plena conmemoración del 2 de mayo de 1808, se atrevió a presentar públicamente un libro en defensa de las «afrancesados» (es decir, de los partidarios de la invasión y dominación francesa). También el ex presidente González y el actual, Zapatero, han hecho numerosas declaraciones de francofilia. Quizá, por todo ello, no estarí­a de más reclamarles, a propósito de las inquietantes noticias que llegan, sobre el pasado y sobre el presente de Francia, una explicación. ¿Incluye su francofilia también la defensa de las pruebas nucleares francesas y la elaboración del actual mapa étnico francés?

Entre los años 1960 y 1996, Francia llevó a cabo, rimero en Argelia y luego en la Polinesia francesa, más de 200 pruebas nucleares. Más de 200 bombas atómicas de distinta potencia fueron explosionadas para dar una orla nuclear a la “grandeur” francesa. A resultas de estas pruebas, más de 150.000 personas –entre militares y civiles– estuvieron expuestas a la radiación, sufriendo dintintos tipos de secuelas, como el cáncer y hasta otras 18 enfermedades “reconocidas por la ONU”. Todo esto sin contar a las poblaciones nativas afectadas, sobre las que no hay ni estadísticas ni mediciones. Tampoco hay un balance de los muertos provocados directamente por dichas pruebas.En todo caso, desde 1960 hasta hoy, es decir ¡durante 50 años!, las autoridades galas –civiles o militares, de derechas o de izquierdas– se habían negado categóricamente a reconocer que hubiera alguna relación entre las pruebas atómicas realizadas y los frecuentes casos de cáncer que se producían entre el personal que había trabajado y asistido a ellas. Lo que hasta un niño de pecho podía deducir, las sesudas (y cínicas) mentes del Estado galo eran incapaces de verlo. O, sencillamente, sufrían un súbito ataque de amnesia. El mismo que han padecido, por lo visto, también durante 50 años, hasta reconocer –no hace mucho– que la Francia de Vichy –mayoritariamente apoyada por la población– colaboró activamente con la Alemania nazi en la detención y deportación de los judíos franceses (con vistas a su exterminio) o en la eliminación física de 50.000 “enfermos mentales” (eugenesia). Por lo que es de prever, que necesitarán un plazo similar (50 años de amnesia y olvido) para “reconocer” su responsabilidad y su colaboración en el genocidio del centro de África, de hace sólo 20 años: aquél que dio pie a los despectivos comentarios de Mitterand: “¿Pero a quién le importa un genocidio en África?”.Pero, en fin, al parecer, todo llega. También el reconocimiento de que las víctimas (francesas) de aquellos ensayos nucleares merecen una indemnización del Estado. Para lo cual, el ministro de Defensa, Hervé Morin, ha anunciado una partida de… ¡10 millones de euros! Después de 20, 30 y hasta 50 años de espera, y para 150.000 afectados, el ministro promete… ¡10 millones de euros!… ¡El sueldo de un banquero durante un año! ¡El presupuesto de un ministerio en fotocopias! ¡Esto sí que es “grandeur”! ¡Esto sí que es generosidad!Pero, más que interpelaciones a unos personajillos avaros y misántropos, cínicos y criminales, como son los que integran la casta gobernante francesa, me gustaría que, a este propósito y sobre este tema, hablaran nuestras élites francófonas. Que a propósito de este crimen y esta “generosa” indemnización salieran a la palestra a defender su amor y su debilidad por la “fraternité” y la “grandeur” de la burguesía gala. Que esgrimieran en público su orgullo de francófilos y afrancesados, y defendieran la necesidad –en la que, sin duda creen– de que España siga sometida al “dulce yugo” de Francia.¡Salgan a la palestra! ¡Hablen! ¡Digan todo lo que tienen que decir! Pero, ¿por qué se callan?

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