El Observatorio

Francofilia

Jamás un jefe de Estado francés habí­a despertado tan unánimes muestras de adhesión de las élites españolas como las exhibidas estos dí­as con motivo de la visita de Sarkozy a Madrid. Recepción excepcional por parte de la casa real, de matriz borbónica (es decir, de origen francés). Agasajo por parte del gobierno (pese a que no hace ni quince dí­as que el galo habí­a cuestionado la «inteligencia» de Zapatero). Apoyo del partido de la oposición (nada que ver con el clima de hostilidad manifiesto entre Aznar y Chirac). Aplausos unánimes en el Congreso de los Diputados. Editoriales favorables en toda la prensa, desde el ABC a El Paí­s, pasando por el Mundo. Y fervor en la prensa del corazón, ante la presencia de una estrella mediática de la talla de Carla Bruni, que promete glamourosas portadas y jugosas ventas.

Como se dice en los casinos: "¡No va más!". Y ciertamente, no le caben más ases en la manga a un mandatario galo que, este sí, ha demostrado una gran inteligencia ara ganarse, pese a su complicado perfil personal, tan rompedor, una adhesión indiscutible de las élites españolas, no sólo de las ya tradicionalmente francófilas, sino de algunas más reticentes y hasta hostiles.Sarkozy, sin dar un giro de 180 grados a la política de subordinación y vasallaje practicada por los anteriores mandatarios galos, desde Mitterand a Chirac, y sin renunciar a extender y ampliar el dominio económico galo sobre cada vez más amplios sectores de la economía española, parece sin embargo predispuesto a practicar una política de "colaboración y amistad" con España que no consista sólo en chantajear, humillar, extorsionar y hasta cobrar peaje por cada etarra detenido, como hacían sus predecesores.Sarkozy parace haberse tomado más en serio el tema de la lucha contra ETA, aunque sólo sea por temor a un contagio del problema y a que el "santuario francés" se acabe convirtiendo en un avispero en su propio suelo; pero eso sí, sin que ello implique, al menos de momento, una voluntad decidida de poner punto y final al terrorismo etarra (algo que quizá incluso no está enteramente en sus manos). Con todo, sólo en seis meses, la colaboración policial hispano-francesa ha dado con los huesos en la cárcel de tres jefes sucesivos de ETA y los atentados de la banda se han reducido de forma espectacular desde que Sarkozy está en el poder.Por otro lado Sarkozy ha demostrado una oportuna predisposición a que España esté en el grupo de naciones que, a través del G-20, están participando y van a decidir en los próximos años el nuevo orden financiero internacional. Sarkozy le proporcionó la silla a Zapatero en Washington y ahora ha abogado por la integración permanente de nuestro país en el grupo, a fin de que nuestro no tenga que estar mendigando su participación cada cumbre, como ocurre ahora. Que ese apoyo tiene un precio, eso es innegable. Que Francia aspira a contar así con un apoyo incondicional en el G-20, nadie puede dudarlo. Pero aún así, Sarkozy demuestra más inteligencia y más respeto que sus antecesores, para los que España era un simple "vasallo" sin derecho a estar en semejantes reuniones de "señores".Ahora bien, una vez subrayadas estas diferencias, es preciso señalar, frente al papanatismo francófilo de tantos, que ya es hora de que España no se limite a agasajos y agradecimientos y genuflexiones, y ponga encima de la mesa una serie de temas vitales para sus intereses nacionales que tropiezan desde hace décadas con el silencio, la obstrucción y hasta el boicoteo activo de Francia.Esos temas tienen que ver con que se ponga fin al "cuello de botella" con que Francia tiene estranguladas las redes de comunicaciones con las que España accede a Europa, a la apertura de un tercer eje de comunicaciones que no sean los pasos de Irún (País Vasco) y La Junquera (Cataluña), a la interconexión de la red ferroviaria española con la europea o a la interconexión eléctrica con la red europea.Todas esas obstrucciones suponen barreras de bloqueo a la expansión económica de España, que son intolerables entre dos países miembros de la UE y que se supone "amigos".Otro punto esencial es la reciprocidad comercial. Si Carrefour puede operar libremente en España, ¿por qué El Corte Inglés o Mercadona no pueden expandirse en territorio galo? ¿si aquí opera Orange por qué en Francia no lo hace Telefónica? No es acceptable que el mercado español sea completamente libre para las empresas y los productos franceses y que el mercado francés esté bloqueado, allí donde a ellos les interesa, a las empresas y productos españoles.También la política "marroquí" es un tema esencial para España en el que Francia suele operar de forma antagónica a los intereses españoles. Chirac era un verdedero especialista en "agitar" esa serpiente venenosa.Hay, pues, mucha tela que cortar antes de que pueda siquiera sugerirse que las relaciones entre España y Francia han entrado por una senda de equidad y beneficio mutuo. ¿No sería lógico que las élites españolas se dedicaran a plantear y resolver este tipo de "asuntos pendientes", en vez de entregarse a los sonrojantes ejercicios de francofilia a los que les hemos visto arrastrarse estos días?

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