Selección de prensa internacional

¿Fin de la hegemoní­a USA?

Atención al importante artí­culo aparecido en el Diario de Pueblo en su edición de ayer. Aunque en él no se cita a su autor, parece evidente que no se trata de una opinión más. Tanto por su contenido, su forma, el tono e incluso el «desde dónde» está pensado, posiblemente nos encontremos, si no ante una declaración oficial de la dirección del PCCh, sí­ ante la trascripción de sus reflexiones, debate y análisis sobre la nueva configuración geopolí­tica y geoeconómica del mundo tras el estallido de la crisis. Para comprender su importancia, hay que partir de su afirmación final: «Un mundo auténticamente multipolar está apareciendo. Está alejándose la época en que los Estados Unidos tiene la última palabra».

Dado lo rudente y comedido que suelen ser los dirigentes chinos en sus declaraciones y valoraciones públicas, en especial en todo lo referido a sus relaciones con EEUU, una afirmación tan contundente, en la que se deja advertir que valoran que la crisis ha abierto el inicio del fin de toda una época histórica y el principio de otra nueva, merece ser tenida en cuenta. El artículo parte de una tesis inicial. La doble condición de EEUU como superpotencia hegemónica en lo político y lo militar y de mayor nación deudora del mundo, unido a la capacidad que están demostrando tanto China como un grupo de países emergentes para hacer frente al impacto de la crisis mundial, está contribuyendo de forma acelerada a “a operar titánicos cambios en la configuración económica mundial”. La crisis está jugando, en este sentido, el papel de catalizador de una serie de desequilibrios, tensiones y conflictos que ya existían con anterioridad, que estaban presentes en forma latente en la economía y la política mundiales, pero actuando bajo la superficie de forma silenciosa e invisible. Condensándolos en el espacio y en el tiempo, la crisis los ha sacado a la superficie y ahora su velocidad de desarrollo se multiplica. EEUU ya no puede seguir ejerciendo el papel de motor o locomotora de la economía mundial. Y esto se ha hecho visible no sólo a los ojos de todos los pueblos del mundo, sino para su misma clase gobernante. Y dejar de jugar el papel de motor de la economía mundial no es un asunto en absoluto baladí. Implica también perder la capacidad de imponer las normas y las reglas que convienen a tus intereses, creando así nuevas condiciones para aumentar y prolongar el declive de unos (EEUU y el bloque de potencias occidentales alineados tras él) y potenciar y multiplicar el ascenso de otros (el bloque de naciones emergentes). No hay que olvidar que la transición de la hegemonía en el bloque imperialista occidental de manos de Gran Bretaña a las de EEUU se inició en 1920 cuando el Tesoro norteamericano exigió al Banco de Inglaterra el pago inmediato de los préstamos de guerra. Y concluyó abruptamente en 1944, cuando en la conferencia de Bretton Woods todas las iniciativas británicas fueron sistemáticamente desechadas para configurar un nuevo sistema monetario internacional con el dólar como núcleo. La incapacidad de EEUU en las dos reuniones del G-20 para imponer sus condiciones, incluso el mismo hecho de que haya sido necesario recurrir a ese formato abandonando el tradicional del G-8, es uno de los síntomas más evidentes de que, como dice el artículo del Diario del Pueblo, “han comenzado a aparecer los indicios del debilitamiento de la posición hegemonista estadounidense en la economía mundial”. Y aunque China, como se encarga de recalcar el artículo, ni tiene ni ninguna ambición hegemonista de tomar el relevo de EEUU como superpotencia, su creciente actividad en el plano mundial acelera los factores de emergencia de un mundo multipolar y de declive de la posición hegemónica de EEUU. Por su parte, el diario económico francés La Tribune, publicaba hace un par de días una interesante reflexión –más por su punto de partida que por sus tesis– acerca de cómo la crisis económica tiende a reavivar los riesgos de guerra. Tras una serie de argumentos relativamente complejos acerca de la relación entre los períodos de expansión capitalista, el descenso de los salarios reales y el estallido de conflictos que no se ajustan demasiado a la realidad histórica, el punto donde la cuestión cobra interés es la reflexión acerca de cómo, mientras los 20 años de globalización han marcado una tendencia general de, llamémosle así, aproximación o convergencia económica entre los distintos países y áreas regionales del mundo, el estallido de la crisis no es sólo que haya frenado esta tendencia, sino que la ha invertido. Y las diferencias y divergencias entre países y áreas se desarrollan ahora a una velocidad acelerada. Y es en esta inversión de la tendencia general donde se acumulan, concluye el artículo, “factores generadores de tensiones, o incluso de conflictos internacionales” China. Diario del Pueblo LA DESACTIVACIÓN DEL MOTOR ECONÓMICO GLOBAL CAMBIA LA CONFIGURACIÓN ECONÓMICA MUNDIAL La actual crisis financiera global generada en Estados Unidos sigue haciendo estragos en el mundo, y todavía no ha mostrado ningún indicio de llegar a su fin. Por su parte, el presidente de la Reserva Federal de EEUU Ben Bernanke afirmó en una audiencia del congreso que la economía estadounidense entraría en la etapa de recuperación antes de finales de 2009. Sin embargo, después dijo a los medios que la recuperación económica constituye un proceso lento y que incluso tras el término de la recesión económica, la tasa de desempleo se mantendrá a un nivel relativamente alto. Sus declaraciones han demostrado que ni él mismo tiene suficiente confianza en el mejoramiento de la situación económica. (…) Al hacer estas declaraciones, quizá Bernanke ha reconocido que la actual crisis, considerada por su antecesor Alan Greenspan como una recesión sin precedentes, no solo ha causado graves daños a EEUU, sino que también ha revelado la vulnerabilidad del formato de recurrir al “consumo con deudas” para estimular la economía y la ineficacia del mecanismo de vigilancia financiera de EEUU. Ya no existe la función de EEUU como “el motor de la economía mundial”. En contraste con esto, la capacidad de China y otras economías emergentes de hacer frente al impacto de la crisis está ejerciendo una creciente influencia. Esto ha contribuido a operar titánicos cambios en la configuración económica mundial, y está apareciendo un mundo auténticamente multipolar. Los EEUU es un país que vive del préstamo. Las estadísticas han demostrado que los gastos en el consumo de EEUU representan el 21 % del total del PIB del mundo. Sin embargo, una parte considerable de los gastos de consumo de los estadounidenses proviene de las deudas contraídas por EEUU con los países asiáticos productores de petróleo o con alta proporción de ahorros. Además, EEUU recurre a su desarrollado sistema financiero y los diversos instrumentos financieros inventados para convertir los ingresos hipotéticos de sus habitantes en créditos destinados al consumo individual. Estas invenciones también han sembrado las semillas dañinas para el brote de la actual crisis. Desde luego, el brote de la actual crisis se debe a que los EEUU es la única superpotencia del mundo y la mayor nación deudora del mundo. Esta identidad doble de EEUU ha permitido a sus gobernantes elaborar las políticas internas y externas causantes de los cambios y contradicciones geopolíticos y geoeconómicos en el ámbito internacional. Según las instituciones financieras de autoridad, la crisis global ha sido provocada por la crisis hipotecaria generada en EEUU en 2007. Sin embargo, el ex secretario de Hacienda Henry Paulson la atribuyó a la alta proporción de ahorros en China, afirmando que la alta proporción de ahorros de China ejercía una influencia “decisiva” sobre la burbuja económica estadounidense. Según la absurda deducción “lógica” de Paulson, la inversión china de las reservas de divisas del dólar en los bonos del Tesoro de EEUU ha hecho la tasa de interés a largo plazo de EEUU mantenerse al nivel bajo, lo que ha obligado a los inversionistas a adquirir más productos financieros de otros países. La absurda deducción de Paulson ha sido rechazada por el Nóbel de Economía y economista estadounidense Joseph Stiglitz, que dijo que el ingreso de cuantiosos ahorros chinos a EEUU ejerce una influencia sobre la tasa de interés, aunque esto no es el único factor decisivo. Sin embargo, la Reserva Federal de EEUU es competente para fijar la tasa de interés y neutralizar este flujo de fondos. Puede elevar la tasa de interés para hacer frente a la burbuja especulativa provocada por el crecimiento de créditos. Lo erróneo consiste en que el sistema financiero estadounidense no ha hecho lo debido, es decir, controlar el riesgo y conducir el capital a las esferas de alto beneficio. La Fed ha desaprovechado la buena oportunidad y pagado caro por ello. Es absurdo el que Paulson haya atribuido el brote de la actual crisis a China, afirmó Stiglitz. Los sucesos históricos son tan sorprendentemente semejantes. Un grupo de analistas han afirmado que la actual situación de EEUU es semejante a la del Reino Unido cuando éste iba de su época de apogeo a la decadencia. La Depresión Económica en la década 1930 ha servido del símbolo de la decadencia del imperio inglés considerado como “el país del sol naciente”, cuya posición de monopolio ha sido reemplazada por EEUU. La actual crisis tan grave como la Depresión Económica de antaño ha causado un fuerte impacto a EEUU. No tiene nada de sorprendente si alguien sostiene que esta crisis es el inicio del avance de EEUU hacia “la decadencia”. A pesar del impacto de la crisis, las economías emergentes incluida China han mostrado su vitalidad al reajustar la estructura económica, fortalecer la vigilancia sobre la administración de las divisas y perfeccionar el mecanismo financiero, especialmente estimular la demanda interna para aliviar la influencia causada por la baja de consumo de EEUU. China tiene mayor capacidad que la mayoría de otros países para hacer frente a la crisis económica global y ha presentado una oportunidad de aliviar la vulnerabilidad a los países preocupados por la excesiva dependencia de la economía estadounidense. Han comenzado a aparecer los indicios del debilitamiento de la posición hegemonista estadounidense en la economía mundial, comentó Stephen King, economista jefe del HSBC Bank del Reino Unido. Un medio de importancia del Reino Unido afirma en una nota que la configuración geoeconómica se encuentra en una etapa de titánicos cambios. La posición hegemonista global se está trasladando de un país grande a otro. El autor comentó en alusión a China cuando cita el “otro país grande”. No es adecuado el equiparar China y EEUU que reemplazó al Reino Unido de antaño. Por su parte, China ha declarado más de una vez que nunca y jamás procurará por la hegemonía. Sin embargo, el hecho fehaciente consiste en que la crisis económica global ha debilitado el poderío económico estadounidense y EEUU depende en gran grado de China para continuar ocupando la posición hegemonista global, ya que sobre la base de su desarrollo en los últimos 30 años, China se encuentra en un momento clave y es notorio que está dispuesta a desempeñar un rol más activo en el ámbito global, comentó el mencionado medio inglés Los expertos en los asuntos chinos se han informado de que en el Foro de Boao celebrado el mes pasado, el premier chino Wen Jiabao expresó la firme confianza de China en neutralizar la influencia de la crisis económica global. El líder chino criticó a Occidente, especialmente a EEUU, por su imprudente política económica, uno de los factores causantes de la actual crisis. Advirtió que si el FMI no realiza importantes reformas, China no suministrará fondos. Esta declaración ha demostrado que China está dispuesta a desempeñar un rol activo en los asuntos financieros internacionales. Las estadísticas del FMI han demostrado que antes de 2007, año anterior al brote de la crisis, los países desarrollados registraron un crecimiento de 2,7 %, en contraste con el 8 % de las economías emergentes incluidos los BRICs (Brasil, Rusia, India y China). El PIB de China superó los dos billones de dólares ocupando el cuarto lugar en el mundo. La India, Rusia y Brasil figuraban entre los primeros 12 países, al registrar más de un billón de dólares del PIB en total. El crecimiento económico de China, la India y Rusia representó más de la mitad del aumento económico global. Las economías emergentes son dignas de ser calificadas como el factor estabilizador de la economía mundial, especialmente cuando ésta está asediada por la actual crisis financiera. El que China, una de las economía emergentes del mundo, desempeñe un rol activo en los asuntos globales, pronostica los positivos cambios en la configuración geopolítica y geoeconómica del mundo. Un mundo auténticamente multipolar está apareciendo. Está alejándose la época de que los Estados Unidos tiene la última palabra. DIARIO DEL PUEBLO. 15-5-2009 Francia. La Tribune LA CRISIS REAVIVA LOS RIESGOS DE GUERRA Christian Schmidt En el momento en que los economistas escrutan los signos anunciadores de la reactivación, es urgente recordar que el encadenamiento de los fenómenos que caracterizan la crisis no ha acabado. Tras la finanzas, vino la economía, ahora le llega el turno a lo social y, puede ser, a lo político, de ser tocados. Una evidencia: la coincidencia de un rebote de los mercados financieros con un alza del paro y un descenso regular del poder de compra no pueden sino agravar los conflictos sociales en nuestro país. ¿Y qué pasa a nivel internacional? En los mercados de Rusia, desde Moldavia a Turkmenistán, los signos de tensión no faltan. La relaciones entre Rusia y la OTAN se han crispado. Corea del Norte a marcado sus diferencias en el momento de la cumbre de la OTAN. Bangkok y Tananarive acaban de conocer horas difíciles. Cada uno de estos acontecimientos tiene sus propias causas. No obstante, la crisis económica y financiera contribuye a agravar los riesgos de conflictos interiores en estos países ya políticamente frágiles y a reactivar fracturas geopolíticas. Falta comprender si –y cómo– esta mundialización de la economía facilita su puesta en marcha. El pasaje de la dimensión económica a la dimensión política se revela más difícil de prever que la de la esfera financiera a la esfera de la economía real. En tanto que se trata de fenómenos económicos, se dispone a la vez de una brújula (las teorías económicas) y de una memoria estadística (la historia de las crisis pasadas). La articulación de los acontecimientos políticos con el dominio económico es una operación más delicada; incluso aunque una rama del análisis económico se emplee hoy para redescubrir “la economía política” con nuevas herramientas. Por tanto, el sujeto de los vínculos entre las fluctuaciones económicas y la violencia política en sus diferentes formas, en particular mortales, no es nuevo. Kondratieff, el padre de la teoría de los ciclos largos, abordó ya la cuestión en 1925. Cosa extraña, las constantes de largo período formuladas en esa época por los economistas rusos aparecen demasiado tranquilizadoras para nuestro próximo futuro. Sobre la base de observaciones referentes a un poco más de dos movimientos de largo período (alrededor de 50 años), él notó, en efecto, que las guerras, las revoluciones y otros acontecimientos políticos de gran amplitud estallaban en mayor número durante las fases de expansión que en las de depresión. Más tarde, algunos trabajos, en particular los de Goldstein en EEUU, parecen haber establecido que existen asimismo grandes ciclos de guerras, lo que pone sobre el tapete la cuestión de las relaciones entre ciclos económicos y ciclos de guerra. Las respuestas propuestas por estos investigadores son, esta vez, menos tranquilizadoras. Ellas subrayan la importancia del papel jugado por los salarios reales en esta transmisión. En el pasado, las huelgas de los períodos de expansión estaban acompañadas, al menos al fin del período, de una bajada de salarios reales susceptibles de encender conflictos políticos y guerras. Nosotros sabemos que hoy esta relación inversa entre el crecimiento económico y los salarios reales no es observable, a causa principalmente la moderación de los precios que entraña la competencia internacional. Pero es entonces la depresión y, más todavía, la recesión mundial las que traen el riego de engendrar desórdenes internacionales. En el pasado, las recesiones venían acompañadas de un fuerte descenso de los precios, que entrañaba en su estela la subida de los salarios reales. Este no parece ser el caso hoy. Hace poco, numerosos politólogos señalaban, con razón, la emergencia de una desconexión cada vez más clara entre los hechos políticos y las realidades económicas. Las crisis políticas internacionales no tenían casi ninguna repercusión sobre los mercados de capitales, que permanecían insensibles a las señales extranjeras en las esferas económicas y financieras. Ciertos observadores creían ver un efecto positivo de esta mundialización económica que tendería, a largo plazo, a moderar el impacto de los conflictos internacionales y su peligrosidad. Hoy podemos preguntarnos si tamaña desconexión no es, simplemente, la consecuencia de un fenómeno singular: la duración excepcional de un período de crecimiento mundial, en el curso del cual la economía norteamericana no ha conocido, a excepción de 2002, quiebras mayores. La crisis económica no haría, en estas condiciones, más que restablecer las relaciones naturales entre las manifestaciones políticas y el funcionamiento de las economías. La actual coyuntura no permite pensar que la mundialización de los intercambios económicos no tiene efecto alguno sobre estas relaciones, al contrario. Pero las modificaciones que ella imprime no se manifiestan necesariamente como se esperaba. Detrás de la fachada de los discursos voluntariamente unánimes de los actores políticos prestos a resaltar las convergencias que impone su dimensión mundial, la crisis comienza a revelar diferencias importantes de un país a otro. Así, en la zona euro, las últimas previsiones de actividad económica para 2009 van del –9% del PIB para Irlanda a solamente el –0,9% para Grecia. Las divergencias son todavía más grandes entre los nuevos miembros del Este, con un –13% para Lituania y un –1,4% para Polonia. La rápida difusión de la información entraña un conocimiento casi inmediato de tales divergencias. Ahora bien, estas diferencias, a menudo percibidas como injustas, forman parte de factores generadores de tensiones, o incluso de conflictos internacionales. Una observación que vale más todavía si lo que se considera son países que pertenecen a distintas zonas del mundo. Lejos de la nivelación de las economías, la crisis mundial ahonda las diferencias de manera a veces inesperada y añade otras desigualdades a las que ya existían. Ella rediseña, de hecho, las líneas de fuerza y el mapa de los riesgos de guerra. LA TRIBUNE. 13-5-2009

Deja una respuesta