Ficción: Entre «Un mundo feliz» y «La conjura de los necios»

Para la tarea de hoy, partiremos de algunos datos de la entrega anterior*, pero analizándolos desde otra perspectiva (también es un mandato de la UNESCO, que parece razonable tener en cuenta) y, para no levantar sospechas sobre la auntenticidad de dichos datos, transcribiré literalmente los comentarios de Roderic Guigo, uno de los participantes en la investigación que ha llevado a cabo el estudio de la máxima resolución obtenida hasta la fecha sobre el control de la información genética, el proyecto ENCODE: «Los genes tienen muchas formas alternativas y un mismo gen puede dar lugar a proteí­nas distintas dependiendo de cómo se combinen las distintas regiones. Estas regiones del genoma analizadas están muy interconectadas unas con otras, mientras que la idea que tení­an hasta el momento los cientí­ficos era que los genes estaban claramente delimitados. En el genoma, todo un conjunto de instrucciones dictan cómo son las caracterí­sticas de los seres vivos. Los cientí­ficos no sabemos muy bien cómo leer esas instrucciones y qué regiones del genoma son las que realmente codifican esas instrucciones».

Estos son los datos reales de que disonemos. Y ahora, reclamo la atención de mi amigo lector, el científico “freelance”, para que analice conmigo la relación de estos datos con “la verdad revelada”: el darwinismo. La base teórica actual para la explicación de la evolución, la que se enseña en las universidades, es el llamado neodarwinismo o “Síntesis moderna”. El término “moderna” se refiere a los años 30, lo que resulta una denominación muy adecuada, porque este era el espíritu de “las alegres chicas del can-can”. Los conocimientos que, en aquella época, existían sobre genética se basaban en “las leyes de Mendel”, elaboradas sobre deducciones de lo que se podía observar en el aspecto externo de los individuos, ya fuera la piel de los guisantes, el pelo de los ratones o “el pico de viuda” en el Hombre. Se llegó a la conclusión de que cada “gen” era una entidad delimitada situada en los cromosomas como las cuentas de un collar y que producía directamente un carácter con dos alternativas (dominante y recesiva). Unos matemáticos se inventaron (pero eso será otra historia) unas fórmulas basadas en las probabilidades de obtener cara o cruz en una moneda lanzada al aire (infinitas veces, por cierto). Si también te inventas una ligera ventaja para una de las caras (uno de los “alelos”) ¡hop!, con el tiempo ese alelo será único. Habrá sido “seleccionado”. El resto de la evolución sería “cuestión de tiempo”, como afirma F. J. Ayala, el más prestigioso y galardonado estudioso y docente vivo de la “Genética de poblaciones”. Pero hay otra versión mas “moderna” y fantasiosa del darwinismo (porque los dawinistas utilizan distintas versiones adecuadas para explicar cada caso, y cuando no se encuentra una explicación es, simplemente, “porque ha sido seleccionado”). Me refiero a la “teoría” del “Gen egoísta”, del también prestigioso zoólogo Richard Dawkins, que ahora ocupa en Oxford la “Cátedra Simony para la comprensión pública de la Ciencia”, un puesto creado ex profeso para él. Según ésta, la unidad de evolución es “el gen”, y los organismos somos “máquinas de supervivencia” creadas por nuestros genes para competir con otros genes y propagarse debido a su carácter “egoísta”. Según la sentencia de Dawkins “Toda máquina de supervivencia es para otra máquina de supervivencia un obstáculo que vencer o una fuente que explotar”. Aquí, podría continuar: “Analicemos la frase”, pero no creo que merezca la pena, porque tenemos otra tarea: ¿Cómo encajan los datos reales con las concepciones darvinistas sobre “el gen”? ¿Porqué en los grandes medios de comunicación y en las revistas científicas se anuncian constantemente las grandes ventajas que nos van a proporcionar las manipulaciones y cambios de genes y los grandes avances de la industria biotecnológica? ¿Porqué nuestros científicos más prestigiosos afirman que cambiar genes “es algo trivial” o que cambiando nuestros genes conseguiremos vivir 200 años, o que podremos seleccionar las características de nuestros hijos, o que conseguiremos crear “gente más inteligente y productiva? ¿A quienes se los pretendían cambiar? ¿A toda la Humanidad o a los que pudieran pagarlo? Una vez respondidas las preguntas, pasemos al desarrollo del siguiente tema (disculpe el lector, pero no puedo evitarlo. Son muchos años): Los periodistas científicos (o los científicos periodistas) que trabajan para los grandes medios de comunicación no se cansan, durante lo que llevamos de año, de exaltar la fecha histórica para la Humanidad del aniversario de Darwin con valoraciones de sus aportaciones científicas, datos biográficos y titulaciones, digamos que “poco precisas”. Pero tampoco de transmitir al público la idea de que no existe debate científico en torno al darwinismo y que el único debate existente es contra los creacionistas, por lo que cualquier crítica al darwinismo (que identifican torticeramente con “la evolución”) es sospechoso de estar dirigido por unas ideas creacionistas más o menos encubiertas. Tampoco se cansan de seguir alabando los grandes logros de la iniciativa privada en los progresos de la biotecnología y nos auguran grandes beneficios futuros. Las preguntas de este tema son: ¿Se trata de una falta de actualización sobre los conocimientos científicos? ¿Desconocen los datos reales más recientes? Si no es así ¿Cuál puede ser el motivo de estas “informaciones”? Pregunta para nota: Sin recurrir a documentación, deducir a qué se dedican últimamente de modo exclusivo las actividades y conferencias relacionadas con la evolución de Dawkins y Ayala.

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