Crónica desde Brasil

Fernando Haddad, disputa votos con la ultraderecha

Durante 230 días, la defensa del expresidente de Brasil, Luiz Ignácio Lula da Silva, presentó ante la justicia 17 recursos a su favor. En vano. Lula está fuera de la disputa a la presidencia, aunque sigue siendo el favorito del electorado, llegando a alcanzar el 47% de preferencia en las encuestas índice que seguramente lo colocaría en la segunda vuelta de las elecciones del 7 de octubre.

La decisión, por 6 votos a 1, fue tomada por el Tribunal Superior Electoral (TSE), el 1 de septiembre. Los ministros consideraron al petista inelegible, con base en la Ley de la Ficha Limpia, aunque aún existan recursos pendientes en la Justicia hechos por la defensa de Lula, lo que, en rigor, impediría que tal decisión fuera votada. Para los abogados de Lula, él solo podría quedar inelegible después de agotadas todas las apelaciones en su favor.

Después de la decisión, el TSE estableció un plazo de 10 días para que el PT sustituyese el nombre de Luiz Inácio Lula da Silva en la placa. El 11 de septiembre, tras el voto de la Ejecutiva Nacional del partido, en un hotel en Curitiba, ciudad donde el expresidente se encuentra preso, condenado a 12 años y un mes, el nombre de Haddad fue anunciado durante un acto organizado por la militancia en el lugar junto con la dirección del PT. Desde entonces, Fernando Haddad (55 años), exalcalde de São Paulo -el mayor colegio electoral del país- es titular de la placa, teniendo como vice a la diputada federal Manuela D’Ávila, (37 años), del Partido Comunista de Brasil (PC do B), que tradicionalmente apoya al PT.

Hasta el anuncio de su candidatura, Haddad tenía el 8% de intenciones de voto. A lo largo de la semana, sin embargo, saltó al 13%, estando empatado con el candidato del PDT – partido progresista y con tendencias de izquierda – Ciro Gomes.

Jair Bolsonaro (PSL), el excapitán del Ejército y representante de la ultraderecha, lidera la carrera, ahora con el 26%. Al contrario de la expectativa de sus simpatizantes, la cuchillada del atentado no rindió un salto en las encuestas. Hubo un crecimiento modesto de dos puntos porcentuales, lo que no llega a ser de gran significado. Esto, sin embargo, depende de su recuperación. La previsión es que deje el hospital en 10 días.

La situación pone en escena a su vice, el general de línea dura, Hamilton Mourão, que ha hecho declaraciones polémicas, por no usar términos más duros. Y, para completar, intentó colocarse como sustituto de Bolsonaro en la programación de debates y entrevistas, sin consultarlo ni a sus hijos, coordinadores de la campaña.

En cuanto a Haddad, inmediatamente acogido por la militancia, sigue con el lema: «Lula es Haddad», e intensificó la campaña de calle y por las redes sociales, a fin de vencer el poco plazo (unos 20 días), para hacer la transferencia de votos. Al mismo tiempo, el candidato colocó el pie en la carretera y está recorriendo el Nordeste, el Sudeste e intentando a toda costa cubrir el máximo de capitales, a fin de llevar el mensaje de que es él el indicado de Lula. El resultado, en dos días, fue el crecimiento del 4% en las encuestas.

Para entender por qué el nombre de Lula, que encabezó la carrera electoral durante meses, está fuera de la elección de 2018 para la presidencia de la República hay que volver a 2016. Es decir, al golpe que retiró del poder a Dilma Rousseff.

Sí. Es verdad que la figura del impeachment está contenida en la Constitución. Pero es del mismo modo cierto que allí está escrito que, para sacar del poder a un dirigente electo por el pueblo, tiene que haber «crimen» o «falta grave». Es ahí donde el proceso se configura en golpe. En contra de Rousseff constató solo la acusación de «maniobras fiscales» que ya venían siendo implementadas por sus antecesores. Incluso el principal maestro de su caída, el ex presidente Fernando Henrique Cardoso (PSDB). Junto con el Sr. Michel Temer (PMDB), el entonces vicepresidente de la República, trabajó para la toma del poder.

Esta fue la denuncia que la izquierda llevó al mundo. La presidenta de Brasil pasó por un proceso de impeachment «armado» con el apoyo estadounidense – país que ya venía espiando a su gobierno, a fin de tomar para sí la explotación del presal, un descubrimiento que daba a Brasil independencia total en la producción del petróleo, y ciertamente lo transformaría en la potencia de América del Sur, condición que ya venía ganando con los avances en el área social y económica.

Lula, segundo capítulo de esta historia

Lula fue acusado de ser jefe de una cuadrilla de políticos y altos funcionarios de Petrobras, la principal empresa petrolera de Brasil, orgullo de la Nación, por usar excelencia en investigación y exploración de petróleo en aguas profundas. La virulencia de la operación casi rompió a Petrobras, al mismo tiempo que arrastró en el escándalo a las principales empresas de ingeniería, exportadoras de mano de obra y servicios, además de alcanzar también el sector de producción de carnes y derivados, hasta entonces la mayor del mundo en el sector. La acción de Sérgio Moro elevó el índice de desempleo, que con Dilma en el poder estaba en el 4,3%, (al inicio del proceso de impeachment).

No importaba a Sergio Moro y a los golpistas en general, que el país no tuviese futuro, sino llevar a Lula a los tribunales. Se iniciaba allí la profundización del golpe. En el caso de Lula impedir cualquier posibilidad de volver al poder, pues su nombre ya era recordado para la próxima elección, de forma espontánea y en el liderazgo.

Otro factor: la vida de los brasileños fue transformada en un infierno. La economía, que con la crisis política fue ladera abajo, se agravó, elevando el índice de desempleo al 14% (cuatro veces y media más que al inicio del proceso contra Dilma). Las leyes laborales, duramente conquistadas en casi medio siglo de lucha de los trabajadores, fueron confiscadas en una reforma impuesta por el gobierno ilegítimo de Temer. Una ley estableció un techo de gastos absurdo, retirando de los sectores de la Salud y de la Educación cualquier posibilidad de ser ampliados.

Las fallas procesales fueron atestadas por los juristas más renombrados del mundo, y denunciadas por políticos de expresión internacional. Seis ex jefes de Estado y de gobiernos europeos, entre ellos el francés François Hollande y el español José Luis Rodríguez Zapatero, firmaron un comunicado que exigía la participación de Lula en las elecciones presidenciales de 2018, para «someterse libremente al sufragio del pueblo brasileño «.

Por último, la defensa de Lula recurrió a la ONU, que reconoció, en el Comité de Derechos Humanos, el derecho de Lula a concurrir a la presidencia en 2018, y hacer campaña, incluso dentro de la celda de la Policía Federal, en Curitiba, en el sur del país , donde se encuentra preso desde el 7 de abril. La recomendación fue rechazada por Brasil.

La exhibición de esta ópera bufa, (o sería tragedia griega?) polarizó la sociedad, trayendo a la escena a las Fuerzas Armadas. El alto mando del Ejército consideró «injerencia a la soberanía» la recomendación de la ONU y aconsejó el incumplimiento.

Incluso confinado en la celda de Curitiba, Lula es una voz que resuena por todo el país. Bastó que su candidatura fuera impugnada por la Justicia, y Fernando Haddad fuera apadrinado por él, para que la transferencia de voto se iniciara casi automáticamente. A juzgar por el ritmo de la candidatura oficial de Haddad, es posible que sea él quien vaya a la segunda vuelta, con Jair Bolsonaro.

Y si él no puede tendremos su vice, Hamilton Mourão, un general que acepta la condena a muerte, habla de los torturadores como se fueran héroes y declaró que los militares deben ser temidos, pues son «los profesionales de la violencia».

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