Va a oficializarse la decisión de abrir la fosa donde se cree que yacen los restos de Federico García Lorca y cuatro personas más asesinadas. Se firmará un convenio que permitirá su apertura legal. Además de la oposición a que se remuevan sus restos, expresada por escrito, de la familia Lorca, se han presentado otras seis alegaciones. Nieves Galindo, nieta biológica del maestro republicano Dióscoro Galindo, otro de los supuestamente yacientes junto a Lorca, se opone a la exhumación porque se convertiría en un «circo mediático y una humillación». Es verdad. Silenciar las profundas verdades de Lorca con un «parque temático». Excavar la memoria para taparla con escaparates de hielo.
Las familias que lo deseen tienen derecho a los restos y a la memoria de sus seres queridos. Pero recurrir a la Ley de la memoria histórica demagógicamente para aparentar que “soy de izquierdas”, y utilizarla para crear una situación de “mucho ruido y pocas nueces”, no tiene nada que ver con recuperar la verdadera memoria histórica, de cultivar la inmensa obra de Federico García Lorca, de la gran importancia de su legado. “Que se proteja como un cementerio y se trate por igual a todas las víctimas”, como ha propuesto la sobrina del poeta Laura García Lorca y no dividir a las víctimas en tres categorías. Federico ya habló, habló y habló. Federico sigue hablándonos, hablándonos y hablándonos. Oigamos algunas de sus profundas verdades. (…) «¿Dónde está mi sepultura?» «En mi cola», dijo el sol. «En mi garganta», dijo la luna. Por las ramas del laurel vi dos palomas desnudas. La una era la otra y las dos eran ninguna. (Del poema Casida de las palomas oscuras) (…) ¿Qué dicen? Un silencio con hedores reposa. Estamos con un cuerpo presente que se esfuma, con una forma clara que tuvo ruiseñores y la vemos llenarse de agujeros sin fondo. (…) Yo quiero ver aquí los hombres de voz dura. Los que doman caballos y dominan los ríos: los hombres que les suena el esqueleto y cantan con una boca llena de sol y pedernales. (…) Yo quiero que me enseñen un llanto como un río que tenga dulces nieblas y profundas orillas, para llevar el cuerpo de Ignacio y que se pierda sin escuchar el doble resuello de los toros. (…) (Del poema Cuerpo presente) (…) Pero no son los muertos los que bailan, estoy seguro. Los muertos están embebidos, devorando sus propias manos. Son los otros los que bailan con el mascarón y su vihuela; son los otros, los borrachos de plata, los hombres fríos, los que crecen en el cruce de los muslos y llamas duras, los que buscan la lombriz en el paisaje de las escaleras, los que beben en el banco lágrimas de niña muerta o los que comen por las esquinas diminutas pirámides del alba. (…) (Del poema Danza de la muerte)