SELECCIÓN DE PRENSA NACIONAL

Europa moderna, remedios medievales

Europa me ha sorprendido con su resistencia política: la disposición de los países deudores a soportar un sufrimiento aparentemente interminable y la capacidad del Banco Central Europeo para hacer solo lo justo, en el último minuto, a fin de calmar los mercados cuando la situación parece a punto de estallar.

Pero la economía de la austeridad ha ido siguiendo el guión al pie de la letra (el guión keynesiano, claro está, no el austeriano). Una y otra vez, los tecnócratas “responsables” inducen a sus países a tragar la amarga píldora de la austeridad. Y una y otra vez, no consiguen que dé resultado. El ejemplo ilustrativo más reciente es Italia, donde el primer ministro Mario Monti —un buen tipo, profundamente sincero— anunciaba hace poco que deja el cargo antes de tiempo, en última instancia porque sus políticas están conduciendo a Italia a la depresión. (Y sí, para que conste, esto significa que Italia no conocerá al verdadero Monti).

¿Y cuál es la respuesta? Mantened el rumbo, dicen los eurócratas. Empezará a funcionar en cualquier momento; ¡ya viene el hada de la confianza!

El economista Kevin O’Rourke da en el clavo: Europa se ha convertido en un continente en el que los buenos tiempos siempre están a la vuelta de la esquina.

En realidad es como la medicina medieval, cuando los médicos sangraban a los pacientes para tratar sus enfermedades y, cuando la sangría les hacía empeorar, los médicos los sangraban todavía más.

El FMI y los controles de capital

El Fondo Monetario Internacional ha dicho ahora, oficialmente, que los controles de capital —límites impuestos a los movimientos internacionales de fondos— tienen su utilidad.

Según un artículo de The Financial Times publicado el 3 de diciembre: “El Fondo Monetario Internacional ha consolidado un giro ideológico considerable al aceptar el uso de controles directos para moderar los volátiles flujos interfronterizos de capital, como los empleados por los países con mercados emergentes en los últimos años. Aunque el fondo sigue advirtiendo de que dichos controles deben ser ‘específicos, transparentes y en general temporales’, la política, anunciada en un documento para el personal publicado recientemente, supone un cambio radical respecto al entusiasmo del fondo por liberalizar las cuentas de capital durante la década de 1990”.

El documento, titulado “La liberalización y la gestión de los flujos de capital: una visión institucional” puede consultarse en imf.org.

Se trata en esencia de una codificación de prácticas recientes; el FMI ya ha dado luz verde a los controles de capital en países concretos, como Islandia. Aun así, supone un giro interesante, otro indicador de la sorprendente flexibilidad intelectual de la que hace gala últimamente el FMI.

Y me trae recuerdos de la crisis asiática de los años noventa, cuando me vi inmerso en este debate.

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