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Europa germánica: nuestro lugar va a ser el de Turquí­a

En los anales de la Unión Europea, la gestión de la crisis de Chipre quedará como aquel momento en que millones de personas vieron confirmado su peor temor: la tripulación de un avión que se está quedando sin combustible en plena zona de turbulencias no tiene ni idea de lo que está haciendo. O para ser más precisos, tan sólo tiene una idea primaria, a saber, manda el más fuerte, Alemania.La alarma ya era generalizada ante el empecinamiento de la UE en tratar el tumor primario de la economía continental –la recesión y el paro– con una receta –la austeridad presupuestaria– que sólo sirve para agravarlo. Imaginen a un enfermo al que, al borde de la muerte y ya en el quirófano, el doctor le diagnostica un problema de sobrepreso y le decreta una reducción drástica de todo tipo de alimentación. Así, sentencia el galeno, lograremos que adelgace y, además, reduciremos los gastos del hospital.El doctor alemán actúa en base a una ideología –el fundamentalismo del equilibrio presupuestario– que se aparea con un interés –la germanización de Europa–. El doctor alemán tiene una mentalidad de contable –las gallinas que salen por las que entran y viceversa– al servicio de los bancos de su país. En su primer medio siglo de existencia, la Unión Europea fue construyéndose en base a una filosofía que pretendía evitar la repetición de los horrores de las dos guerras mundiales: la de la europeización de Alemania. Pero, caído el imperio soviético y reunificada Alemania, buena parte de las élites germanas empezaron a pensar en que lo suyo sería germanizar Europa. Sobre todo, se dijeron, si era Alemania la que, con su marco, había puesto los cimientos de la moneda única, el euro.No es casualidad, sino fruto de una lógica histórica, el que sea un Gobierno conservador alemán dirigido por una política de visión estrecha el que esté imponiendo esta germanización de la Europa continental.Ruptura unilateral de los contratosEl autoritario liderazgo de la UE de frau Merkel y los suyos se está traduciendo en la ruptura unilateral de todos los contratos que han regido nuestra existencia en las últimas décadas: el contrato solidario entre los países del norte y el sur de Europa y los contratos sociales y económicos en el seno de todos y cada uno de los países del sur.Hay que poner en su sitio a los meridionales, se han dicho en Berlín, y esto les obliga a una devaluación acelerada. De ahí que, unilateralmente, se nos rebajen los salarios, se nos alarguen las jornadas laborales, se nos reduzcan las indemnizaciones por despido, los subsidios de desempleo y las pensiones de jubilación, se nos recorten derechos elementales a la educación y la sanidad públicas. Nuestro lugar va a ser el de Turquía.La crisis chipriota lo ha confirmado. Durante una semana larga, la UE ha sembrado la inseguridad y hasta el pánico no sólo en Chipre, sino en otros países débiles de la zona euro y, en general, en la economía continental y en el modo cómo esta es vista desde el resto del mundo.Fue el ministro alemán de Finanzas, Wolfgang Schäuble, el que, según ha revelado la prensa de su país, impuso desde el primer día la fórmula de realizar una quita a los depósitos bancarios chipriotas para pagar lo sustancial del rescate a la isla. Lo inaceptable para los depositantes en bancos alemanes u holandeses o luxemburgueses (ya no digamos suizos) era imprescindible para los depositantes en bancos chipriotas.Se añadía así otra nueva ruptura unilateral de contrato. Y se enviaba otro mensaje aterrador: si eres chipriota, griego, italiano, portugués o español (o si tienes cuentas en bancos chipriotas, griegos, italianos, portugueses o españoles), no des por hecho que tu dinero –aunque sea fruto de tus ahorros o resultado de una indemnización por despido o por accidente– es intocable. No, la troika puede meterle mano si lo considera oportuno.Así que si quieres seguridad, si no deseas algún día verte atrapado en un corralito, guarda la pasta en el colchón, o, mejor aún, ábrete cuentas en los bancos de la Europa germánica (o el Caribe).

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