Europa del Este del corralito a la bancarrota

Europa del Este apunto de un estallido social

El tamaño de algunas entidades financieras supera el PIB de algunos paí­ses de modo que, en caso de quiebra, el gobierno en cuestión tendrí­a que solicitar ayuda al exterior ante la imposibilidad de asumir el coste de la nacionalización bancaria.

La UE dulicara los fondos destinados a salvar las economí­as de los paí­ses del este, que han estado bloqueados por Alemania en un principio. Por las serias implicaciones que la situación esta revelando. La crisis de la deuda en Europa oriental es mucho más que un problema económico. Se esta convirtiendo en un problema social de primer orden, que amenaza en convertir en un polvorí­n los estados más débiles y arrastrar al reto de Europa.En la actualidad, varios paí­ses de la región corren el riesgo de sucumbir ante un vendaval que los ha sorprendido en pleno proceso de convergencia con el resto de la UE, y con cimientos económicos aún por asentar. No quedan dudas que para las economí­as de Europa central y del Este 2009 será un año terrible. Si bien la quiebra de un paí­s del euro no es un riesgo inminente, empieza a ser una preocupación asumida. El ministro de Hacienda alemán, Peer Steinbrück, aseguró que Alemania no dejará caer a ninguno de sus socios del euro en una situación de incumplimiento, semejante a la de Islandia.Durante una década Europa Central y Oriental ha tomado grandes masas de dinero de Occidente. El rápido crecimiento en esos paí­ses, en los que el consumo es bajo, implicó que los bancos occidentales desplegaran una amplia liquidez y obtuvieran buenos beneficios». Pero el modelo ha explotado. La deuda a corto plazo, que este año debe ser devuelta a los bancos occidentales, excede los 400.000 millones de dólares. Esta es una situación que genera alarma, teniendo en cuenta la velocidad a la que la máquina de crédito se ha dado la vuelta. En un momento en que estos banco. Este reembolso equivale a un tercio del producto bruto interno de los paí­ses Bálticos, Ucrania, Hungrí­a, Rumania, Polonia y los Balcanes, cuyas divisas nacionales están en caí­da libre. El tamaño de algunas entidades financieras supera el PIB de algunos paí­ses de modo que, en caso de quiebra, el gobierno en cuestión tendrí­a que solicitar ayuda al exterior ante la imposibilidad de asumir el coste de la nacionalización bancaria.El paí­s occidental más afectado es sin duda Austria, ya que la región del Este acapara una quinta parte de sus exportaciones y su sistema bancario es el más expuesto en esos paí­ses, tras haber concedido créditos por 230.000 millones de euros, el 70% del PBI del pequeño paí­s alpino.El gobierno de Viena puso 125.000 millones a disposición de sus bancos y esté gestionando con la Unión Europea 200.000 millones para financiar a los paí­ses del Este, para impedir la quiebra de sus bancos y el total desplome de sus monedas. Y de paso, poder salvar así­ a los bancos austriacos o a la propia Suiza que, para algunos analistas internacionales, se encontrarí­a al borde de la bancarrota. La situación es tal, que el Gobierno ya no descarta nacionalizar a la banca austrí­aca, y su vicecanciller federal y ministro de Finanzas, Josef Prí¶ll, ha completado en los últimos diez dí­as una frenética gira por todos los paí­ses de la región para promover un paquete de rescate de 150.000 millones de euros. La prensa austrí­aca comenzó a preguntarse si Austria puede declararse en bancarrota. En Europa del Este, Hungrí­a es el paí­s más expuesto. En medio de una profunda recesión su moneda, el fiorint, se derrumbó un 25% en apenas seis meses.Pero Hungrí­a no es la excepción. En Rumania, el presidente del Banco Nacional, Mugur Isarescu, reconoció que su paí­s también necesita de ayuda para evitar el hundimiento de su economí­a. La deuda externa privada del paí­s alcanzaba los 29.130 millones de euros, el 42,4% del PBI. Más de la mitad de los créditos están concedidos en euros, con lo que aumenta el riesgo de una ola de morosidad, que afectarí­a a su vez a los bancos extranjeros que dominan en el sector en Rumania. En Ucrania, un paí­s de casi 50 millones de habitantes, la situación es cercana a la bancarrota, según lo reconoce su propio Banco Central. Dicho sea de paso, su economí­a tuvo que ser auxiliada por el FMI con un crédito de u$s 16.400 millones para evitar un colapso.El valor de su moneda cayó un 50% entre septiembre y la actualidad, pues la cotización oficial de la grivna pasó de 4,84 grivnas por un dólar y la semana pasada se cotizaba en torno a 8,65 por un dólar.El paraí­so sueco, le ha tenido que pedir al FMI que contenga las devaluaciones en los paí­ses del Báltico, para que no lleven a la tumba a la banca escandinava que ha copado aquellas plazas.Entre el derrumbe del rublo ruso, el zloty polaco y todas las otras monedas que sueñan con convertirse alguna vez en euros, es precisamente el euro el que está en capilla, estructuralmente aquejado por la incapacidad de los Estados para poner en marcha un plan de rescate común y por los diferentes ritmos y caracterí­sticas de las crisis en sus diversas economí­as.De repente, las deudas públicas de esos Estados se han empezado a cotizar de la forma más disparatada, a pesar de que se negocia en la misma moneda y de contar con un Banco Central que deberí­a operar como garante en última instancia. La insinuación de que Irlanda, un paí­s del área euro, pedirí­a el socorro del FMI cayó como una bomba nuclear en Bruselas, porque equivalí­a a admitir que el Banco Central Europeo estaba listo para ser colgado en el museo del Louvre.La ruptura del presente impasse la impondrá la subsiguiente marcha de la crisis y, en especial, la presión popular, que está tomando forma y fuerza.El impacto de la crisis ha dejado a muchos de estos Estados sin liquidez para reaccionar frente a la crisis, allí­ los Estados del bienestar no existen, y por tanto sus pueblos están más expuestos. Lo que está provocando una creciente agitación social que desemboca rápidamente en crisis polí­ticas, como ha ocurrido ya en Letonia y está a punto de suceder en Ucrania o Hungrí­a.En lo referente a la presión popular, las continuas apariciones públicas de Obama a lo largo y ancho de Estados Unidos, están mostrando la amplitud de la deliberación que va ganando a las masas. En otros paí­ses ya hay huelgas importantes y movimientos de protesta masivos. La nacionalización de los bancos en Europa sólo puede proceder por paí­ses y acabarí­a poniendo a los más débiles bajo la férula de los más fuertes.Es muy claro que el proletariado, a partir de la lucha que tendrá que encarar, deberá comprender que la salida pasa por presentarse como alternativa de poder – lo cual requiere programas, partidos y organizaciones de masas revolucionarias.

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