SELECCIÓN DE PRENSA NACIONAL

Euro-comunismo

La rotunda victoria de Syriza en Grecia es un mensaje fuerte para la Unión Europea, con especial irradiación en España, Portugal, Francia e Italia. Por primera vez desde la caída del muro de Berlín –en realidad desde mucho antes–, un partido de izquierdas nacido fuera de la tradición socialdemócrata gana con claridad unas elecciones legislativas en un país europeo ajeno al antiguo bloque de influencia soviética. Syriza es un sujeto político de nuevo tipo. Es una amalgama de izquierdas de distinta procedencia, liderada por un político joven e inteligente, empujada hacia arriba por la pavorosa crisis social que vive Grecia. No está de más recordar que su matriz principal fue el desaparecido Partido Comunista del Interior, un grupo marxista que a finales de los años sesenta se escindió del ortodoxo Partido Comunista de Grecia (EKK), a raíz de la violenta represión soviética de la Primavera de Praga (1968). La eterna pelea entre ortodoxos y reformistas. Dogmáticos y flexibles. Cerrados y abiertos. Nostálgicos de la URSS y gente que después de los dramas de Budapest y Praga ya no soñaba con viajar a Moscú. Balcánicos euroescépticos y balcánicos proeuropeos. Harilaos Florakis y Leonidas Kyrkos. Ecos de un pasado ya remoto. Podríamos decir que estamos ante una victoria póstuma del eurocomunismo, cuando ya no queda comunismo y todo parecer girar alrededor del euro. Euro-comunismo. Hay una rara ironía en el acontecimiento helénico. Primera proyección de los resultados electorales griegos en la pantalla España. Ante todo y por encima de todo, una constatación. El malestar social va en serio. En Grecia es un malestar extremo, pero en los demás países del sur de Europa no es banal; tiene profundidad y a partir de hoy cuenta con un referente político respetable, que no puede ser confundido con el populismo rampante en otros países. Syriza es un partido europeísta que desea la continuidad de Grecia en el euro, con otras condiciones. Condiciones seguramente inadmisibles para el Directorio Europeo, pero que acabarán siendo objeto de negociación en Bruselas y Berlín. No puede decirse lo mismo del poderoso Frente Nacional francés, o del sorprendente Movimiento 5 Estrellas (Beppe Grillo) italiano, que enarbolan en sus respectivos países la bandera del más radical euroescépticismo. Syriza emerge, por tanto, como un referente político europeo de nuevo cuño. La victoria de Syriza infunde ánimos al experimento español Podemos, que el próximo sábado día 31 quiere llevar a cabo una demostración de fuerza con una gran manifestación-mitin en la Puerta del Sol de Madrid. El triunfo de Alexis Tsipras da alas al partisano Pablo Iglesias y le plantea nuevas obligaciones. Le emplaza a ir más allá de la denuncia y a madurar un verdadero programa de gobierno, después de una primera y exitosa fase de lanzamiento mediático. Iglesias corre ahora el riesgo de convertirse en un juguete de las televisiones privadas españolas, un joven radical que llama ‘pantuflo’ al más grotesco de sus oponentes en las tertulias sabatinas, mientras el nuevo primer ministro griego negocia con Angela Merkel en Berlín. No diré que el triunfo de Tsipras obligue a Iglesias a cortarse la coleta, pero sí a ser menos Peter Pan. Empieza una nueva fase. Podemos queda atado a la suerte de Syriza. El descalabro del Pasok (partido socialdemócrata griego) se convierte en una pesadilla para el PSOE. Susana Díaz ha decidido ser la primera en abrir la caja de la sorpresas, el día 22 de marzo. Las elecciones con sabor griego que no quiso Artur Mas tendrán lugar en Andalucía. El grupo dirigente de Sevilla cree que puede derrotar al PP, frenar a Podemos y convertir a IU en marginal.

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