Duro golpe en el Gobierno; a Rajoy no le interesa nada dar señales de debilidad ante la UE
Desde la dramática investidura de finales de octubre, el Gobierno ha sido derrotado varias veces en el Congreso. Hasta ayer habían sido derrotas de relativo coste. Lo de ayer fue distinto. Un directo a la mandíbula. El ministro De la Serna tendido en la lona. Espectadores cercanos vieron saltar algunas muelas. Podemos eufórico y un grupo de estibadores celebrando la victoria con el puño en alto en la tribuna. Primer fallo orgánico del Partido Popular en la dimensión desconocida. El Gobierno más minoritario desde 1977. La primera convalidación de un decreto ley derrotada en el Parlamento desde 1979.
El primer traspié importante después de cuatro meses de política de concertación nacional con los socialistas. El techo de gasto –compromiso básico con Bruselas y eje del presupuesto– fue aprobado en diciembre con una mayoría aplastante de 251 votos. Las proposiciones no de ley (PNL) que periódicamente logra aprobar la oposición no son de obligado cumplimiento. El Congreso podría aprobar mañana mismo el envío de una misión tripulada a la Luna sin ninguna repercusión en Cabo Cañaveral. Ninguna ley importante de la anterior legislatura ha sido sustancialmente modificada. Las comisiones de investigación (irregularidades en el Ministerio del Interior y financiación del PP) avanzan a ritmo pausado, no coincidirán en el tiempo y parecen llevar puesto el cinturón de seguridad. El presupuesto puede ser prorrogado si no hay acuerdo antes del verano. La situación parecía controlada, pero ayer saltaron las alarmas cuando Íñigo de la Serna, ministro de Fomento, quedó tendido en la lona. No se lo esperaban. No se esperaban la jugada de Ciudadanos.
Un partido liberal que se abstiene ante la liberalización del rocoso sector de la estiba. (Liberalización ordenada por la Unión Europea, con amenaza de doble multa a partir del 24 de marzo: 23 millones de sanción fija y 134.000 euros diarios). Un Partido Socialista que en los años ochenta pilotó el desmantelamiento de astilleros, minerías y siderurgias –bajo dictado de la Comunidad Económica Europea– muy atento ahora a la capacidad de combate de los estibadores y al obrerismo de Podemos. (El PSOE condicionaba su voto favorable al decreto ley, a la existencia de un pacto sobre su contenido entre patronal y los estibadores, lo cual ofrecía un claro incentivo a la estrategia sindical). Al PDECat, con importantes responsabilidades en la gestión del puerto de Barcelona, lo último que se le podía ocurrir ayer era votar a favor del Gobierno. Lo mismo podemos decir de Esquerra Republicana. Los canarios también acabaron votando en contra. Sólo el Partido Nacionalista Vasco votó junto con el partido del Gobierno, ofreciendo una imagen nítida, muy nítida, del momento español. El PNV es a fecha de hoy el principal sostén del Gobierno. El PNV no fallará nunca cuando se trate de aprobar una directriz europea.
La buena sintonía con las autoridades de Bruselas es una de las prioridades básicas del nacionalismo vasco para poder salvaguardar el concierto foral ante una futura unificación de los regímenes fiscales europeos.
Ciudadanos quería vengarse de los menosprecios del PP. La gestora del PSOE teme la escalada de Pedro Sánchez y su candidata preferida, Susana Díaz, debe cuidar Cádiz, donde los estibadores son fuertes. En los idus de marzo de Mariano Rajoy todos tenían un motivo para dejarle en minoría. Victoria de la radiación Podemos.
Enfado mayúsculo en la Moncloa. Dudas sobre la gestión del novel ministro De la Serna. Y una preocupación central de Rajoy: no quedar mal ante Bruselas, no perder fuerza en la UE. No, ahora.