Tres Premios Nobel de Economí­a hablan en Sao Paulo

«Estamos en el fin del comienzo, no en el comienzo del fin»

Como de un moderno Oráculo de Delfos se tratara, tres economistas de prestigio mundial -galardonados con sendos Premios Nobel- Joseph Stiglitz, Edward Prescott y Robert Mundell, dieron ayer una conferencia en la ciudad brasileña de Sao Paulo ante una audiencia ávida de augurios. Lo que -con distintos matices entre ellos- vaticinaron desinfló el ánimo de los que pertinazmente se empeñan en abanderar el fetiche del optimismo como espantajo de la crisis. «La crisis está en el fin del comienzo y no en el comienzo del fin», afirmó Stiglitz, refiriéndose a algunos factores que muestran que la economia de Estados Unidos está lejos de presentar una recuperación firme. Pero es más -vinieron a decir los tres-: es muy probable que EEUU se tenga que enfrentar a una «década perdida» para su economí­a, similar a la que se ha visto inmersa Japón desde mediados de los años 90.

En un seminario organizado or la revista brasileña de negocios “Exame”, tres premios Nobel de economía discutieron ayer los aspectos globales de la crisis financiera. Los tres tomaron un punto de partida común: la clave serán las decisiones políticas que tome la Casa Blanca, en el núcleo del sistema financiero mundial. Y los tres coincidieron también en que lo hecho dista mucho de ser suficiente, y que “nada ha sido superado”. “Los aciertos o errores de Obama acercarán o alejarán el final de la crisis, pero éste, en todo caso, no se vislumbra”, dijo Stiglitz. Muy atrás quedan las posiciones propias del “neoliberalismo” a ultranza que defendían la capacidad autorregulativa de la economía capitalista. Sólo hace unos meses que eran la posición oficial, políticamente correctos, de la inmensa mayoría de los expertos económicos de todo el mundo, pero hoy su mención llama al ridículo. Pero también quienes defendían –o atacaban- la intervención del Estado en la economía como una puerta abierta al “socialismo”. La intervención de los Estados, en concreto de la superpotencia, es un factor consustancial, indiscutible e imprescindible para una resolución de la crisis, desde los intereses –claro está- de las oligarquías financieras y principales grupos monopolistas. Cada uno de ellos lanzó un augurio diferenciado, pero complementario con el del otro. Stiglitz, insistió en los factores que indican que la economía de Estados Unidos está todavía muy lejos de presentar una recuperación firme: el principal de ellos, y que habrá de lastrar durante largo tiempo a EEUU, es la elevada tasa de desempleo, un 8,9%. Stiglitz advirtió que si se modificara y se afinara la metodología para calcularlo, la tasa se acercaría a un 16%. Robert Mundell se mostró escéptico con las medidas tomadas por Obama especialmente en los gastos fiscales para proyectos de infraestructura. "Lo mejor sería reducir los impuestos sobre ganancias de las empresas”, dijo, “así quedarían estimuladas para retomar sus inversiones y aumentar el ritmo de producción. Pero nada, se ha hecho en esa dirección”, lamentó. Edward Prescott defendió también la reducción de impuestos a las grandes empresas, pero ese beneficio, a su juicio, debe recaer sobre los ciudadanos comunes. "Hay una crisis de demanda, que precisa subir. Tributos menores ciertamente van a auxiliar a las familias a consumir más, lo que es esencial para retomar las inversiones en las empresas". Sin embargo los malos agüeros vinieron cuando los economistas advirtieron del riesgo de que la superpotencia se hunda en el abismo de una “década perdida”, donde la economía se sumerja en una lenta recuperación, en un prolongado letargo, como le ha ocurrido a la segunda economía del mundo: Japón. "Estados Unidos perderá una década de crecimiento, como Japón después de la crisis de 1992”, vaticinó Prescott.

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