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Estalla la Euroguerra Fria

La crisis del euro supone ya un lustro perdido, que pronto será una década —por lo menos— si el continente no resuelve sus múltiples aprietos. Uno: su poder se encuentra completamente fragmentado, y por lo tanto es ineficaz tanto en la política exterior como en la economía, en especial en el plano fiscal. Dos: el desencanto funciona como una losa que está sólidamente incrustada entre la ciudadanía, el demos europeo, y va a costar mucho deshacerse de ella. Y sobre todo, tres: la UE es un proyecto inacabado; a pesar de su metamorfosis, la esencia de la Unión no ha dejado de ser lo que hasta hace 20 años predicaba su propio nombre, una comunidad económica, y punto. Las piezas que faltan son las que se necesitarían para atacar la enésima fase de esta crisis mutante. Son eminentemente políticas. Y el fiasco del liderazgo, si persiste, conduce al riesgo de una Euroguerra Fría en el continente, que ha desempolvado el lenguaje del enfrentamiento ideológico, de dos bloques con dos retóricas aparentemente irreconciliables como hace 30 o 40 años (salvando las distancias).

La prueba más tangible de ese riesgo es Grecia, origen y destino de una crisis vírica, que ha sido financiera y económica, social y fiscal, que ahora es sobre todo una crisis política —todas las grandes crisis económicas acaban travestidas en crisis políticas— y que, por toda su relación con los mercados, tiene ribetes de lo que el exprimer ministro británico Gordon Brown denomina “bancarrota moral”. Grecia es un polvorín: los partidos griegos fueron incapaces de formar Gobierno tras las elecciones de hace unas semanas y han pospuesto un mes la agonía. Algunos de los principales líderes griegos amenazan con incumplir los acuerdos con Europa, que a cambio de las ayudas ha exigido ajustes de una dureza extrema, que han desembocado en una larga y dolorosa recesión. La Unión se niega a renegociar esos pactos y amenaza con retirar la respiración asistida a Atenas. En fin, amenazas cruzadas y posiciones congeladas, estilo Guerra Fría, que funcionan como gasolina para los análisis cada vez más numerosos que apuestan por una fractura del euro de consecuencias potencialmente devastadoras. “Las dos partes, tanto Atenas como Europa, tienen la bomba nuclear; si Grecia sale del euro provocará un cataclismo; si Europa le niega los fondos, el caos está asegurado”, ha asegurado esta semana Alexis Tspiras, el líder del partido griego de izquierda radical que encabeza las encuestas para las elecciones de junio, cruciales para el proyecto europeo.

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