Esta vez es diferente”, dice uno de los lemas divulgados desde Bruselas para estimular el interés ante las elecciones europeas que tendrán lugar entre el 22 y 25 de mayo. ¿Por qué esta vez será diferente? Porque el Parlamento Europeo surgido de las urnas tendrá mayores poderes. Porque, por primera vez, las principales corrientes políticas indicarán antes de las elecciones cuáles son sus candidatos a la presidencia de la Comisión. Los socialistas han sido los primeros, señalando al socialdemócrata alemán Martin Schulz.
Esta vez será diferente porque nadie con dos dedos de frente alberga ya la menor duda sobre la importancia del marco europeo en nuestras vidas. (El marco es el euro). Será diferente porque la frontera oriental de la Unión está en llamas y la del sur, en Lampedusa, en Ceuta y en Melilla, es un drama que no cesa. Esta vez podría ser diferente, porque la paradoja es terrible: mientras muchos europeos sueñan con convertir su país, su nacionalidad o su región en una ínsula impermeable a la incertidumbre, fuera del Palacio de Cristal hay gente dispuesta a morir para poder entrar en el balneario europeo en crisis. Está pasando. Está pasando en Ucrania. Está pasando en África.
Esta vez podría ser diferente, pero los observatorios electorales pronostican una abstención fenomenal en muchos países. Se han roto muchos vínculos de confianza con la política tradicional, y el malhumor que no se concentre en los frentes de rechazo –el Frente Nacional en Francia, el movimiento de Beppe Grillo en Italia, el UKIP británico, el partido de Geert Wilders en Holanda, los Verdaderos Finlandeses, la Syriza griega, en clave izquierdista…– irá a la abstención. En la medida que en España no ha surgido un Frente Unficiado del Malestar capaz de sumar y sintetizar malhumores muy diversos, el campo de la abstención será mayor. España, país de juntas, guerrillas y pronunciamientos, es muy territorial. El malhumor más profundo de Galicia se llama Anova; el de Valencia, Compromís; el de Madrid, UPyD, Vox y Podemos; las retóricas sobre la ruptura con el orden establecido ya son mainstream en Catalunya, pero las notas más agudas las captan ERC, Ciutadans y la CUP. En el País Vasco y Navarra, Bildu-Sortu. El sociólogo valenciano Jaime Miquel habla de una “zona de ruptura” que podría colocar la suma de los dos partidos principales por debajo del 50% de los votos emitidos. PP y PSOE temen sufrir un accidente en las europeas. Mariano Rajoy se juega la autoridad. Alfredo Pérez Rubalcaba, el cargo.
El motivo por el cual el Partido Popular no ha designado aún su candidato a las europeas no es la indiferencia galaica que tantas veces se atribuye a Rajoy. El presidente del Gobierno quisiera jugar fuerte, pero ello depende de un complicado juego de incógnitas y expectativas que comenzarán a despejarse entre el 5 y 6 de marzo, cuando se reúna en Dublín el congreso del Partido Popular Europeo. España está hoy mal representada en los órganos ejecutivos de la Unión, y Rajoy está dispuesto a pujar, si Angela Merkel le da margen.
El cuadro de mando europeo debe renovarse entre junio y noviembre del 2014. Presidencia del Consejo Europeo, presidencia de la Comisión, la entera Comisión, el Alto Representante de Política Exterior y la presidencia del Eurogrupo (países de la zona euro). ¿Puede pujar España? ¿Por qué no? Ahí está el nombre de Juan Manuel García-Margallo, ministro de Asuntos Exteriores, con experiencia en Bruselas. Margallo en la proa de la Unión. Sería una jugada maestra ante lo que en Madrid llaman, obsesivamente, el “desafío catalán”. En Dublín se perfilarán apuestas, pero no se cerrarán todas las incógnitas. Para cubrir el expediente, puede salir el nombre del luxemburgués Jean-Claude Junker como candidato del PPE a la presidencia de la Comisión, pero los alemanes están muy tentados de proyectar su gran coalición en la pantalla europea. Si los socialistas ganan en escaños, Merkel podría apoyar al socialdemócrata Schulz.
¿Luis de Guindos presidente del Eurogrupo? En Madrid hay gente que da por hecho que el ministro español puede presidir la zona euro y ya se cruzan apuestas sobre una inminente reorganización del área económica y del Gobierno entero. Madrid es así. Espumeante. Matiz alemán: “¿Un español al frente del Eurogrupo? Quizá con el italiano Draghi en el Banco Central ya es suficiente”. Todo son dudas y conjeturas. ¿El nuevo comisario español –Miguel Arias Cañete, pongamos por caso– podrá heredar la actual vicepresidencia de Joaquín Almunia?
De este rompecabezas depende la lista europea del PP. Si en Dublín obtuviese alguna certeza, Rajoy podría decidirse por una lista encabezada por dos o tres ministros, con la consiguiente remodelación del Gobierno. Una apuesta alta para dejar al PSOE atrás y definir al PP como Partido de la Estabilidad en el ciclo electoral de dos años que ahora empieza. Rajoy intentará jugar la partida con la bandera europea. A fondo. Conviene que en Barcelona se sepa.