SELECCIÓN DE PRENSA NACIONAL

España vuelve a su laberinto

España -al menos sus grupos dirigentes- está emitiendo señales de desorientación, con muy negativos efectos en el circuito mediático internacional. Tras quince años de fiesta económica ininterrumpida, con total barra libre en la trifulca político-periodística, a los centros de poder españoles les cuesta definir perspectivas en un mundo en el que todas las placas tectónicas se están moviendo a la vez. El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, diríase que habituado a las brumas de Fisterra, no cesa de mirar el reloj. Tiempo, tiempo, tiempo. Parece estar a la espera de que el espesor de la niebla disminuya y algún sendero adquiera sentido ante una sociedad muy angustiada.Tiempo, tiempo, tiempo. El Gobierno espera que el Consejo Europeo de los próximos días 18 y 19 de octubre vaya bien. Espera que vaya tan bien como el del 28 y 29 de junio, en el que Italia y España aunaron esfuerzos por primera vez y consiguieron arrancar de Alemania un dispositivo estable de compra de deuda. Más cesión de soberanía a Carolingia a cambio de sostén al sur. Ese fue el acuerdo. Apurar el ciclo de la paz de Westfalia (punto de partida, en 1648, de los modernos estados nacionales), con el supuesto consenso -muy supuesto- de Francia, en beneficio de una Europa cada vez más federalizante.Los alemanes dijeron que de acuerdo, la prensa lo presentó como una victoria por goleada de españoles e italianos (en junio se jugaba la Eurocopa), y Angela Merkel tuvo problemas con los halcones del Bundesbank y con el público que lee el Bild. Vinieron semanas de frialdad en pleno verano, hasta que el 12 de septiembre la corte constitucional de Karlsruhe sentenció a favor del Mecanismo Europeo de Estabilidad. Sin embargo, siempre hay que prestar atención a la letra pequeña. Alemania quiere más poder para el Directorio, es cierto. Quiere más unión política y más homogeneización fiscal (atención, País Vasco y Navarra). Y está de acuerdo en que el Banco Central Europeo -una de las pocas instancias europeas de naturaleza verdaderamente federal- inspeccione y controle a los… grandes bancos. No a los pequeños. Alemania quiere preservar del ojo público europeo a sus más de cuatrocientas sparkassen, las cajas de ahorros de sus quince länder. El federalismo alemán también tiene secretos que guardar.Rajoy quiere desencallar la unión bancaria, para que el crédito a la banca española deje de computar como deuda y para enviar un mensaje de confianza que haga bajar la prima de riesgo y evite -o posponga- el rescate general, muy dramatizado por la opinión pública española. (En Italia, mucho menos trágica, le llaman scudo anti-spread.)Tiempo, tiempo, tiempo. El 19 de octubre faltarán dos días para las elecciones en Galicia y Euskadi. El último sondeo del CIS envía un mensaje relativamente tranquilizador para el Gobierno. El Partido Popular revalidaría la mayoría absoluta de 38 escaños en Galicia y en el País Vasco parece desvanecerse una hipotética victoria de Bildu. En Galicia, sin embargo, el baile de uno o dos escaños podría provocar escenarios muy complicados. El tribuno Xosé Manuel Beiras, al frente de los irmandiños de la Alternativa Galega de Esquerda, podría dar cierta sorpresa con la ayuda de la abstención y el voto del 15-M. Contra el PP también trabaja Mario Conde, especialmente en la provincia de Ourense, donde ha trabado alianzas con el caciquismo. El banquero condenado a 14 años de prisión por desvalijar Banesto acude a las elecciones con la pancarta de la antipolítica: «Los políticos se creen que el dinero es suyo». Don Ramón María del Valle-Inclán, que nació en Galicia y está en los cielos, ha vuelto a coger papel y lápiz. Hay tema.Puede ocurrir que la cuestión catalana ayude al PP a ganar bien en Galicia y contribuya a la moderación del nacionalismo vasco. El soberanismo catalán moviliza a la militancia del PP y Alberto Núñez Feijóo ya se ha encargado de encender los calefactores: «Mientras Galicia paga, Catalunya pide». El Partido Nacionalista Vasco inició el viernes la campaña en la plaza Catalunya de San Sebastián, después de un rápido viaje de Iñigo Urkullu a Barcelona para entrevistarse con Artur Mas. El PNV busca la radiación soberanista de CiU para taponar a Bildu y a la vez envía un mensaje de moderación: primero, la economía. Y esa prelación incluye la protección del concierto foral, al que no le conviene ser centro del debate. Los alemanes están muy atentos estas semanas a lo que se discute en España. Los electores del PNV entienden perfectamente el mensaje. El Partido Popular ya ha hecho saber al empresariado vasco que defenderá el concierto ante las instancias europeas. Y en el mapa de las solidaridades socialistas -la santísima igualdad de González, Guerra, Bono, Borrell, Pérez Rubalcaba, Chaves, Griñán, Patxi López, Rodríguez Ibarra, Fernández Vara, Chacón y demás dirigentes- no hay problema con el generoso cálculo del cupo, porque, señores, con el recuerdo de las guerras carlistas no se juega y ETA aún no ha entregado las armas.Un traspié en Galicia colocaría al presidente del Gobierno a los pies de los caballos. Esta es una de las razones -no la única- por las que, el pasado 20 de septiembre, Rajoy dijo que no a Mas, sin ningún punto suspensivo, sin ninguna argucia que pudiese obstaculizar el cambio de plano de CiU y la convocatoria de elecciones anticipadas en Catalunya. Tiempo, tiempo, tiempo. Después del 21 de octubre, si no hay sorpresas en Galicia y el País Vasco y la cumbre europea ha ido bien, quizá haya un leve reenfoque de la cuestión catalana.

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