Volver a empezar. El título de la vieja –y oscarizada– película de José Luis Garci planea de nuevo sobre la economía española. El empuje del sector exterior empieza a dar síntomas de agotamiento. Hasta el extremo de que la capacidad de financiación se ha reducido hasta el 0,6% del PIB. Lejos del 1% del trimestre anterior y con una clara tendencia descendente a medida que ha ido tomando impulso la demanda interna.
O expresado de forma trimestral. La economía nacional registró una capacidad de financiación frente al resto del mundo de 2.896 millones de euros entre julio y septiembre, lo que representó un 1,1% del PIB de dicho periodo. Esta cifra fue inferior en 4.036 millones a la estimada para el mismo trimestre del año anterior (6.932 millones, un 2,7% del PIB).
El sector exterior, históricamente, es el que ha estrangulado el crecimiento en España por falta de financiación. Y eso es lo que ocurrió, precisamente, hasta mediados de 2007, que marca el principio de la recesión. Un dato lo acredita. La Posición de Inversión Internacional de España –deuda exterior neta– ha roto por primera vez la barrera del billón de euros (1,003 millones). Esta cifra equivale al 95,1% del producto interior bruto (PIB), lo que representa 2,5 puntos más que al cierre de 2013 y supone un nuevo máximo histórico.
Ese es el dinero que ha pedido España al exterior para financiar su economía y que debe devolver lo largo de los años. Lo preocupante es que desde el cuarto trimestre de 2012, y pese al duro ajuste a que se ha visto sometida la economía con menos crédito en medio de un proceso de desapalancamiento, el endeudamiento neto (sin contar lo que España ha invertido en el exterior) ha crecido en algo más de 54.000 millones de euros. Por lo tanto, lejos de decrecer en coherencia con la intensidad del ajuste, ha seguido aumentando. La deuda bruta, incluso, supera de nuevo los 1,7 billones de euros.
La causa del abrupto descenso de la capacidad de financiación de la economía tiene que ver, fundamentalmente, con el deterioro de la tasa de ahorro de las familias y, en menor medida, con un pequeño crecimiento de la tasa de inversión, una dinámica similar a la del trimestre anterior.
Ahorro y crédito
Es decir, que la economía vuelve a acelerarse empujada por el consumo financiado con crédito y en menor medida con ahorro. Expresado de forma más precisa, mientras que la renta de las familias (fundamentalmente derivada de la remuneración de los asalariados) crece a un ritmo del 0,7%, el consumo se acelera a una velocidad del 2,6%. Por lo tanto, casi cuatro veces más. La propensión al consumo tiene fundamentalmente que ver –además de por la evolución de las rentas– por la confianza en la economía, que incentiva el gasto familiar aunque no esté avalado por el ahorro interno.
No ocurre lo mismo en el caso de otros agentes económicos. El sector público fue el único que mejoró su saldo respecto del trimestre anterior. Por el contrario, se produjo un serio deterioro de la capacidad de financiación de los hogares, que pasó de tener un superávit equivalente a 442 millones a unas necesidades de financiación (déficit) de 3.999 millones.
Como sostiene el servicio de estudios del BBVA, en los últimos cuatro trimestres la capacidad de financiación tanto de empresas, instituciones financieras como de hogares se redujo respecto del trimestre anterior, “siendo más acusado el ajuste experimentado por este último”. Es decir, que las familias continúan tirando del ahorro para poder consumir debido a que su renta disponible crece menos de lo que necesitan los hogares. Algo parecido le sucede a las empresas. Según el INE, la inversión empresarial permanece estancada en el 13% del PIB, siendo, por tanto, la caída del ahorro el principal responsable de la contracción del saldo positivo de las empresas, que representa el 1,8% del PIB.