España en Afganistán: no más tropas

«Hace unas décadas, el manual de Paul A. Samuelson o, mejor, su Curso de economí­a moderna, era libro de texto en Económicas y en algunas otras facultades. Puede que ahora también. En todo caso, una de sus primeras lecciones -la de que un Gobierno tiene que escoger si compra mantequilla o cañones, que todo al tiempo no puede ser porque sus recursos son limitados- sigue siendo válida. Y perfectamente aplicable a la decisión que tiene que tomar José Luis Rodrí­guez Zapatero sobre el enví­o de más tropas a Afganistán». (EL PERIÓDICO)

EL PAÍS.- Obama ha dicho que EE UU va a ganar la guerra, ero requiere para ello de condiciones clave fuera de su control. Demasiados actores en diferentes escenarios, con distintos grados de compromiso, para llevar adelante la decisión presumiblemente más importante de su mandato. Con demasiada frecuencia, la realidad desbarata los mejores planes formulados en una pizarra. CINCO DÍAS.- Zapatero abrió ayer una ventana a la esperanza. Esbozó reformas de calado, sin las cuales es impensable ganar competitividad y, por tanto, crear empleo. Pero todo queda aún por definir y habrá que valorar si existe en el Gobierno suficiente valentía para entrar de lleno en medidas necesarias. Medidas políticamente costosas si se plantean mal, pero siempre beneficiosas a largo plazo. Opinión. El Periódico España en Afganistán: no más tropas Carlos Elordi Hace unas décadas, el manual de Paul A. Samuelson o, mejor, su Curso de economía moderna, era libro de texto en Económicas y en algunas otras facultades. Puede que ahora también. En todo caso, una de sus primeras lecciones –la de que un Gobierno tiene que escoger si compra mantequilla o cañones, que todo al tiempo no puede ser porque sus recursos son limitados– sigue siendo válida. Y perfectamente aplicable a la decisión que tiene que tomar José Luis Rodríguez Zapatero sobre el envío de más tropas a Afganistán. Un Ejecutivo que acaba de decidir un recorte del 15 % de sus inversiones presupuestarias en desarrollo científico y tecnológico carece de argumentos para justificar el desembolso económico que eso supone. Porque aunque se hable poco de ello, el estado de las cuentas públicas españolas, más que preocupante, es una amenaza gravísima. Como poco a medio plazo. Que Zapatero no haya declarado la guerra a un déficit público que ya anda cerca del 11% del PIB es hasta comprensible en términos políticos. Porque seguramente los ciudadanos aún no están preparados para aceptar los duros recortes que esa guerra implicaría. Entre otras cosas, porque nadie les ha siquiera sugerido que, antes o después, eso va a ser inevitable. Pero resulta inasumible que en un momento como este –que, además, puede prolongarse mucho– se decida un gasto militar del que se puede prescindir. La crisis económica ha colocado a España en una situación de emergencia nacional en la que el objetivo de llevarse bien con EEUU o el de seguir figurando como país de primera división aspirante a la Champions dejan de ser prioritarios. Aunque peligre nuestro puesto, obtenido de rondón, en el G-20, o aunque Zapatero corra el riesgo de que alguien le mire mal durante su presidencia europea. Y más cuando no se sabe para qué va a servir ese refuerzo de tropas –¿para entrenar a una policía afgana al servicio de un Gobierno corrupto?–, ni tampoco, en conjunto, el plan anunciado el martes por Barack Obama. Porque todo indica que EEUU, y sus socios, van a salir escaldados de Afganistán. EL PERIÓDICO. 3-12-2009 Editorial. El País Escalada en Afganistán Más de ocho meses después de anunciar un cambio de estrategia en Afganistán y Pakistán para "desmantelar y derrotar" a Al Qaeda y los talibanes, el presidente estadounidense lo ha concretado en el envío de 30.000 soldados más, básicamente lo que sus generales pretendían. Barack Obama ha querido aplacar a los más críticos y ganarse el favor del Congreso -que tiene que aprobar su financiación, unos 30.000 millones de dólares el próximo año fiscal- anticipando el comienzo de una probable retirada, en el verano de 2011. Anuncio éste que los republicanos consideran ya la mejor medida para perder una guerra. En su mensaje en West Point, Obama ha dicho que el esfuerzo estadounidense, que elevará a casi 100.000 sus soldados, unido a la contribución de los 40.000 de la OTAN, permitirá proteger ciudades, responder en todos los frentes y, sobre todo, poner a punto a las fuerzas afganas para que tomen el relevo. El secretario de la Alianza Atlántica intentó ayer de nuevo vencer el creciente escepticismo de los aliados europeos para ganar una guerra "que no es sólo de EE UU". A los refuerzos, encabezados por Londres, se suma España, que hará con otros 200 soldados una aportación más que razonable. Pero tanto Alemania como Francia se mantienen por ahora a la expectativa. A la luz de lo ocurrido durante años, la Casa Blanca peca de optimismo. Es improbable que, pese a su envergadura, el nuevo contingente suponga un giro decisivo en el conflicto; más aún si las tropas estadounidenses comienzan su retirada un año después de completar su despliegue, en agosto próximo. También parece ilusorio que en ese tiempo las fuerzas afganas hayan alcanzado el nivel operativo adecuado frente a un enemigo motivado y potente. Obama ha dicho que EE UU va a ganar la guerra, pero requiere para ello de condiciones clave fuera de su control. Una es un Gobierno en Kabul mínimamente creíble y muy alejado de las prácticas de Ahmed Karzai. Otra, la estrecha cooperación del decisivo e inestable Pakistán, asediado por sus propios talibanes, y que ayer advirtió de que los planes de Washington no deben tener consecuencias adversas en su territorio. Demasiados actores en diferentes escenarios, con distintos grados de compromiso, para llevar adelante la decisión presumiblemente más importante de su mandato. Con demasiada frecuencia, la realidad desbarata los mejores planes formulados en una pizarra. EL PAÍS. 3-12-2009 Editorial. Cinco Días Zapatero abre la vía a reformas de verdad El presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, anunció ayer en el Congreso un paquete de medidas para mejorar la competitividad de las empresas españolas. La propuesta suena bien: reformas en el mercado laboral, pacto de energía que determine el mix de producción para 2020, transformación de la ley de cajas, una propuesta para asegurar la sostenibilidad de las pensiones, lucha contra el fraude fiscal o en la Seguridad Social, un plan de competitividad industrial, otro turístico basado en la sostenibilidad de las costas y las playas, impulso al sector agroalimentario y modernización de la justicia. Unido a las numerosas medidas incluidas en el anteproyecto de la Ley de Economía Sostenible, se convierte en el programa de reformas más ambicioso en muchos años. Al menos, sobre el papel. Pero es lógico cierto grado de escepticismo. Primero, por parecer una reacción improvisada a las críticas recibidas por el anteproyecto de la Ley de Economía Sostenible. Y, sobre todo, porque el presidente se limitó a enunciar, una vez más, una batería de intenciones, de proyectos sin concretar, que irán viendo la luz en los próximos 18 meses. Es demasiado tiempo teniendo en cuenta el año y medio de crisis transcurrido y los cerca de cuatro millones de parados registrados en estos momentos en las oficinas del Inem. La mayoría de las reformas deberían estar en marcha, como vienen demandando numerosos organismos nacionales e internacionales, hace meses. La iniciativa lanzada ayer merece el apoyo por la simple razón de que todas y cada una de las reformas apuntadas son imprescindibles. Y a la cabeza, la reforma laboral, un tabú hasta ahora para el Gobierno desde el inicio de la crisis. Ese cambio de actitud es un avance, como la voluntad sugerida ayer por Zapatero de legislar incluso, y si fuera necesario, en ausencia de acuerdo entre los agentes sociales. La CEOE lo demandó así al Gobierno, también ayer, en su cumbre empresarial. Están por ver los cambios que tenga en mente el Ejecutivo. El presidente ya desveló algo al reclamar que se vaya más allá de exigir un determinado tipo de contrato, de pedir rebajas en las indemnizaciones por despido o de reclamar la exclusión de los conflictos laborales del sistema de control administrativo o judicial. Mal paso si de lo que se trata es de limitar de nuevo el campo negociador. La buena noticia es que todavía hay margen para avanzar en una reforma verdaderamente eficaz. Sería una victoria flexibilizar la negociación colectiva o incluir el modelo alemán de reducción de la jornada como ajuste temporal de empleo. Y, por supuesto, adaptar de una vez los servicios de intermediación de empleo a las necesidades reales de las empresas. La reforma de la ley de cajas es otra de las grandes novedades esbozadas ayer. Demandada insistentemente por el sector, habrá que esperar igualmente a conocer el espíritu del nuevo marco legal. Aquí el Gobierno tendrá que romper resistencias externas pero también internas, procedentes de los Ejecutivos regionales, reacios a una merma de sus competencias sobre estas entidades financieras. Sin embargo, la reestructuración en marcha que precisa el sector justifica sobradamente reforzar al Banco de España para permitirle acometer fusiones técnicamente eficientes sorteando las presiones políticas. Igualmente alentadora es la oferta del Gobierno para modificar su posición en materia nuclear con el fin de cerrar un acuerdo energético con el PP. Las empresas agradecerían enormemente la aprobación de un modelo cuyos costes no supongan una traba competitiva. Como también es una noticia esperanzadora la elaboración de un plan de competitividad industrial y los planes específicos para el sector turístico o el agroalimentario. Zapatero abrió ayer una ventana a la esperanza. Esbozó reformas de calado, sin las cuales es impensable ganar competitividad y, por tanto, crear empleo. Pero todo queda aún por definir y habrá que valorar si existe en el Gobierno suficiente valentía para entrar de lleno en medidas necesarias. Medidas políticamente costosas si se plantean mal, pero siempre beneficiosas a largo plazo. CINCO DÍAS. 3-12-2009

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