«Si la convocatoria (y la lectura que posteriormente se realice de sus resultados) se orienta hacia objetivos generales, más allá de la reforma laboral, como el viraje de la política económica del Gobierno, entonces el asunto se complica. El Gobierno está obligado a mantener su plan de ajuste. No haber tomado medidas de ajuste tras la debacle griega hubiese condenado a este país, y por ende al conjunto de sus trabajadores, a muchos años de profunda recesión. Rectificar o anular ahora esos ajustes comportaría un riesgo similar.»
Con razón o sin ella, una huelga general en las actuales condiciones de crisis suone un problema grave. El Gobierno cuenta con la baza de que los ciudadanos no parecen estar por la huelga. Los sindicatos tienen a su favor el malestar general con la política económica de Zapatero. En pocas ocasiones se ha producido, según muestran todos los sondeos, una brecha tan grande entre la percepción de la ciudadanía de que la gravedad de la situación sí justifica una huelga y su convencimiento de que, sopesados todos los factores, lo más sensato es no realizarla. De ahí que la huelga de mañana sea una encrucijada para el futuro inmediato de España. (EL PAÍS) PÚBLICO.- Parece que en algunas empresas el lema para la huelga no es el “Yo voy” de los sindicatos, ni el “No vayas, que será un fracaso” del piquete mediático. Hay empresarios que han creado un lema propio, que repiten a sus empleados estos días: “Si no vienes el 29, tampoco vengas el 30”. Algunos se contienen las ganas de hacer pegatinas con la consigna; otros, más discretos, se dedican a preguntar quién va a hacer huelga, “por nada, sólo por saberlo para organizarnos…” Y los más sofisticados ni tienen que decirlo, pues sus trabajadores ya les leen el pensamiento. Parafraseando ese lema que extiende el desánimo y el miedo, podríamos formular otro para mañana: “Si no vienes el 29 (a la huelga), no esperes más huelgas”. Porque sumarse puede tener un coste a corto plazo: un día de sueldo, represalias, no ser renovado. Pero no hacerla puede tener un precio mayor a largo plazo: un golpe a la capacidad de organización y de lucha de los trabajadores, como intentan algunos. EL ECONOMISTA.- A pesar de este proceso, China resistirá e intentará mantener su anclaje al dólar, lo que permitirá que siga engrasada su máquina exportadora y que sus reservas mantengan su valor.La respuesta por parte de EEUU será desencadenar una guerra comercial, con aranceles y embargos, y que el consumidor estadounidense sufrirá aunque no tanto como los productores chinos. De momento, ya se ven los primeros signos de esta guerra con la presión de EEUU sobre el yuan y la imposición de aranceles en China a los pollos americanos, como última muestra. The Wall Street Journal concluye de manera alarmante: "La crisis financiera nunca iba a terminar de manera tranquila. De hecho, podría terminar de manera muy desordenada". EXPANSIÓN.- La crisis económica en España viene determinada por dos elementos diferenciales que no se dan en otros países de nuestro entorno: el dramático deterioro laboral, con un paro en el 20%, y el vertiginoso aumento del déficit y del endeudamiento públicos. Habría que añadir un tercer factor diferenciador quizás, incluso, más nocivo que los anteriores, como es el déficit de credibilidad del Gobierno y, por consiguiente, la falta de confianza en la economía española. El de ayer fue un día prolijo en datos que siguen abonando ese escenario. Editorial. El País España ante la huelga Por muchas razones, la huelga general de mañana se ha convertido no solo en una prueba de estabilidad para el Gobierno, sino también de la responsabilidad democrática de los sindicatos. De entrada, se trata de un conflicto político que promueve un enfrentamiento entre la voluntad del Congreso (la reforma laboral, motivo principal de la huelga, está aprobada en la Cámara baja) y la interpretación de las organizaciones sindicales, que imputan a la reforma, no sin argumentos, una pérdida de derechos de los trabajadores. Supuesto el derecho sindical a convocar una huelga (lo que no está en discusión en ningún caso), se plantea siempre en estos lances una disyuntiva no menor: el conflicto entre la voluntad de los representantes de la nación y una movilización instada por una parte de la sociedad, importante, pero siempre menor que el conjunto. Si la convocatoria (y la lectura que posteriormente se realice de sus resultados) se orienta hacia objetivos generales, más allá de la reforma laboral, como el viraje de la política económica del Gobierno, entonces el asunto se complica. El Gobierno está obligado a mantener su plan de ajuste presupuestario por una razón tan sencilla como dolorosa (especialmente para un Ejecutivo socialista): los recursos públicos son insuficientes para hacer frente a las necesidades de gasto del actual Estado de bienestar, al menos mientras dure la recesión. Una parte importante de esos recursos procede de la financiación exterior y los prestamistas ya no están dispuestos a financiar sin condiciones el gasto público español. No haber tomado medidas de ajuste tras la debacle griega hubiese condenado a este país, y por ende al conjunto de sus trabajadores, a muchos años de profunda recesión. Rectificar o anular ahora esos ajustes comportaría un riesgo similar. Esa es la razón última por la que el Gobierno no puede ni debe volverse atrás en su política económica, aunque algunos asuntos sean, por supuesto, discutibles, y por tanto objeto de negociación y discusión. También con los sindicatos. El Ejecutivo ha mostrado su disposición a negociar los reglamentos de la reforma laboral y el futuro de las pensiones, aunque en el clima actual de enfrentamiento no cabe sorprenderse de la fría acogida a su oferta. Con razón o sin ella, una huelga general en las actuales condiciones de crisis supone un problema grave. El Gobierno cuenta con la baza de que los ciudadanos no parecen estar por la huelga. Los sindicatos tienen a su favor el malestar general con la política económica de Zapatero. En pocas ocasiones se ha producido, según muestran todos los sondeos, una brecha tan grande entre la percepción de la ciudadanía de que la gravedad de la situación sí justifica una huelga y su convencimiento de que, sopesados todos los factores, lo más sensato es no realizarla. De ahí que la huelga de mañana sea una encrucijada para el futuro inmediato de España. En caso de éxito no debería servir para variar la política económica actual -y convendría no olvidar aquí que la alternativa política real a este Gobierno es un partido poco inclinado a compartir las tesis sindicales-. De cosechar la huelga escaso seguimiento, debería al menos servir para que los sindicatos se replanteasen la inercia que les ha llevado a concentrar su esfuerzo en la defensa del empleo fijo, esto es, de un mercado dual con contratos fijos e indemnizaciones elevadas que condena a la exclusión a la generación más joven. Para ello, resulta imperativo evitar nuevos distanciamientos de la ciudadanía y no fiar el éxito de la huelga a la violencia de los piquetes o al incumplimiento de los servicios mínimos. Si caen en la tentación de parar una ciudad por la fuerza, bloqueando metro o autobuses, los ciudadanos les pasarán factura. Y eso no redundará en beneficio de nadie. Ni de los sindicatos, ni del país en su conjunto. EL PAÍS. 28-9-2010 Opinión. Público Si no vienes mañana Isaac Rosa “Ningún empresario ha intimidado a sus trabajadores. Lo que queremos es que haya libertad para que quien quiera trabajar, pueda trabajar.” -Gerardo Díaz Ferrán, presidente de la CEOE- Parece que en algunas empresas el lema para la huelga no es el “Yo voy” de los sindicatos, ni el “No vayas, que será un fracaso” del piquete mediático. Hay empresarios que han creado un lema propio, que repiten a sus empleados estos días: “Si no vienes el 29, tampoco vengas el 30”. Algunos se contienen las ganas de hacer pegatinas con la consigna; otros, más discretos, se dedican a preguntar quién va a hacer huelga, “por nada, sólo por saberlo para organizarnos…” Y los más sofisticados ni tienen que decirlo, pues sus trabajadores ya les leen el pensamiento. Parafraseando ese lema que extiende el desánimo y el miedo, podríamos formular otro para mañana: “Si no vienes el 29 (a la huelga), no esperes más huelgas”. Porque sumarse puede tener un coste a corto plazo: un día de sueldo, represalias, no ser renovado. Pero no hacerla puede tener un precio mayor a largo plazo: un golpe a la capacidad de organización y de lucha de los trabajadores, como intentan algunos. La huelga es contra la reforma laboral, sí. Pero fíjense que los antihuelga no defienden la reforma, sino que se centran en atacar a los sindicatos y al derecho de huelga. Y es que, tras aprovechar la crisis para comerse derechos sociales, algunos ven la ocasión para cobrarse otra pieza apetecida: los sindicatos. Sé que hay muchos descontentos con los sindicatos mayoritarios. Pero ahora no toca atacarlos ni defenderlos, sino pelear contra los recortes, los ya aprobados y los venideros, y pelear por las posibilidades futuras de acción colectiva, entre ellas la huelga. Porque no nos engañemos: la criminalización de CCOO y UGT no busca una renovación sindical, ni unas organizaciones más combativas, sino todo lo contrario: el modelo que nos proponen es el cuerpo a cuerpo entre trabajador y empresario, sin molestos intermediarios. La huelga la convocan los sindicatos, pero la hacemos los trabajadores. La de mañana la secunda todo tipo de organizaciones sociales y vecinales, así como otros sindicatos. Son tantos los que apoyan, y tantos los motivos que dan, que cada uno puede elegir por qué y con quién hace huelga. Yo voy. PÚBLICO. 28-9-2010 Opinión. El Economista La guerra comercial internacional traerá una inflación desbocada Guido Mantega, el ministro de finanzas brasileño, fue ayer el primero en reconocer abiertamente lo que está pasando ahora mismo en el mundo: hay "una guerra comercial internacional". ¿Qué consecuencias traerá? Pues según un análisis publicado por The Wall Street Journal, la consecuencia inevitable es la inflación, ya que muchos países están buscando devaluar sus monedas para incrementar sus exportaciones y salir así de la crisis actual. De momento, tanto EEUU como el Reino Unido han utilizado el denominado quantitative easing y medidas extraordinarias que han debilitado sus monedas, mientras que Japón, Suiza, Tailandia, Corea del Sur o Singapur han intervenido directamente o prometido hacerlo. Mientras, China sigue con su criticado anclaje con el dólar que le permite ir de la mano de la moneda estadounidense. Mantega, con sus comentarios, invita a pensar que Brasil probablemente será el próximo en intervenir. Y es que según Goldman Sachs, las últimas subidas del real brasileño le convierten en la moneda más sobrevalorada del mundo, lo que afecta de lleno a su competitividad tal y como recordaba el ministro. ¿Qué problemas trae una nueva ronda de depreciaciones? El diario lo deja muy claro: estos intentos son como los de los marineros que se suben a los hombros unos de otros para abandonar un barco que se hunde. Una inflación ordenada para reducir la deuda Los economistas, por su parte, esperan que esta guerra de las divisas consiga frenar el proceso deflacionista en el que se encuentra sumergido buena parte del mundo, especialmente en Occidente. De hecho, algunos, como recuerda el periódico, creen que una inflación un poco por encima de lo normal sería positiva, ya que reduciria el valor de las enormes deudas contraídas durante el boom, tanto a nivel privado como público. En suma, una enorme transferencia de riqueza de los ahorradores a los prestatarios. La idea de salir de la crisis a través de un incremento de los precios para reducir el valor de la deuda ha sido defendida por economistas tan prestigiosos como Gregory Mankiw, ex asesor de la Casa Blanca, o Kenneth Rogoff, profesor de Harvard, ex economista jefe del FMI y coautor junto a Carmen Reinhardt, de la universidad de Maryland, de uno de los libros claves para entender la crisis, This Time is Different. Mankiw recordaba que el abandono del patrón oro en 1933 fue la clave para que EEUU saliera definitivamente de la Gran Depresión. En ese sentido, Frank Beck, de Capital Finance, también citaba ya hace casi dos años al proceso de devaluación global que se dio en los años 30, si bien abogaba por una devaluación coordinada, algo que, de momento, no se está dando. Para controlar este proceso están los bancos centrales, y como ha recordado Mervyn King, gobernador del banco de Inglaterra, tienen una herramienta poderosa para controlar la inflación, las subidas de tipos. La incompetencia de los banqueros centrales Pero como apunta el WSJ, los bancos centrales han mostrado en los últimos años un terrible comportamiento a la hora de anticipar la inflación y reaccionar apropiadamente y a tiempo a cambios dramáticos en la economía. El diario va más allá en su crítica y señala que ésta generación de banqueros centrales ha pecado consistentemente de imprudencia, irresponsabilidad y exceso.Cuando la inflación comience a aparecer, predice el WSJ, los banqueros centrales la ignorarán y la calificarán de exógena y fuera de su ámbito de control. Por lo tanto, el resultado de esta ronda global de devaluación de divisas será una incontrolada y rampante inflación. De hecho, esto es lo que está descontando el incremento espectacular del precio del oro. Pero a pesar de este proceso, el diario estadounidense cree que China resistirá y que intentará mantener su anclaje al dólar, lo que permitirá que siga engrasada su máquina exportadora y que sus reservas mantengan su valor. La respuesta por parte de EEUU será desencadenar una guerra comercial, con aranceles y embargos, y que el consumidor estadounidense sufrirá aunque no tanto como los productores chinos. De momento, ya se ven los primeros signos de esta guerra con la presión de EEUU sobre el yuan y la imposición de aranceles en China a los pollos americanos, como última muestra. The Wall Street Journal concluye de manera alarmante: "La crisis financiera nunca iba a terminar de manera tranquila. De hecho, podría terminar de manera muy desordenada". EL ECONOMISTA. 28-9-2010 Editorial. Expansión Arrecian las dudas sobre España La crisis económica en España viene determinada por dos elementos diferenciales que no se dan en otros países de nuestro entorno: el dramático deterioro laboral, con un paro en el 20%, y el vertiginoso aumento del déficit y del endeudamiento públicos. Habría que añadir un tercer factor diferenciador quizás, incluso, más nocivo que los anteriores, como es el déficit de credibilidad del Gobierno y, por consiguiente, la falta de confianza en la economía española. El de ayer fue un día prolijo en datos que siguen abonando ese escenario.Cuando el proyecto de presupuestos ni siquiera ha entrado en el Congreso, el presidente del Círculo de Empresarios, Claudio Boada, advierte que “no van en la dirección correcta”, pone en duda que sirvan al imperativo de reducir el déficit público al 3% en 2013 e ironiza con que la estimación de crecer un 1,3% en 2011 “sólo se la cree el Gobierno”. En realidad, puede que no se la crea ni el propio Gobierno, pues como hoy informa EXPANSIÓN, el llamado Indicador Sintético de Actividad –una estadística interna del Ministerio de Economía que muestra la tendencia de la coyuntura a seis meses vista– permite avanzar un perfil declinante del PIB. El banco estadounidense Citi puso ayer cifras a ese temor y advierte de que la economía española podría cerrar un tercer ejercicio en recesión, con una caída del PIB del 0,1% en 2011. También Credit Suisse cuestiona los voluntaristas planes de crecimiento del Gobierno y alerta de la necesidad de un fuerte endeudamiento por la precariedad de los ingresos en un horizonte de estancamiento económico. Este es el inquietante escenario que lleva a los mercados a descontar que Moody’s podría despojar en los próximos días a la deuda soberana española de la máxima calificación crediticia –la triple A–, siguiendo así la estela de Standard & Poor’s y Fitch. De confirmarse, sería un mazazo para la credibilidad de la economía española, que complicaría su financiación en los mercados exteriores, justo ahora que parecían haber remitido las tensiones, con el consiguiente encarecimiento de las necesarias emisiones de deuda. Por eso nada más peligroso que caer en la complacencia del aparente saneamiento de las cuentas públicas hasta agosto, una mejora obtenida gracias a la subida del IVA. Sólo se podrá hablar de genuina mejoría presupuestaria cuando ésta venga de la mano de un crecimiento vigoroso y productivo, y para que eso ocurra desgraciadamente aún no se dan las condiciones. EXPANSIÓN. 28-9-2010