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¿Es sostenible la recuperación?

La tentación del ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, es elegir el camino más fácil, subir los impuestos para recaudar los 3.000 millones adicionales que pide Bruselas en lugar de reducir el gasto público. Eso nos ahogaría.

Después de unas semanas de euforia en la que los principales banqueros (Emilio Botín, Francisco González) o los presidentes de grandes compañías como César Alierta (Telefónica) o Ignacio S. Galán (Iberdrola) han cantado las excelencias de la economía española y el apetito inversor extranjero, llega la calma. El Ibex tropieza con los 10.000 puntos, la economía europea da síntomas de cansancio y EEUU parece que necesitará más tiempo para recuperarse, según la próxima presidenta de la Reserva Federal, Janet Yellen.

La pregunta que flota en el ambiente es si vivimos un momento dulce, de euforia, después de cinco años de sufrimiento, o realmente estamos en los albores de una recuperación sostenida. Seguramente sufrimos la sensación del náufrago que avista tierra tras mucho tiempo a la deriva en altamar. El primer sentimiento es de alivio, pero luego debe aprender a vivir y cuidar su aspecto.

El presidente del BCE, Mario Draghi, bajó en un cuarto de punto los tipos de interés para intentar reavivar la economía europea. Draghi pretende, además, espantar la deflación. Las tasas de inflación negativa que han comenzado a parecer en algunos países, entre ellos el nuestro, preocupan al BCE. La rebaja, sin embargo, apenas tendrá impacto en España, ya que la cadena del crédito está rota porque las entidades desconfían de la solvencia de sus clientes y abren el grifo de los préstamos sólo con cuentagotas.

Los expertos descartan el riesgo de deflación en España, porque aunque los precios apenas crecen o son negativos, la actividad también lo es. Hay que esperar unos meses antes de dar un veredicto certero. De momento, lo cierto es que la baja tasa de inflación favorece la competitividad y facilita una menor revalorización de salarios.

La economía europea creció un exiguo 0,1 por ciento en el tercer trimestre. ¿Puede tirar España, sin que lo haga Europa? Parece que sí, porque el destino de las exportaciones al Viejo Continente ha pasado del 70 al 50 por ciento.

La fragilidad del crecimiento y la inflación europeas muestran que sus países miembros necesitan acometer reformas estructurales y acabar con las rigideces de sus economías. Justamente, la misma receta que ayer expidió Bruselas para España.

La marcha de la economía no va a depender tanto de factores externos, sino de que Rajoy no detenga el reloj de las reformas, un eufemismo para referirse en realidad al gasto de las Administraciones.

La deuda pública se aproxima peligrosamente al cien por cien del PIB. Un nivel considerado crítico para la supervivencia de una economía. Por ello, es preciso aplicar la tijera al sector público empresarial, que se mantiene casi intacto, y acabar con las duplicidades de las Administraciones y los entes públicos.

La tentación del ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, es elegir el camino más fácil, subir los impuestos para recaudar los 3.000 millones adicionales que pide Bruselas en lugar de reducir el gasto público. Eso nos ahogaría. El ministro habló ayer de adelantar la reforma financiera a 2014, pero eludió referirse a una bajada de impuestos.

El Gobierno ha puesto en marcha algunas reformas exitosas, pero el incremento de los ingresos que le permitirá salvar el objetivo de déficit este año no procede de la recaudación tributaria, sino del menor coste de la carga de la deuda, por la caída de la prima de riesgo. El mérito principal no corresponde, por tanto, a la política de Montoro, sino a las palabras de Mario Draghi y su disposición a utilizar todas las armas a su alcance para defender la eurozona.

Otro de las promesas que duermen el sueño de los justos es la de las privatizaciones. En lo que va de legislatura sólo se ha anunciado la de Aena, gestora de los aeropuertos españoles. Lo peor es que su aprobación definitiva, que debería estar en unas semanas para que pueda llevarse a cabo antes de que comience la carrera electoral para las europeas, encuentra obstáculos en Moncloa y en el propio Gobierno. Espero que no sufra igual suerte que Loterías, cuya venta se paralizó.

Rajoy puede dejar pasar la oportunidad de crear grandes grupos privados a partir de los monopolios públicos, como hicieron Rato y Aznar. Dejen ya de mirarse el ombligo, como si fueran vedettes, y pónganse a urdir un plan económico creíble para asegurarse el cumplimiento del déficit y el mantenimiento a raya de la deuda si queremos salir para siempre del bache.

Sólo añadir que actitudes como las del ministro de Industria, José Manuel Soria, exigiendo por carta al presidente de Gas Natural, Salvador Gabarró, que se reúna con su homólogo en Navantia, José Manuel Revuelta, para negociar la concesión de un contrato de barcos, cuyo plazo de ofertas está cerrado hace semanas, no ayudan a mejorar la seguridad jurídica de nuestro país ni la credibilidad internacional de su Gobierno.

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