Batiscafo

¿Es posible la innovación sin industria?

Cuando se le otorgó a Medellí­n el tí­tulo de la ciudad más innovadora del mundo, un periodista me solicitó alguna declaración al respecto y por carecer de información sobre el origen de la distinción, preferí­ no opinar sobre el asunto.

Un mes más tarde se ha conocido la cifra de desempleo en Medellín y el Área Metropolitana para el periodo diciembre – febrero, de tal forma que el mismo día en que Aníbal Gaviria, Sergio Fajardo y Juan Manuel Santos echaban campanas al vuelo para celebrar la elevación a la categoría de ciudad más innovadora del mundo, concluía un mes en el que 13 de cada 100 personas de la denominada población económicamente activa, se encontraban sin oficio y 33 de cada cien del mismo universo, estaban en la informalidad. Más grave aún es que, según el DANE, estas tasas de desempleo e informalidad crecieron tanto respecto a noviembre – enero, como al mismo periodo del año pasado.

Y lo más desastroso de todo, es que el sector económico que más contribuyó al aumento del desempleo en nuestra área metropolitana fue justamente la industria, la que vio desaparecer 30.000 puestos de trabajo respecto a noviembre – enero y 25.000 con relación al año 2012; una verdadera masacre laboral silenciosa.

Aquí es donde el dudoso origen del galardón se conjuga con una realidad que deslegitima la cacareada distinción de forma contundente. La génesis del título de “la más innovadora”, así como la naturaleza de los otorgantes, habían sido desenmascaradas en dos artículos escritos por Guillermo Maya Muñoz, economista y profesor de la Universidad Nacional y por Yamid López y Amaury Núñez, colaboradores del portal www.soyperiodista.com.

En ellos se aclaró que Citibank, Wall Street Journal y Urban Land Institute no poseen un palmarés que les permita acreditar lo que acreditaron. Representan los intereses de los especuladores financieros, bursátiles e inmobiliarios, justamente los responsables de la crisis económica que no amaina y que ha provocado la destrucción masiva de puestos de trabajo y medios de producción en todo el planeta.

Pero el mentís más fuerte a la categoría de ciudad más innovadora para Medellín es su acelerada desindustrialización. La innovación va necesariamente de la mano del desarrollo industrial. Los encadenamientos que genera la actividad de producción de bienes de capital y de consumo, impulsa simultáneamente un portentoso avance de la investigación y las ciencias aplicadas. Esa es al menos la experiencia de las naciones que han logrado un nivel importante de progreso en ciencia, tecnología y en el bienestar material de sus pueblos.

En el país la participación de la industria en el PIB ha caído del 24% al 13% desde el advenimiento de la apertura económica, es decir una reducción del 46%. Pero si en Colombia llueve, en Medellín y el Área Metropolitana asistimos a un verdadero diluvio. Es la zona geográfica del país en la que relativamente más ha caído la producción y el empleo industriales.

El asunto es que no se ha reemplazado la actividad industrial por otra que genere más y mejor empleo. Eso solo se lo creen algunos defensores de la horda neoliberal que maneja el Estado colombiano, en realidad es el origen verificable de la sustitución de trabajo nacional por extranjero, del reemplazo por mercancías importadas de los productos locales, de la destrucción de la poca industria y agricultura que teníamos antes de los años 90 para dar paso a actividades especulativas y extractivas sin valor agregado.

El efecto es claro: además de reducir el número de puestos de trabajo con relación a la población total, se reduce también su calidad en el empleo formal y crece exponencialmente el mal llamado “empleo informal”, en cuyo porcentaje ya solo nos supera México en todo el continente.

La migración hacia sectores más infecundos para el país y su población, va acompañada de la concentración de las rentas que de ellas se derivan por un sector cada vez más pequeño de la población y su transferencia acelerada a las casas matrices de multinacionales y a los monopolios financieros. No es gratuito tampoco que la “más innovadora” sea la más desigual en uno de los países más desiguales del mundo.

Estos son los efectos inmediatos de la caída de nuestra actividad industrial, sin embargo los efectos hacia el futuro son peores ya que se han castrado los pocos avances obtenidos en materia de investigación y desarrollo para el sector productivo, al concentrar todos los esfuerzos en ese campo por trabajos de investigación para el sector de servicios o por desarrollos al servicio del capital especulativo nacional e internacional, en una suerte de maquila tecnológica patrocinada por las administraciones nacional, departamental y municipal.

Razón tenía el Rector de la Universidad EAFIT hace 5 años en una conferencia dictada en el marco del I Encuentro Nacional de Instituciones de Educación Superior, al afirmar, Oigo voces muy autorizadas que con gran desparpajo dicen de un momento a otro: “es que esta sociedad y esta ciudad, deben cambiar su vocación industrial a ser una vocación de servicios, el futuro de nosotros está en los servicios y no en el proceso industrial”, y pienso cómo es que uno con una frase echa 120 años de historia a la basura, como quien dice ya esto no nos sirvió.

Le faltó al doctor Juan Luis Mejía decir que las voces “autorizadas” deben ser de personajes como Aníbal Gaviria, Sergio Fajardo o Juan Manuel Santos, quiénes no solo están tirando a la basura 120 años de historia y de una incipiente pero importante cultura industrial, sino que están conduciendo a esta sociedad a depender más de la inversión extranjera que del ahorro interno, a ser cada vez más un apéndice de los grandes centros de poder y desaguadero de sus crisis de superproducción y de exceso de capitales.

Aquí es definitivamente donde no encaba eso de ser al mismo tiempo “la más innovadora” y la que de forma más acelerada destruye su producción industrial.

Periscopio: Al parecer el Alcalde Gaviria considera una acción en extremo innovadora regalarle UNE a una multinacional de dudosa ortografía. Ahí están pintados: entregar el patrimonio público los convierte en héroes de los monopolios, unos auténticos hombres “modernos”. ¡Qué innovación!

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