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Ernesto Ladrón de Guevara

Estado caótico Esto de los gobiernos de izquierdas en Esaña me recuerda a, en los años de mi infancia, aquellos charlatanes de feria que rifaban un jamón pero el único premio que salía en la papeleta era el clásico “vuelva a jugar, que en la próxima le tocará”. Ni que decir que el susodicho jamón tenía una cubierta de papel-estraza que ocultaba la cubierta de moho del anca porcina envejecida por el trasegado transcurso temporal indefinido. Esta pseudo-izquierda de pacotilla nos está desbaratando el Estado protector que tan pomposamente se anuncia en la ya esquilmada Constitución española con su Estado Social y de Derecho de papel amarillento con letras ya irreconocibles. Una de las pruebas más evidentes e inmediatas la tenemos en la situación bochornosa de la pasada semana con el caos aeroportuario de Barajas. Es un escabroso sarcasmo la tirada de pelota al tejado ajeno por los responsables del Estado en el bloqueo de carreteras y de las pistas del principal aeropuerto español, acusando a Iberia, o a los espectros celestes en el asunto de la red viaria madrileña sometida al marasmo por una simple nevada. ¿Tendrán vergüenza? ¿En qué han dejado las estructuras del Estado? Pues, según Zapatero, en una nueva fórmula que debe ser el Estado-entelequia formado por comunidades autónomas vampirescas que dedican nuestras sabrosas aportaciones tributarias a aumentar hasta el infinito el boato de los mandamases periféricos y la proliferación de los “enchufes” con cargo al erario público. Al fin y al cabo, como dijo una vez una ministra: “el dinero público no es de nadie”. Pero, eso sí, nos desvían la atención de los problemas principales que agobian al común de los mortales en “estepaís” con esa campaña que sirve de perfecta cortina de humo para que no hablemos de la inepcia de los responsables económicos y la incoherencia de sus actuaciones. Me refiero a eso de que “Probablemente Dios no exista” ¿Y a mí qué me importa lo que piensen los postulantes del dicho? Yo quiero saber qué van a hacer con nuestros dineros públicos aquellos que acosan nuestro bienestar futuro con su irresponsabilidad o discapacidad para la “cosa pública”. Esta forma impresentable e indigna de desprestigiar el concepto de la izquierda es un atentado a la memoria de quienes lucharon a lo largo de más de una centuria por la dignidad del ser humano, por la igualdad y por sacar a la mayoría de la población de la indigencia. Estamos en un Estado expropiador de la hacienda particular para dedicar el tesoro público a políticas especulativas, a la financiación de los grandes capitales para que cada vez sean mayores, y a la destrucción del tejido industrial dificultando a las pequeñas y medianas empresas; y, en definitiva, a repartir la pobreza, en lugar de hacerlo con la riqueza. Esto no es izquierda, señores. Esto es usurpación de ideales dignos y nobles.

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