Asia

Epicentro en Manila, terremoto en Asia

En Pekí­n, y junto al viceprimer ministro chino, el controvertido presidente filipino, Rodrigo Duterte, ha pronunciado las palabras que suponen todo un terremoto en la polí­tica asiática: «anuncio mi separación de EEUU económica, pero también militar».

Filipinas es una pieza estratégica en el despliegue militar norteamericano en el continente, y su acercamiento a Pekín constituye un inesperado desafío para Washington.

¿Hasta dónde está dispuesto a llegar el gobierno filipino con su nueva política exterior? ¿Cómo va a influir en los equilibrios de poder en Asia, que ya constituye la región central del planeta?

Rodrigo Duterte no es un presidente convencional. Alcalde durante 22 años de una de las principales capitales del país, Davao, ganó en junio las elecciones presidenciales con la promesa de tolerancia cero contra la delicuencia y la droga.

A pesar de las denuncias de las organizaciones de derechos humanos sobre los abusos policiales y las ejecuciones extrajudiciales -que Duterte ya defendió como alcalde-, ha duplicado el apoyo popular desde las elecciones, alcanzando la aprobación del 74% de la población.

Y es que el ascenso de Duterte es un fenómeno mucho más complejo que el de un reaccionario que exhibe “mano dura” contra la delincuencia.

Ha incrementado las operaciones contra la guerrilla islámica, pero ha abierto negociaciones con la guerrilla comunista. Y su ministro de trabajo ha anunciado un incremento del salario mínimo de un 20%, para enfrentar la pobreza crónica que asola el país.

Pero sobre todo Duterte es ajeno al estrecho círculo de poco más de 100 familias que, en estrecha conexión con la embajada norteamericana, han controlado durante décadas la política filipina.

Según Richard Javad, profesor y ex asesor del parlamento filipino, “Duterte fue estudiante durante la guerra de Vietnam, tiene una mentalidad antiimperialista, y quiere mostrarse como un líder soberano e independiente”.

La política del gobierno de Duterte, en sus poco más de tres meses de existencia, ha sido de permanente enfrentamiento con Washington.

Lo que se corresponde, no con una rencilla momentánea, sino con una apuesta estratégica. Como lo confirma el portavoz del gobierno filipino al afirmar que “el presidente quiere separar la nación de su dependencia de EEUU y Occidente, y rebalancear su relaciones económicas y militares hacia sus vecinos asiáticos”.

Duterte se ha atrevido incluso a cuestionar la dependencia militar respecto a Washington. Algo impensable en un país cuyas bases militares tienen una importancia estratégica para EEUU. Son, junto a las japonesas y coreanas, la principal plataforma bélica norteamericana en el continente.

Pues bien, Duterte no solo ha anunciado el fin de las maniobras militares conjuntas con EEUU, sino también su disposición a revisar el Acuerdo para Aumentar la Cooperación para la Defensa (EDCA) de 2014 que permite el acceso de las tropas norteamericanas a las bases filipinas.

Paralelamente, Duterte ha estrechado relaciones con China, cerrando el conflicto sobre la soberanía de las islas Spratly, y escogiendo Pekín como su primera visita internacional.

Curiosamente, quien ha analizado desde Washington de forma más certera las consecuencias de estos hechos ha sido Donald Trump, al afirmar que “ Filipinas es un aliado estratégico muy importante”, y señalar que “el viraje exterior hacia China después de décadas de políticas proestadounidenses es un signo del debilitamiento de la política exterior de EEUU”.

Cuando EEUU concentra su atención, y su presencia militar, en Asia, con el objetivo de cercar a China y contener su emergencia, uno de los países clave desde donde desarrollar esa estrategia parece querer romper con Washington… para acercarse a Pekín.

Habrá que ver hasta donde es capaz de llevar el gobierno de Duterte la línea autónoma e independiente que pretende impulsar. Pero sus decisiones están ya provocando un auténtico terremoto en la política asiática, y por extensión mundial, a cuyas consecuencias habrá que prestar especial atención en los próximos meses.

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